El príncipe y el soldado - Segunda parte

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Cuando un noble cumple dieciocho años, se le considera digno de heredar las responsabilidades y propiedades de sus padres, pero para asumir realmente su papel, debe primero satisfacer un requisito esencial: el matrimonio. Para los príncipes, esto es aún más importante, porque la ceremonia también puede marcar la unión de dos clanes.

Leonardo sabía que ese día no tardaría en llegar y lo aterrorizaba, porque no se trataba de un simple deber como cualquier otro, sino de una obligación sobre la que no tenia ni voz ni voto. El clan al que se unirían, su novia y hasta la fecha en que se casarían: todo estaba ya decidido, pero el anuncio no se realizó hasta la mañana de su cumpleaños. Ese día, su pesadilla se hizo demasiado vívida para soportarla y las noches se tiñeron con sus lágrimas. Nadie debía enterarse de que ya había entregado su corazón a alguien, pero el dolor era demasiado para ocultarlo y por eso empezó a salir de palacio cada vez con menos frecuencia y a reducir el contacto con cualquiera, incluido Rafael.

Mientras tanto, sin embargo, el soldado había recorrido un largo camino. Había defendido valientemente su oasis y conducido a su ejército a la victoria en muchas batallas, ganándose así un puesto en la Guardia Real. Ese título le permitía moverse por todo el palacio sin ser molestado, y su relación secreta con el príncipe se había beneficiado enormemente de esta libertad. Sin embargo, después del anuncio de la boda, aquel cuento de hadas parecía destinado a llegar a su fin. Por más que intentaba mantenerse cerca de él, Leonardo parecía volverse cada vez más distante. Incapaz de darse por vencido, una noche decidió por fin escabullirse a sus habitaciones. Entró sin hacer ruido, asegurándose de que nadie lo viera, y una vez adentro, cerró con llave la puerta tras de sí. Había imaginado encontrar al príncipe ya dormido a esas horas de la noche, pero en lugar de eso lo vio apoyado en una ventana, contemplando las estrellas con una mirada melancólica y vacía. Normalmente le habría sido imposible acercarse sigilosamente, pero esta vez èl no se percató en absoluto de su presencia.

"Las noches sin luna son mis favoritas, son perfectas para esconderse del resto del mundo"

Leonardo se volvió de golpe por la sorpresa y instintivamente se llevó la mano a donde habitualmente guardaba la vaina de sus katanas, pero en cuanto vio al soldado se relajó y apoyó la espalda en la pared: "¿Qué haces aquí?"

"Oh hola, yo también me alegro de verte después de haberte pasado las últimas semanas ignorándome"

El príncipe bajó la cabeza y apretó los puños. Se avergonzaba de su comportamiento y lo extrañaba terriblemente, pero no era capaz de enfrentarse a él, así que permaneció en silencio. La mirada del soldado se suavizó al verlo tan apenado y débil. En el último periodo había empezado a perder peso rápidamente y su piel aparecía pálida y seca, parecía haber perdido las fuerzas para luchar.

"No estoy enfadado contigo" Se acercó lentamente a él y le acarició la cara: "Sabíamos que esto iba a pasar"

Ante ese contacto los ojos del príncipe ya empezaban a ponerse vidriosos: "¿De qué me sirve tener todo este poder si ni siquiera puedo decidir a quién amar?"

"¿Realmente no hay nada que podamos hacer?"

"Yo... No..." Y las lágrimas volvieron a surcar su rostro: "Nuestro oasis es rico, pero se está muriendo. Sin la ayuda del clan Oroku todo esto desaparecerá pronto y mi gente tendrá que vivir en el desierto. Si no me caso con la princesa Karai se quedarán a contemplar nuestra ruina con indiferencia... y como si todo esto no fuera suficiente, también me obligarán a ir a vivir a su castillo; lejos de mi familia, de mi pueblo y de todo lo que he conocido"

Las manos del soldado empezaron a temblar y retrocedió un par de pasos aterrorizado: "Espera. Quieres decir... que... ¿Que te vas a ir...?"

Leonardo se frotó los brazos con nerviosismo y asintió débilmente con la cabeza: "Por eso no encontraba el valor de hablarte ni de mirarte a la cara desde el día del anuncio. Estoy atrapado" Su voz era débil y algunas palabras se veían cubiertas por sollozos, pero en el completo silencio de la noche, sonaban como un grito desgarrador: "Siempre supe que mi papel me obligaría a tomar decisiones difíciles y estaba dispuesto a afrontarlas por el bien del reino, pero luego te conocí. Me hiciste saborear un bocado de la vida real y me enseñaste lo que es realmente la felicidad. Yo, en cambio, no puedo hacer nada por ti"

Raphanardo One-shots (ES)Where stories live. Discover now