Capítulo 36

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Raella y Jacaerys se encontraban durmiendo en sus aposentos cuando unos golpes en la puerta los despertaron. —Mi príncipe. —se oyó decir a un guardia.

Jace, aún medio adormilado, dio permiso para que el guardia entrara. —¿Qué ocurre? —preguntó Jace, frotándose los ojos para despertarse por completo.

El guardia, con expresión seria, anunció la noticia. —Acaba de llegar el dragón de Daemon, pero viene solo.

Ambos se miraron con preocupación y se vistieron rápidamente y se dirigieron a hablar con la reina que se encontraba en sus aposentos con expresión seria en su rostro.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Jace de inmediato.

Rhaenyra suspiró antes de responder. —Solo ha llegado Caraxes, y viene bastante herido.

Raella frunció el ceño, preocupada. —Debemos ir a buscar a mi padre a Harrenhal —propuso.

Jace asintió con determinación. —Sí, debemos asegurarnos de que esté bien.

Rhaenyra les miró con agradecimiento y asintió. —Hacedlo. Montar en vuestros dragones y marchaos ya. —dijo mirándoles. —Tened cuidado, no sabemos si Aemond sigue vivo.

Con ese propósito en mente, Jace y Raella se apresuraron a prepararse para partir. Vistiendo rápidamente sus ropas de montar, se montaron en sus caballos, dirigiéndose hacia Pozo Dragón. Al llegar, prepararon rápidamente a sus dragones y, sin perder tiempo, alzaron el vuelo hacia Harrenhal.

La vista de la gran fortaleza de Harrenhal se alzaba imponente ante ellos mientras se acercaban. Por el camino, los destrozos del día anterior dejaban una estela de destrucción. Aún podían ver fuego y humo, y los cuerpos calcinados yacían dispersos por el suelo, testigos mudos de la batalla que había tenido lugar.

Sobrevolaron la zona durante un rato, buscando entre los escombros y los restos humeantes algún indicio de la presencia de Daemon. Raella sentía cómo la angustia crecía en su pecho, temiendo lo peor. Cada minuto que pasaba sin encontrar señales de su padre aumentaba su preocupación y su desesperación. Miraba hacia abajo con ansiedad, esperando ver algún indicio de vida entre los restos de la batalla.

—¡Raella! —gritó Jace desde su dragón. —¡Ven a ver esto!

Raella se dirigió cerca de un lago donde estaba Jace, sintiendo la ansiedad crecer dentro de ella.

—Mira hacia el centro del lago, en el fondo. —dijo con preocupación. —Hay una enorme figura ahí.

Voló hacia el centro y observó hacia el fondo del lago y vio una gran figura que se distinguía entre las aguas.

—¿Qué es eso? —preguntó Raella con miedo.

El príncipe la miró con tristeza y suspiró. —Creo que es Vhagar.

Raella sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar las palabras de Jace. Sus ojos se abrieron con horror al reconocer la forma del dragón sumergido en el lago.

—No puede ser... —murmuró, con la voz entrecortada por la conmoción. —Mi padre... —dijo mientras se le cortaba la voz.

—Raella...

Raella descendió con su dragón a la orilla del lago y bajo de él, sentándose en el suelo y comenzando a llorar. Jace bajó con su dragón y se acercó a Raella, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de dolor. Se sentó a su lado y la abrazó con ternura, tratando de consolarla en medio de su angustia.

—Lo siento tanto, Raella. —susurró Jace, sintiendo el peso de la tristeza en su pecho.

Con la voz entrecortada por la angustia, dejó escapar un suspiro tembloroso mientras hablaba con Jace.

Llamas Cruzadas | Jacaerys VelaryonWhere stories live. Discover now