Capítulo 34

117 18 0
                                    

Perspectiva Raella:

Raella surcaba el Mar Angosto sobre su dragón, haciendo que guiaba a la flota Velaryon. Cuando perdió de vista Rocadragón, ajustó el rumbo de su dragón hacia el norte, dirigiéndose hacia Harrenhal.

Aunque confiaba en sus habilidades y en las de su dragón, sentía el peso de la responsabilidad al enfrentarse a la presencia de Vhagar y Aemond. Sabía que Vhagar, representaba una formidable amenaza, y el hecho de que su dragón no hubiera participado en una guerra hasta ese momento aumentaba su preocupación.

Rocadragón no se encontraba demasiado lejos de su destino, por lo que pronto comenzó a divisar las imponentes torres de Harrenhal a lo lejos. Observando la ausencia del ejército de los Verdes, decidió rodear la zona, evitando ser vista de inmediato. Con cautela y astucia, planeaba acercarse sigilosamente, aprovechando la ventaja de su movilidad aérea para evaluar la situación antes de entrar en acción.

Pasó cerca de una hora cuando desde su escondite en un bosque cercano, Raella observaba con cautela el avance del ejército enemigo hacia Harrenhal. Cuando vio que comenzaron a entrar en el castillo fue cuando salió. Desató todo el poder de su dragón sobre el ejército enemigo que ingresaba en el castillo. Con llamas, quemó a todos los hombres a su paso, tomando por sorpresa a los invasores. A pesar de los intentos desesperados de los arqueros enemigos por detenerla con sus flechas, ninguna logró alcanzar su objetivo mientras Raella y Umbrax avanzaban imparables.

Se mantuvo firme, sin ceder ante la multitud del ejército enemigo, mientras Umbrax desataba su furia sobre ellos con llamas devastadoras. Aunque les llevó tiempo consumir cada rincón del campo de batalla con el fuego de su dragón, Raella persistió hasta que no quedó ningún hombre en pie, excepto Criston Cole, que permanecía montado en su caballo.

Raella descendió de Umbrax con la gracia de una guerrera, su armadura brillando bajo la luz del sol como un símbolo de su valentía.

—Ser Criston —llamó con voz firme y decidida, acercándose al hombre que aún permanecía sobre su montura. —La ciudad ha sido tomada por la legítima reina. Rendíos ahora y tal vez, la reina tenga piedad contigo.

Ser Criston, con una expresión de desafío en su rostro, respondió con firmeza:
—Prefiero morir de pie, defendiendo a mi rey, que arrodillarme ante a la que llamas reina. —dijo haciendo una pausa. —Si queréis luchar, adelante. —con estas palabras, desenvainó su espada.

Raella sostuvo su mirada sin mostrar ni el más mínimo atisbo de temor. —Entonces, que así sea. —dijo con firmeza, desenvainando su espada con elegancia.

Ser Criston, con furia en sus ojos, cargó hacia Raella montado en su corcel. Mientras tanto, Raella, firme en su posición, esperaba con su espada en alto, lista para el combate. Con una habilidad impresionante, Raella se agachó con gracia casi rozando el suelo, justo en el momento en que el caballo de Ser Criston se lanzaba hacia ella. En un movimiento rápido y preciso, cortó las patas delanteras del caballo, haciendo que el animal se precipitara hacia adelante, desbocado y sin control.

Ser Criston, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Cayó al suelo con un estrépito, pero rápidamente se puso en pie, su espada aún en mano, decidido a seguir luchando contra Raella, quien lo esperaba con calma. Con una risa burlona bailando en sus labios, observó con calma al hombre que se precipitaba hacia ella. Con gracia y precisión, movió su espada mientras él la atacaba, desviando sus golpes con elegancia.

Con un movimiento rápido rajó con profundidad una parte de su pierna, pero esto no lo paró. Raella, esquivaba cada golpe y contraatacaba con precisión, buscando debilidades en la defensa de su oponente.

Sin embargo, al desviar un ataque, Criston Cole logró rajar su mejilla. Fue un movimiento preciso, haciendo que la sangre brotara al instante y marcando su rostro con una línea carmesí. Aprovechando la desconcentración de Ser Criston, Raella avanzó con determinación, clavando su espada en el estómago del hombre con un golpe certero. Un grito de dolor escapó de los labios de Ser Criston mientras su cuerpo se tensaba por el impacto del filo. El hombre cayó de rodillas, tocándose la hemorragia que comenzó a salir de su abdomen.

Llamas Cruzadas | Jacaerys VelaryonWhere stories live. Discover now