Capítulo 6 ¿Quién es quién? Parte 2

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Gael estaba listo para irse a dormir, tenía puesto el pijama, los dientes limpios, su mochila ordenada para el día siguiente y la alarma puesta. Estaba intentando ser lo más sigiloso posible, pues el cuarto de sus hermanas menores estaba a un lado del suyo y en esa casa tan pequeña todo se escuchaba. Se acostó en su cama y se quedó mirando el techo un buen rato, él era un tipo que podía dormirse en treinta segundos si se lo permitían, además de que tenía el sueño muy pesado; pero justo ese día tenía dos pensamientos tan diferentes en su mente que no podía cerrar los ojos. Tanto así, que abandonó su dormitorio y se dirigió al de sus padres con la idea de poder hablar con alguien.

Tocó dos veces y la voz de su madre le pidió que entrara.

—¿Qué necesitas, hijo? —su madre apagó la televisión en cuanto lo vio pasar.

—¿Podrías darme el número para hablar con papá, por favor? —habló en voz baja y con cierta duda, no sabía si su madre prefería evitar el tema de su padre.

—¿Puedo saber de qué quieres hablar con él? —abrió uno de los cajones del buró, buscando algo— O si es un tema de hombres, mejor no pregunto; pero tendrás que esperar hasta mañana. Ya es tarde.

Era consciente de eso. Y no, no era un asunto de hombres, nombre que sus hermanas menores le daban a los temas o cosas que, no necesariamente era de hombres, sino que ellas no entendían, por ejemplo: cómo cortar el césped o cómo hornear un pastel

Pudo ver en la mirada de su madre preocupación y al mismo tiempo tristeza, supuso que porque él mostraba una clara preferencia al diálogo con su papá, así que decidió contarle sobre los dos pensamientos que no lo dejaban dormir. El primero era sobre su cambio de entrenador, seguía procesando la noticia que le había dado Alina. Explicó que era un fiel creyente de que los cambios, aunque uno no los pida, siempre son para bien; es de las personas que le gusta abrazar cada cambio o cosa que se le presentaba por muy fea o difícil que se viera. Le gustaba creer que a veces las cosas llegaban a tu vida porque tenían algún propósito, no obstante, este cambio no lo tenía muy contento. Él pensaba que su etapa con el entrenador no había terminado, que aún no habían aprendido todo lo que él tenía que enseñar y que tenía muchas más lecciones que darles. Empezó a enumerar todos los defectos en su juego, intentaba convencerse que todavía lo necesitaban a pesar de que estaban teniendo el mejor inicio de temporada en los cuatro años que llevaban en competencia.

La segunda preocupación era Melisa, esa chica con la que él había estado saliendo y que, honestamente, nadie entendía por qué, ella era un año mayor, era bonita, pero según Alina, era una falsa asalta cunas. Explicó cómo decidió enterrar su teléfono por ahí casi todo el día y no tomarlo hasta la hora del entrenamiento, porque no quería lidiar con lo que sea que ella le estuviera diciendo.

Así que por eso no contestabas mis llamadas. Y encima me confundes con Melisa. Te mataré cuando vuelva a mi cuerpo.

Esa fue la primera vez que la voz de Alina habló mientras estaba en el cuerpo de Gael. Al igual que los otros dos chicos, ella se despertó ese día con la noticia de que no estaba en su cuerpo; su confusión y miedo eran iguales a lo que habían sentido los demás, sin embargo, había una cosa que la hacía distinta. Raymundo empezó a quejarse y hablar como si fuera un perico desde el primer segundo que se supo dentro del cuerpo de ella; Gael también se quejó por haber entrado en el cuerpo de alguien que no le caía bien, pero se enfocó en decir que no importaba lo que estuviera pasando y coincidió que estar en el cuerpo de Raymundo tenía un propósito: ayudarlo a conseguir una chica, era eso o algún otro reto. Enfocarse en descubrir su meta lo hizo olvidarse de todas las demás preguntas lógicas que cualquiera en su situación hubiera tenido.

Alina, en cambio, se despertó y analizó todo lo que estaba pasando, mentalmente hizo una lista de todo lo que no era normal, pero guardó un silencio que se prolongó casi todo el día. No planeó que su primer diálogo fuese para reclamarle por haber ignorado las llamadas que su cuerpo le había estado mandando. Estaba aliviada de haber terminado en el cuerpo de Gael porque era alguien que ya conocía, había visitado su casa y su familia, incluso su cuarto le era conocido, pues había estado en él un par de veces. No era alguien extraño y por muy diferente que fuese su vida a la de ella, no tendría tanto problema en adaptarse. Su mayor preocupación no era aprender a ver con esos ojos nuevos, sino el pensar que alguien podía estar en su cuerpo. Le daba miedo que alguien pudiese ver todo lo que estaba en el lugar que ella consideraba más privado del mundo: su propia mente.

—¿Y quieres que tu papá vaya a hablar con el director? —preguntó su madre, con mucha calma luego de escucharlo.

—No va a cambiar nada, ya hubo quejas de los padres antes y no accedió a las peticiones. —El chico se había acurrucado cerca de su madre— Nada más quería contarle —Frunció el ceño en cuanto las palabras salieron de su boca— Y a ti también, claro.

Su madre sonrió.

—No puedo decirte qué hacer respecto a tu novia, eso depende de ti. Creo que he criado a un niño muy inteligente como para que encuentre la solución— le acarició la melena castaña indomable a cualquier producto de cabello— Pero si quieres puedo hablar con el director, por intentarlo no pasa nada. Pero lo haría yo. Papá no puede venir por ahora.

—¿Sabes cuándo volverá a casa? —dijo en tono de súplica— Un aproximado.

—Espero que pronto.  

Voces cruzadasWhere stories live. Discover now