Capítulo 2 ¿Quién es quién?

16 1 0
                                    

Alan tomó a Raymundo del brazo y lo arrastró hacia la parte menos concurrida del pasillo de primer año. La segunda hora estaba por comenzar, y debido a que Alan había llegado tarde a la escuela, no habían podido conversar antes. No iban al mismo salón, uno de ellos estaba en el primer piso y otro en el segundo, sin embargo, solían frecuentarse mucho más que a sus propios compañeros de clase.

Después de su última aventura de las vacaciones, los chicos habían creado un montón de posibles escenarios en su cabeza. Alan era el más fantasioso, estaba esperando un gran cambio en la escuela, cambios tan visibles que pudieran dar fe de que el dinero que habían pagado fue bien aprovechado. Sin embargo, ya eran casi las 9 de la mañana, casi la hora del receso y ellos aún no sabían si había pasado algo. En la mente de Alan, ese día iba a ser un caos: hombres bien vestidos, mujeres mal vestidas; las mujeres peleando y metiéndose en más problemas que los hombres, quienes extrañamente se estarían comportando mejor que nunca; ellas actuarían de la forma más infantil posible y ellos serían los cuerdos por una vez. Raymundo, en cambio, no tenía expectativas tan altas, más bien, no tenía ninguna. Él esperaba que la estafa se cumpliera y todo quedara como una bonita y costosa anécdota. No obstante, ninguno de los dos obtuvo lo que quiso, pues, a pesar de ser inicio de semana y del periodo post-navidad de clases, el día estaba especialmente monótono y aburrido. Incluso parecía que los problemas para los maestros habían bajado, era como si todos hubiesen decidido portarse bien de la nada, entraban puntual a clases, cumplían con las reglas del uniforme y causaban el mínimo de problemas o de interrupciones mientras los maestros hablaban. Algo atípico para un primer día.

Alan era un tipo muy observador, pero no muy listo, era un tipo visual, aprendía todo lo que veía; pero en ese momento su mejor arma estaba neutralizada, todas las cosas parecían sospechosamente iguales y no podía detectar alguna anomalía en la conducta de los maestros o compañeros.

-Me rindo, no veo nada diferente. -dijo, luego de escanear el lugar por tercera vez.

-¿Ni siquiera un "Buenos días, Raymundo, ¿qué tal tus vacaciones?" -inquirió este último con sarcasmo, mientras se acomodaba su uniforme.

Su amigo le lanzó una mirada amenazadora como saludo.

-Te dije que solo perdíamos el tiempo. -dijo Ray, dándole una palmadita en el hombro, consolándolo.

-Fue tu idea, ayer estabas convencido.

-Ayer. Tú lo dijiste, hoy he cambiado de opinión. -La verdad era que nunca estuvo del todo convencido, su lado escéptico era fuerte. Además, sentía que solo debía mostrarse convencido por lealtad a su compañero. Por la anécdota, había pensado. Solo eso. No porque creía en un cambio real.

Alan volvió a concentrarse en la masa de alumnos. Los salones de primer año eran los peor ubicados, no pasaba nada sin que alguien se enterara, era como los buenos estadios de béisbol, no importaba de qué punto los vieras, tenías una excelente vista.

-Exijo un reembolso -dijo, molesto.

-¿En serio creíste que era verdad? -se burló su amigo- Eres muy crédulo. Déjalo así y mejor acéptalo. Búscate otra.

El gran problema de Alan se llamaba Edith, una chica que gritaba a los cuatro vientos que no tenía el más mínimo interés en él, pero que se negaba a creerlo. Era uno de esos amores imposibles, ella se dedicaba a evitarlo y hacer todo lo posible por alejarlo, mientras él creía que estaban destinados a estar juntos. No entendía los comentarios más que directos de Edith, suponía que sus <<Déjame tranquila>> significaban lo opuesto, que cualquier otra cosa que decía tenía que interpretarla en otro sentido, cuando en realidad, ella estaba siendo concisa y honesta.

-Debería ser verdad, no fue barato. Además, justo hoy todo está muy tranquilo, ninguna pelea, chisme o regaño...-contestó Alan.

Él siguió hablando, pero su voz se fue disipando poco a poco hasta llegar a ser inaudible para Raymundo, su mirada se elevó hacia el segundo piso, donde una chica conversaba muy animada con parte de La Mancha. Alan continuó con su charla hasta que levantó la cabeza, miró a su amigo y siguió su mirada hacia el segundo piso.

-No. -dijo a la defensiva y muy cortante.

Raymundo volvió a la conversación y puso la misma cara que usaba cuando quería convencer a su madre de dejarlo salir hasta tarde.

-Por favor. -dijo él.

-No -Alan frunció el ceño.

-¿Puedo contarle?

-¡Que no! -gritó y atrajo la atención de algunos de los presentes. Se acercó a su amigo y bajó la voz- No le cuentas a una chica que una bruja te estafó porque le pediste cambiar de lugar a hombres y mujeres.

-¿Qué tiene de malo? -dijo despreocupado.

-Es vergonzoso. -Su paciencia estaba al límite.

-Vergüenza robar y que te vean. El otro día platicamos sobre si todos los extraterrestres serán verdes o si existirán de todos los colores.

Alan lo vio con cara de desaprobación.

-Dime que es mentira.

-No, y estoy muy orgulloso. -dijo con una sonrisa.

-Es por esas cosas que esa niña no te ve con otros ojos-se rascó la frente en señal de desesperación- Bien, puedes decirle antes de que empiece la clase. Tiene que ser ahora o no hay permiso. -aquello le arrebató la sonrisa a su amigo.

Las interacciones entre Raymundo y la chica eran muy frecuentes en cualquier otro contexto, se conocían desde hace unos años y eran buenos amigos. No obstante, la facilidad con la que hablaban sobre temas triviales o sin sentido como los extraterrestres, desaparecía cuando se trataba de hablar frente a otras personas o en la escuela; los intercambios de palabras solo se daban de manera esporádica y con un respeto equiparable al de sus maestros. Era algo que nadie entendía. Alan accedió a darle permiso solo porque sabía bien que su amigo era un cobarde.

-No -dijo Raymundo.

-Sí.

-Mejor dime que no quieres que le cuente.

-No quiero, pero te estoy dando la oportunidad...

El timbre los interrumpió. Los maestros comenzaron a llegar y los alumnos volvieron a sus aulas. Alan subió las escaleras a toda prisa y le envió un mensaje de texto a su amigo. <<Al menos nadie sabrá que nos estafaron>>

Yo lo sé, par de idiotas. Y cuando vuelva a mi cuerpo, me las van a pagar.

Fue la primera vez que se manifestó dentro del cuerpo de Raymundo.

Voces cruzadasWhere stories live. Discover now