Capitulo 19

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En un día soleado y luminoso, Peter sonrió fríamente ante el entusiasmo de Nina por la fiesta al aire libre de Darfield. Por ella, estaba dispuesto a soportar el parloteo de los curiosos durante horas si hacía falta, pero, cuando salió al mirador con Nina del brazo, oyó la risa suave de Lali, que lo conmocionó. Por alguna razón, no había pensado que ella fuese a estar allí.

Con el estómago revuelto, saludó muy serio a Agustín y a Candela, luego besó a su madre, que había llegado antes con tía Paddy. Después creyó prudente sentarse lo más lejos posible de Lali. Sólo entonces cedió a la tentación de mirarla.

—Excelencia, ¡has llegado justo a tiempo! —insistió Paddy, eufórica—. ¡No conseguimos ponernos de acuerdo, de verdad! ¿Nos ayudas?

—Lo intentaré, tía. ¿Cuál es el problema? —preguntó, mirando de reojo a Lali, que sonreía serena, con la vista fija en un punto en el centro del grupo. Le dio la impresión de que estaba decidida a no mirarlo.

—Como te casas en la catedral de St. Gastón a las once en punto de la mañana...

—Un viernes —aclaró la señora Clark.

—Un viernes, y es una boda estival, he pensado que los bancos deberían adornarse con lilas del valle, pero tu querida madre propone las rosas blancas.

Peter intercambió una mirada de hastío con Agustín.

—Lo que decida Nina me parecerá perfecto. —Sonrió a su futura esposa; ella le devolvió la sonrisa con un tímido sonrojo.

—¡No nos eres de mucha ayuda! Muy bien, vamos a ver qué piensa la condesa de Bergen —decretó la anciana, y se volvió tan bruscamente que los tirabuzones que le caían por la cara le botaron como ristras de choricillos.

Lali alzó la cabeza de pronto y su sonrisa serena se esfumó.

—¿Qué pienso yo? C-cualquiera de las dos quedarán preciosas —murmuró, indecisa, ante el gesto de asentimiento de Paddy.

—Vamos, ¿qué piensa de verdad? —insistió ésta, ceñuda.

—No tiene por qué tener una opinión —le comunicó rotundamente lady Thistlecourt.

Paddy se puso nerviosa, para terror de las mesas de julepe.

—Paddy, ¿y si las mezclamos, lilas y rosas? —intervino Elena discretamente, por impedir una discusión inminente.

—¿Lilas y rosas? ¡Qué cosa más rara! —musitó la señora Clark. Paddy soltó un bufido ante lo que obviamente consideraba una propuesta descabellada y miró a Lali, expectante.

Ella palideció y miró nerviosa las baldosas.

—Yo... no sé—musitó.

—Oh, vamos, querida, ¿qué flor prefiere?

—Yo adoro las gardenias —soltó de pronto la señora Clark—. ¿Usted no, condesa de Bergen?

Lali respondió a la pregunta atragantándose con un sorbo de ponche y mirando a la señora Clark con los ojos muy abiertos.

—Cielo santo, ¿qué le ocurre, condesa de Bergen? —exclamó Elena levantándose de inmediato.

—¡Nada! —exclamó Lali, histérica, e intentó despachar a la duquesa con un gesto de la mano, pero Elena ya estaba junto a ella. Presa del pánico, se levantó tambaleándose, miró a Peter un segundo y después posó los ojos en la señora Clark—. ¿S-se pueden c-creer que no tolero el azúcar? —respondió, nerviosa—. No sabía que el ponche estaba azucarado y he bebido un buen trago y... ¡sencillamente no puedo tomar azúcar! —Sonrió alegre.

Todo o nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora