CAPÍTULO XXVIII: Las siete puertas

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Mickael

— ¿Las siete puertas? —dijo Jael, extrañado—. Es la primera vez que escucho eso, ¿de dónde lo sacaste?

—Menahem me lo dijo, es la única forma de traer a Rosie de vuelta —expliqué, al mismo tiempo que miré a Rosie desde lejos mientras dormía «tranquilamente», en una vieja cama que había en el edificio.

— ¿En qué momento hablaste con ella? —preguntó Jael confundido. Como no respondí de inmediato, él asumió que había sido cuando me quedé dormido—. Ah, el desmayo lo produjo ella...

—Así es, no puede aparecer o solo empeorará mi caso, se supone que el poder ser ayudado por Menahem es mi castigo.

—Por lo menos fue bastante hábil. ¿Al menos te dijo dónde están esas puertas?

— ¡Ese es el problema! Cuando iba a decirlo todo se arruinó porque me desperté.

—Oh, lo siento, es que no reaccionabas, tenía que usar mi poder para hacerte despertar, es que de verdad me asusté.

—No te preocupes, creo que hubiese sido muy malo haber despertado y que no hubieses intentado nada. Muy poco ético.

—Además, Rosie estaba desesperada —confesó él—. Estaba ansiosa y nerviosa, los ángeles no duermen, es extraño que de repente te desmayaras.

—Ya lo creo —le respondí, mirando al suelo, pensativo. «¿Quién podría ayudarme con las puertas?», me pregunté. No encontraba a quién preguntarle o pedirle la ayuda. Tenía muy escasas opciones, y la única más cerca era la de Russel que ni siquiera sabíamos si estaba vivo.

Sin embargo, la idea de pedir ayuda a Jeremías seguía rondando en mi mente, y sabía que tenía que intentarlo. Así que llegó el momento. Sin decir una palabra, cerré los ojos y me concentré al máximo. A través de mis visiones mentales, pude visualizar la ubicación precisa de Jeremías, el ángel de la muerte. Una vez que lo localicé, me dirigí hacia él.

Aparecí en una enorme atalaya en Minnesota, su lugar preferido. Sentía la energía angelical impregnada en el ambiente mientras observaba a mi alrededor. De repente, Jael apareció con las manos en alto, confundido por mi desplazamiento repentino y sin previo aviso.

Principio del formulario

—Ve a cuidar a Rosie, volveré tan pronto como pueda. Lo miré fijamente, y él asintió y desapareció con un chasquido.

— ¿Mickael? —preguntó Jeremías, aún volteado—. ¿Eres tú?


Él se giró hacia mí y quedó tan sorprendido que descendió del enorme muro que ofrecía una vista panorámica de la ciudad para abrazarme. Me tomó de los hombros y me observó como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, aunque en realidad, así era.

— ¿De verdad estás aquí? —me preguntó con extrañeza. Lo miré con un dejo de aflicción y él pareció sentirse un poco incómodo—. Algo está mal, ¿verdad?

Asentí.

— ¿Cómo puedo ayudarte? —me preguntó él, interesado.

—No sé realmente si puedas hacerlo, pero tienes que venir a verlo tú mismo —le expresé. Él me vio confundido y accedió «está bien —dijo él, tranquilo».

Al llegar al edificio, Jael estaba parado en la ventana viendo hacia el horizonte, al oírnos llegar se volteó y sonrió alegre. Él se acercó a nosotros y saludó a Jeremías inclinándose.

—Hola, Jael —le dijo Jeremías.

— ¿Muchas batallas? —le preguntó Jael. Jeremías se rio.

—Estamos en unos asuntos, pero creo que tengo disponibilidad para ayudar a Mickael.

CAUTIVANTEWhere stories live. Discover now