CAPÍTULO XXVI: Extraña sensación

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Rosie

No sabía cómo interpretar mis propios sentimientos. La sangre en mi rostro me desconcertaba, y la peculiar sensación que me invadió cuando Mickael me tocó solo aumentaba mi confusión. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Por qué de repente siento esta extraña atracción hacia él? Es como si lo necesitara, como si lo anhelara, pero al mismo tiempo, me sentía en deuda con él, como si le debiera algún tipo de lealtad. ¿Qué está pasando conmigo?

— ¿Rosie?, por favor, ¿puedes verme?

Me encontraba en un trance momentáneo, incapaz de explicar lo que estaba experimentando al mundo exterior. Aunque me sentía perdida en mis pensamientos, internamente ya no estaba desorientada. Cuando Mickael me tocó, se estableció un vínculo entre él y yo, permitiéndome recordar con más claridad todo lo que había ocurrido.

—Yo te vi —le dije a Mickael—. Cuando me lancé de ahí, vi tus alas, vi tu poder, la verdad no sé cómo es que no estoy muerta.

Él bajó la mirada, con una expresión afligida, y no pronunció ni una sola palabra. Dirigí mi atención al otro ángel, quien seguía petrificado. Me acerqué a él con cautela y lo examiné detenidamente. Al igual que Russel, parecía al borde de las lágrimas cuando de repente suspiró, como si volviera a la vida. Me sorprendí al verlo levantarse y dirigirme una sonrisa.

— ¿Estás bien? —me preguntó él. No pude decir nada, estaba realmente sorprendida. Mickael se acercó a Jael y con solo tocarlo, él regresó de nuevo a su cuerpo y reaccionó.

Él me miró extrañado, al igual que yo a él.

—Sí, lo estoy —respondí secamente.

— ¿Puedes verme? —inquirió Jael con el ceño fruncido. Al ver que no respondía me hizo la pregunta de nuevo—. ¿Cómo es que puedes verme? ¿Acaso no tienes lengua?

Lo miré con desagrado.

— ¿Crees que me interesa poder verte? —Expresé con odiosidad—. Es un don, puedo ver ángeles desde pequeña.

— ¿Qué? —dijo Mickael sorprendido—. ¿Siempre me viste?

—Solo en algunas ocasiones, pero no supe si eras un ángel de verdad o solo producto de mi imaginación, estaba muy cerrada de pensamiento, pero ahora lo puedo ver más claro.

— ¿Y eso te preocupa? —me preguntó Mickael.

—¿Por qué lo haría? —pregunté. Él me miró con seriedad, esperando sinceramente mi respuesta—. No, lo único que me preocupa es lo que dijo Kareff. ¿Cuántos ángeles oscuros hay? Ahora tengo que eliminarlos a todos.

—No tienes que hacerlo sola —dijo Russel al ver a Mickael de reojo. Yo lo observé a él, y luego a Mickael, y no dije nada.

— ¿Tú lo encontraste? —le pregunté a Russel.

—Sí, con la brújula un poco de tu sangre, lo hice cuando vi que Kareff te había atrapado. Me desesperé.

—Yo te puedo ayudar —me dijo Mickael. Lo miré de arriba abajo, y puse los ojos en blanco.

—Yo puedo sola, no te necesito.

— ¿Qué? —expresó él con el ceño fruncido. Mientras tanto me di la vuelta para irme.

— ¡Tú eres la que me estaba buscando para que te ayudara! —gritó él desde lejos. Me volteé hasta Mickael y lo miré con desagrado antes de responderle.

—Ya lo que quería saber, ya Kareff lo dijo, y, por cierto, ni siquiera sabías de qué se trataba la última llave. No te necesito.

Me giré de nuevo y seguí caminando, pero de repente él apareció frente a mí. Miré hacia atrás, confundida. ¿Era tan rápido? Lo observé detenidamente y por un instante sentí una atracción inexplicable hacia él. «No, no, no, no debería sentir esto», me repetía desesperadamente en mi mente.

CAUTIVANTEWhere stories live. Discover now