CAPÍTULO IV: La muerte en persona

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Mickael

Rosie Winslow, era mi primera protegida desde mi creación, que pertenecía al grupo de Cazadores de Demonios, de la cual, nunca supe de su existencia. Por mucho tiempo fui observado por Menahem simplemente para saber si de verdad estaba cualificado para cuidar de Rosie.

Aunque no estaba seguro de lo que venía, o a lo que me enfrentaría por tan solo ser «el Protector de una cazadora», sabía que podía protegerla sin cometer errores, ya que «cometer alguno implicaba destrucción para mí, y no me lo podía permitir».

Por otro lado, estaba un mundo tan cambiante, impredecible, pero a la vez tan seguro, que muchas cosas pasaban, buenas o malas, sucedían, era parte de la ley, y ahí mi problema. La «obsesión» por querer tener todo controlado, me hacía detestar lo impredecible, aunque casi siempre lo resolvía, era algo que me consternaba, y sentía dentro de mí, que Rosie era una bomba de situaciones impredecibles, lo que estaba a punto de vivir junto a ella, no era más que un desequilibrio que ocasionaría en mí, un descontrol indeseado.

«No puedo hacer esto», pensé, pero tenía qué.

—Jael, no estoy seguro de hacer esto —le dije, a mi compañero de batallas. Él se sentó a mi lado, mientras ambos admirábamos el atardecer desde un veinteavo piso de un edificio, en la ciudad.

— ¿Tienes opción? —me preguntó.

—No.

—Aunque sea desagradable admitirlo, escucharlo, e incluso decirlo con tu propia boca; debes asumir la responsabilidad Mickael, pero, no estarás solo. Eso puedo prometerlo.

Volteé a verlo y le sonreí aliviado. «Todo puede pasar», me dije, al bajar la mirada, pensativo, y tener una sensación a muerte. Subí la mirada para intentar entender lo que percibía, estaba alarmado.

— ¿Estás bien? —inquirió Jael viéndome con extrañeza.

—Siento a la muerte cerca —le dije. De pronto sentí un fuerte dolor de cabeza, mientras que pasaban variadas imágenes acerca de Rosie, no entendía qué me estaban mostrando porque no estaban en un orden, pero lo que sí me llamó la atención fue ver a la muerte en aquellas visiones.

Me puse nervioso y me levanté. No podía permanecer sentado hasta entender qué era lo que ocurría. «¿Qué es lo que me está pasando?», me pregunté mientras miraba hacia el frente, con la mente sumergida en confusión.

Cuando el dolor de cabeza se hizo más intenso, grité adolorido, fue ahí cuando llego alguien. Al sentir la presencia, volteé y noté que era Menahem.

—Va a morir —me avisó ella repentinamente—. Rosie está a punto de acabar con su vida.

Al escuchar esas palabras, un terrible escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me contuve, sin embargo, controlé la horrible expresión de mi rostro. Menahem no dejaba de observarme con angustia y esperaba alguna reacción de mi parte, pero yo no dejaba de pensar en cómo salvar a Rosie, por otro lado, estaba Jael acompañándome e intentando inducirme a una solución, pero su silencio solo me decía que se estaba quedando sin opciones.

— ¿Qué es lo que puedo hacer por ella? —le pregunté a Menahem, con una mirada de angustia.

—Debes hablar con la muerte, para que te dé más tiempo —sugirió Jael.

— ¿Y dónde está él? —pregunté con el ceño fruncido.

—Está con Rosie —confesó Menahem.

Rápidamente, me fui con Rosie, pero ella no podía verme, estaba en su auto, manejando mientras lloraba sin poder soportar el cansancio mental que estaba sintiendo en ese momento. Detestaba esa sensación que tenía de manera constante, ella ya no podía más.

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