Traidora a la sangre no solo es la historia de amor entre nuestra protagonista (Elia Malfoy) y Harry Potter, es también, la historia de la guerra mágica, y de la vida de Elia, como se va desenvolviendo en el mundo mágico, como se descubre así misma...
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Elia caminaba al gran comedor con los chicos, el momento con su hermano basto para que todo el color regresara a ella, hasta que una voz la llamo a ella y sus amigos.
—¡Potter, Granger y Malfoy, necesito hablar con ustedes!
Los tres mencionados dieron media vuelta, sorprendidos. La profesora McGonagall les hablaba por encima de todos. Tenía una expresión severa, el tono serio de McGonagall siempre asustaba a Elia, aunque no hubiese hecho nada malo, a bueno, al menos por ahora.
—No tienen por qué poner cara de asustados, solo quiero hablar con ustedes en mi despacho—les dijo—. Vallan con los demás, Weasley y Lestrange.
Elia junto a Hermione y Harry siguieron a McGonagall, hasta su despacho, era una pequeña habitación que tenía una chimenea en la que ardía un acogedor fuego, la profesora les hizo una señal para que se sentaran y ella también se sentó, y dijo:
—El profesor Lupin me comento lo que paso, que te sentiste indispuesto Potter.
Antes de que Harry pudiera responder, se oyó que llamaron a la puerta suavemente, y la señora Pomfrey, la enfermera y mentora de Elia, entro. Harry se sonrojó.
—Estoy bien—dijo Harry—, no necesito nada...
—Solo deja que te revise, Harry—le dijo Elia.
—Ah, eres tú Potter—dijo la señora Pomfrey—. Supongo que has estado en cosas peligrosas otra vez.
—Fue un dementor, Poppy—dijo Elia.
La señora Pomfrey la miro y sonrió—¿Tú como estas mi niña? Supe lo que paso con tu miedo a la oscuridad.
Sí que vuelan rápido los chismes, pensó Elia, pero no dijo nada, solo se limitó a sonreír, e indicar que se encontraba mejor. Entonces Pomfrey retomo el tema de los dementares.
—Poner dementores en un colegio —murmuró echando para atrás la silla de Harry y apoyando una mano en su frente—. No será el primero que se desmaya. Sí, está empapado en sudor. Son seres terribles, y el efecto que tienen en la gente que ya de por sí es delicada...
—¡Yo no soy delicado! —repuso Harry, ofendido. Y Elia se río.
—Por supuesto que no —admitió distraídamente la señora Pomfrey, tomándole el pulso.
—¿Qué le sugieres? —preguntó la profesora McGonagall—. ¿Guardar cama? ¿Debería pasar esta noche en la enfermería?
—¡Estoy bien! —exclamo Harry, poniéndose de pie. Poppy le dijo que por lo menos debería de comer chocolate, y Elia le dijo que el profesor Lupin ya le había dado, que les había dado a todos.
—Por fin tenemos un profesor de Defensas Contra las Artes Oscuras que conoce los remedios!
La profesora McGonagall le dijo a Harry que si se encontraba bien se podía retirar y esperar afuera en lo que hablaba con las señoritas Malfoy y Granger.