Yoongi busca aniquilar a los agresores de su novio Jimin, mientras su cuñado Jungkook trata de conquistar a Taehyung, un hijo de pastor.
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Tras haber sido encerrado en terapia de conversión...
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Era de madrugada. Taehyung yacía en la cama con los brazos abiertos y las piernas flexionadas. Observaba al techo con determinación, mientras de la pequeña bocina de su habitación salía la melodía de las alabanzas.
Un recuerdo llegó a su cabeza. Hace un par de años se unió con otros músicos de Los Apóstoles del Señor para buscar pequeños grupos de alabanza en otros países. Terminaron encontrando un montón de música de iglesias de otras denominaciones —es decir, protestantes que predicaban los principios teológicos de forma distinta— en idiomas distintos. La mayoría estaban en inglés, portugués y español.
Una débil sonrisa curvó las comisuras de los labios de Taehyung. Recordó también habérselo contado a Jungkook hace un par de meses en una de sus videollamadas. El grupo de músicos tradujo las canciones y se reunieron en un estudio pequeño, construido por un hermano de Seúl, y grabaron un total de veintiún canciones con permiso de los autores originales.
Taehyung se llevó el puño al pecho, tenía atrapado el brazalete roto que compartía con Jungkook. Jugueteó un momento con él, mientras en la blancura del techo se proyectaban sus recuerdos. Para el tiempo en el que encontraron las canciones, estaba pasando por un periodo de tristeza y, a pesar de que le propusieron ser una de las voces principales, decidió dedicarse a tocar el piano y participar con armonías secundarias.
Ahora agradecía su decisión. Se encontraba triste y no podría soportar escucharse a sí mismo mientras dejaba de fondo las canciones para reflexionar. El rostro de Jungkook apareció dibujado en el techo. Taehyung volvió a cerrar los ojos para tratar de erradicarlo de sus cavilaciones y, justo como las veces anteriores, lo logró solo por un par de minutos.
El alba empezó a aclarar. Había dejado las cortinas descorridas, por lo que la habitación se inundó de los primeros rayos del sol dominguero. En ese momento una de las canciones que más había disfrutado traducir, empezó a sonar por los parlantes: Por Ti Soy Feliz de Los Hermanos Devia. Tenía una letra dulce, conmovedora.
«Tan necesario eres tú en mi existencia, Señor. Eres mi bien en el mal, eres mi paz en la guerra. Eres mi consolador, cuando me encuentro en tristeza. Eres el que cura mi mal, cuando mi cuerpo se enferma.»
A Taehyung los ojos se le colmaron de lágrimas. Podía ver con claridad los destrozos de su ciudad. Había una paz falsa rondando por las calles. Los bombardeos habían cesado, volverían pronto. Y durante la espera, un polvero recorría el desastre.
—Me están arrancando el alma, Señor —susurró Taehyung con los ojos cerrados.
«Eres luz celestial, que ilumina mis negras tinieblas. Y sin ti sé que no lograría superar mis problemas. Y hoy por ti, soy feliz. Por tu benevolencia, sé que ya en el cielo tengo una corona».
