Capítulo 11

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Daisy

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Daisy

Espero en el comedor sin hacer ningún tipo de movimiento, a pesar de su corazón palpitaba, se sentía agotada. La noche anterior había sido difícil para ella, y por primera vez lo trato indiferente, porque no quería enfrentarlo. Lo único que quería era salir de ahí a tomar aire fresco, algo diferente a Londres, ir a un lugar en donde podría acomodar sus pensamientos y para eso necesitaba ir a la casa de su padre.

—Eline. —Llamo a la mucama.

—Dígame señora Bertham.

—Hoy no hagas el almuerzo, estaré fuera todo el día. —Pronuncio levantándose de la silla. Además, era la única que almorzaba en la casa.

Ella asintió. 

­—Si el señor Bertham pregunta por usted...— Empezó a decir. Aunque eso no pasaría, es más el no llegaría hasta la noche, y para eso, ella ya estaría aquí.

—Solo dile que fui a casa de mi padre. —No era ninguna mentira.

—Si señora. —Respondió. Se coloco un sombrero para el sol y agarro una sombrilla.

—Nos vemos Eline. —Ella asintió y le ayudo con la puerta. La casa de su padre no estaba lejos, solo a unos minutos caminando. No tardo mucho en llegar, e incluso el ruido de la ciudad evito que pensará en todo lo que había pasado la noche anterior y hoy.

Ahí observo la tienda de su padre, tuvo que cruzar una calle para llegar. Al estar ahí sabía que estaba en su hogar, un lugar en donde siempre sería acogida pasará lo pasará. Entro directamente a la tienda. Y ahí estaba Margaret, quién corrió a recibirla con los brazos abiertos tras que la vio.

—Señorita...digo señora Bertham —Dijo. — todavía no me acostumbro a llamarla de esa forma, y ya pasó ¿1 año?

—   2 años. —Le corrigió.

—Vaya que el tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos. —Sonrió. Era bastante tiempo. Ni ella podía imaginarse cuanto había pasado. —¿Pasa algo? —Le preguntó, al parecer se perdió en sus pensamientos.

—En absoluto.

—Parece cansada. —Pronuncio Margaret, y lo estaba, pero de vivir con alguien que no la quería y que jamás lo haría. — ¿Quiere que le prepare algo?

—No te preocupes Margaret, ya tomé algo en casa. —Dijo, aunque no era tan cierto, apenas había tocado la comida en esa mesa, pero no tenía hambre.

—Pues quiero tratar a su mucama, no la está alimentando bien. —Se quejo, y sonrió, Margaret siempre se preocupaba por ella, pero no quería molestarla.

—¿Qué te hace decir eso?

—Pues se ve más pálida y ... —¿Delgada? Eso ya lo había escuchado bastante.

Deseos del CorazónWhere stories live. Discover now