Capítulo 13

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*Advertencia: este capítulo tiene contenido sexual*

Tras la celebración del enlace de la princesa Aemma y el príncipe Aemond todos los cortesanos murmuraban sobre la noche de bodas que habían tenido los jóvenes, pues en toda la fortaleza pudieron escuchar los sonidos provenientes de la alcoba de los recién casados siendo envidiados por todos.

No se presentaron al desayuno junto a la familia real pues en ese momento estaban dormidos, agotados por no descansar en toda la noche.

Aemma abrió sus ojos perezosamente ¿qué hora sería? Al intentar moverse para salir de la cama una mano alrededor de su cintura la detuvo y levantó su cabeza encontrándose con Aemond aún dormido. Lo observó tranquila mientras que se sonrojaba al ver que ambos estaban desnudos y recordando los acontecimientos de la noche pasada.

- Buenas tardes - habló el joven conectando sus miradas - ¿estabas observándome? - interrogó con una sonrisa burlona para después besar su frente.

- Altezas - llamó la voz de alguien tras la puerta.

- ¿Si? - cuestionó Aemma pero en ese momento Aemond la giró haciendo que quedara bajo él y comenzara a besar su cuello.

- ¿Desean asistir al almuerzo real? - interrogó la sirvienta.

Aemond suspiró pesadamente sobre la piel del cuello de su esposa sabiendo que su madre era quien los había mandado buscar.

- Decidle a la reina que estaremos allí - respondió el príncipe tuerto recibiendo un beso en la mejilla de su esposa que lo hizo enrojecer y Aemma sonrió satisfecha de haberle sacado los colores.

Las sirvientas entraron y prepararon el baño para los príncipes.

- Déjennos a solas - pidió Aemond aún en la cama, mientras que su esposa se había puesto una bata cómoda. Todas las sirvientas obedecieron la orden reverenciándose y cerrando la puerta tras de si.

- ¿Por qué las has echado? - interrogó la joven curiosa mientras peinaba su cabello que había terminado bastante enredado de la noche anterior. A través del espejo veía a Aemond aún en la cama apoyado sobre el cabecero de esta.

- Quería pasar más tiempo de calidad con mi esposa - respondió levantándose y quedando expuesto completamente. Aemma dejó de peinarse al verlo a través del espejo y se sonrojó. El príncipe se acercó a ella y ya estando pegado a su espalda se agachó, retirando el cabello de su cuello atacándolo y deshaciendo con agilidad el nudo de la bata que ocultaba la desnudez de la princesa.

- Vayamos a darnos un baño juntos - sugirió ella alzándose y tomando de la mano a su esposo, guiándolo a la tina de agua caliente. Para cualquiera estaría hirviendo, pero los Targaryen aguantaban mejor el calor, en especial Aemma.

Aemond se introdujo en la bañera de metal y tomó asiento, tendiendo su mano para ayudar a entrar a su joven esposa que se sentó entre sus piernas. Comenzó a masajear su cuerpo y a la vez que se excitaba, ella daba leves suspiros de placer.

- Aemond - gimió nerviosa la princesa al notar que los dedos de él se movían en su centro provocando una oleada de placer.

- Mi dulce Aemma - susurró contra su oído siguiendo su acción notando que el orgasmo estaba cerca.

Aemma no lo soportó más y derramando el agua caliente, se sentó a horcajadas sobre el príncipe que la miraba sorprendido. Se balanceó de la manera más seductora que pudo y se acercó al joven tuerto pegando su pecho al suyo. Tomó su excitación entre sus manos y la dirigió a su entrepierna en busca de más placer y en un movimiento torpe consiguió introducirse el miembro de su esposo que al sentir como iba entrando echó su cabeza hacia atrás con un gran suspiro de placer. Cuando ya se acomodó, comenzó a mover sus caderas dejando un poco sorprendido a Aemond, pues no pensaba que su dulce princesa fuera capaz de hacer esos movimientos que lo volvían loco. Sus miradas se encontraron y pudieron apreciar la excitación del otro en sus pupilas dilatas. Las manos del joven príncipe viajaron hasta las nalgas de Aemma que al sentirlas soltó un gemido. Nunca creyó que la intimidad entre un hombre y una mujer se pudiera sentir tan bien. Normalmente escuchaba a las mujeres decir todo lo contrario pero con Aemond era diferente, no había nada que no le gustara de lo que hacían.

- Aemma - gruñó el joven Targaryen apretando el cuerpo de su esposa contra el suyo, estaba casi al límite pero quería darle el máximo placer.

- Aemond - gimió de placer la princesa llegando a su clímax enterrando sus uñas en los hombros de él, causando así que al sentir como su vagina lo apretaba, se dejara llevar y terminara por correrse. Ambos respiraban pesadamente abrazados tras llegar a su auge de placer y escucharon como tocaban de nuevo a la puerta.

- Princesa, debemos de ayudarla a vestirse - pidió una sirvienta al otro lado de la puerta provocando el sonido de molestia del príncipe al ser privado de la compañía de su esposa.

- Pasen - habló la princesa Aemma levantándose de la bañera y cubriendo su cuerpo con una bata que quedó pegada a su cuerpo por la humedad. Aemond la vio caminar hacia el dormitorio y no pudo evitar volver a excitarse al verla caminar con la ropa pegada. Nunca había tenido tanto apetito sexual pero con Aemma era diferente, siempre quería un poco más de ella, sin cansarse. Decidió salir del baño evitando posar su vista en su esposa aunque le resultara difícil y se vistió con unos de sus conjuntos negros y con tonalidades verdes.

Cuando terminó vio como las sirvientas que ayudaban a su esposa, salían de la estancia y ahí fue cuando vio como su princesa llevaba un vestido rojo con un escote cuadrado dejando a la vista el inicio de sus pechos y menos mal que no era más pronunciado porque anoche le había dejado algunas marcas. No pudo evitarlo esa piel nivea e inmaculada pedía a gritos su firma y a su esposa no pareció molestarle.

- Estás muy hermosa - alagó Aemond tomando la mano de la joven y atraerla hacia él.

- Debemos de llegar al almuerzo - advirtió Aemma poniendo su mano en el fornido pecho del príncipe intentando mantener las distancias y este asintió con cierta frustración, pues tenía la esperanza de convencerla.

Caminaron por los pasillos de la Fortaleza Roja siendo saludados por los cortesanos que se cruzaban.

Al llegar todos estaban en sus asientos y alzaron la mirada al encontrarse con los recién casados.

- El príncipe Aemond y la princesa Aemma - anunció un guardia.

- Nos alegra veros - comentó Alicent con una sonrisa.

- Hermana - se acercó Lucerys a la muchacha - ¿os encontráis bien? - interrogó el de cabellos castaños con mirada amenazante hacia su, ahora, cuñado.

- Estoy bien Luke - respondió con una sonrisa mientras acariciaba la mejilla del menor. Aemond rodó su único ojo con pesadez respecto a la actitud del de cabellos rizados.

Tomaron asiento juntos teniendo Aemond a su lado a su madre y Aemma a la suya.

- Por lo que escuché disfrutasteis de la noche de bodas - habló Aegon bebiendo de su copa.

- Aegon - habló desafiante su madre pero fue ignorada.

- Los gemidos de Aemma se escucharon por toda la fortaleza, bien hecho hermano - terminó de decir el mayor de los hijos de Alicent levantando su copa en señal de brindis pero nadie le siguió, al contrario, Aemond lo tomó del cuello del jubón y recortó la distancia que tenían:

- Nunca te atrevas a poner en tu boca el nombre de mi esposa - amenazó el del parche a su hermano mayor que asintió frenéticamente.

Dragon's  Blood [Aemond Targaryen]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant