Capítulo 9

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Los años pasaron, siendo más exactos, nueve largos años de paz y tranquilidad.

Era un día cualquiera en Rocadragón. Los tres vástagos mayores de la Princesa y Baela entrenaban junto a Daemon.

- Vamos Luke, tu hermana me da golpes más fuertes - se metió el mayor con el joven de cabellos rizados que intentaba batirse en duelo con él.

Luke cayó al suelo tras recibir una patada de Daemon y su hermana fue en su rescate.

- Daemon pudiste hacerle daño - inquirió la joven comprobando el estado de su hermano de catorce años mientras que el mayor reía.

- Perdona no sabía que estaba tratando con una damisela - se metió el hombre con el orgullo del joven Velaryon que empujó a su hermana y se levantó, atacando a su padrastro - eso está mejor - dijo con una sonrisa.

Tras la práctica cada uno se fue a sus aposentos para cambiarse. Aemma se puso un vestido azul con escote cuadrado y su pelo lo peinaron con trenzas a sus lados que unieron por detrás haciendo un semi recogido informal. Bajó al salón familiar dónde cenaban todos, junto al joven caballero que le había asignado su madre como guardia, Jon Grover.

- Me encanta el vestido, hermana - alagó Rhaena admirando a la mayor.

- Gracias Rhaena - agradeció la princesa abrazando a su hermanastra.

Se acercaron a la mesa y tomaron asiento dónde correspondían. Aemma tenía a un lado a Jace y al otro a Luke. En la cena todos conversaban y reían animadamente.

- Hermana, sois la más hermosa de los Siete Reinos - dijo Joffrey acercándose a ella, que lo cogió en brazos y lo subió en sus piernas.

- Mi pequeño - musitó Aemma para besarlo en la mejilla.

- Deja de mimarlo - dijo Lucerys burlón.

- No te pongas celoso Luke - respondió la mayor tomando por la barbilla el rostro del contrario y apretando sus mejillas.

- ¿Sabéis cómo os llaman? - interrogó Baela con una sonrisa.

- ¿Ya se me ha puesto un sobrenombre? - respondió con una pregunta.

- Me habéis quitado el título - habló Rhaenyra con diversión.

- ¿Qué? - dijo Aemma sorprendida.

- "La Nueva Delicia del Reino" o algo así escuché - habló Daemon.

- Me alaga que me comparen con mi madre - expresó la joven princesa compartiendo sonrisas con su progenitora. Aemma no pudo evitar recordar a su madre cuándo era niña. Era cierto que hacía ya dos embarazos que no recuperó su esbelta figura pero para ella seguía siendo bella. Además sin esos embarazos no tendría a Joffrey o Aegon, sus hermanos más pequeños.

Tras finalizar la cena, Aemma se dirigió a sus aposentos antes de lo normal debido a un dolor estomacal que achacó a haber comido demás aunque en realidad no era así. Ya se había cambiado el fino vestido que llevaba por un camisón blanco. Estaba leyendo un libro que estaba escrito en su lengua ancestral, con una vela iluminando su visión cuando un punzante dolor se hizo presente de nuevo, que la obligó a dejar el libro y agarrar su vientre. Pensó en llamar al maestre pero al levantarse vio como había dejado una gran mancha de sangre en el asiento y su primer reflejo fue mirar la parte trasera del camisón comprobando que también estaba teñido de carmesí. Su respiración se entrecortó y las lágrimas luchaban por salir. Corrió a la puerta de sus aposentos y llamó a su guardia personal que estaba junto a su puerta.

- Jon, debéis avisar a mi madre - indicó la joven al caballero que asintió para después avisar a una sirvienta, pues no podía dejar sin vigilancia la estancia de la princesa.

- Princesa - la llamó la sirvienta haciendo una reverencia - vuestra hija solicita su presencia en sus aposentos. Rhaenyra se levantó preocupada pues no era normal que avisara a través de alguien.

- Madre - dijo sollozando la joven cuando su progenitora había pasado el umbral de la puerta junto a la sirvienta y ambas pudieron observar el camisón manchado de la princesa.

- Aemma - habló su madre andando a paso apresurado hacia ella y agachándose a su lado - traed un camisón limpio, gasas, agua tibia y un té para el dolor - ordenó a la muchacha que la había traído.

- ¿Qué le ha ocurrido a la princesa? - preguntó Ser Jon curioso a la sirvienta que traía gasas mojadas en agua mientras que otra llevaba un camisón y una tercera, una bandeja con un té.

- La princesa ha florecido - susurró la muchacha avergonzada de lo que acababa de decir mientras que el mundo del caballero caía a sus pies. Después de un año siendo el guardia personal de la princesa se había enamorado de ella y el saber que llegó ese momento lo entristeció.

Todos en Rocadragón sabían el acuerdo al que había llegado Rhaenyra con la reina. Aemma partiría a Desembarco del Rey tras su primer periodo para casarse con su hijo Aemond o como lo llamaban "el tuerto". En realidad, Otto quiso llevársela mucho antes pero la Princesa de Rocadragón luchó para que aquello no sucediera. No iba a permitir que su hija aún siendo una niña y sin saber defenderse quedara a la merced de aquellas víboras verdes. Por eso la adiestró junto a su señor esposo de la mejor manera para que, llegado el momento, no fuera devorada por aquellos que reinaban en nombre de su padre.

Tras tranquilizar a su hija, Rhaenyra fue a sus aposentos que compartía con Daemon, que la aguardaba junto a la chimenea.

- Ya me he informado - habló primero el hombre pues su mujer lo miraba entristecida.

- No debí dejar que este compromiso siguiera en pie - se recriminó a si misma la Princesa.

- Viserys seguía empeñado en eso de unir a la familia pero cuando dejó de reinar, el estúpido de Otto no cedió - dijo el Príncipe Canalla recordando cómo anteriormente habían intentado romper el compromiso sin éxito en ello.

- No entiendo tanto interés en mi hija, podrían casarlo con otra Lady - expresó con pesar - a ellos no les importa la dinastía Targaryen, les da lo mismo unir a la familia.

- Otto quiere usarla para la guerra que viene - advirtió Daemon a su esposa.

- En eso te equivocas, no habrá guerra - habló Rhaenyra intentando alejar esa realidad que en el fondo sabía que podía ocurrir.

- ¿Y cuándo partimos a la capital? - interrogó el hombre intentando ignorar lo que acababa de decir la princesa.

- Ya he puesto en marcha nuestra partida, así que en menos de dos días nos iremos - sentenció la princesa para cambiarse de ropa y descansar si conseguía pegar ojo.

- No quiero que te vayas - dijo el pequeño Joffrey llorando.

- Mi pequeño - dijo Aemma acariciando el rostro del pequeño príncipe para limpiar las lágrimas - siempre podréis venir con madre a verme y yo también podré visitaros.

- Pero ya no estarás aquí para contarme las historias de Harwin Strong - dijo con pesar el niño.

- Te gusta mucho Ser Harwin - habló la joven emocionada pues aunque su hermano pequeño no tuvo la suerte de conocerlo ella sabía que debía de saber de él, aunque fuera a través de sus historias.

- Por supuesto y de mayor quiero ser un caballero honorable como él - expresó el niño tomando su espada de madera de manera animada, provocando la risa de su hermana conteniendo las lágrimas por saber que no lo vería crecer.

Al salir se encontró con su madre que estaba en el pasillo.

- Madre - llamó la muchacha cerrando la puerta tras de sí.

- Sigues hablándole sobre Ser Harwin - habló con una sonrisa su progenitora.

- Es lo menos que puedo hacer, Ser Harwin... - comenzó a decir pero negó con la cabeza - nuestro padre, cuidó de nosotros hasta el final de sus días y Joffrey debe de saberlo.

- Tienes razón hija mía - respondió emocionada Rhaenyra atrayendo a su hija y soltando un pequeño sollozo. "Cuanto la voy a añorar" pensó la adulta con tristeza.

Dragon's  Blood [Aemond Targaryen]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin