24. Odio que no te odio

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—De nada.

—Disculpa por lo que pasó— no fue mi culpa, pero tengo la extraña necesidad de disculparme con él.

—Tranquila— su voz es lenta y calmada. Pero no me engaña, por dentro es un puto volcán en erupción.

—Si te hace sentir mejor— musito ya con la puerta abierta—, prometo no repetirle a nadie lo que ha pasado aquí.

—No esperaba menos— una vez se ha asegurado de que mi cuerpo esta completamente fuera del marco, me cierra la puerta en las narices.

—Imbécil— mascullo entrando en mi departamento.

—¿Quién?— inquiere una voz femenina a mi espalda.

Me giro para encontrarme con Alma, esta sacando cosas de una caja y tiene una sonrisa en el rostro. Ah, también hay una botella de champagne justo detrás de ella, en la mesa auxiliar de la sala de estar.

—¿No es temprano para tomar?— le pregunto para cambiar de tema.

—¿Ahora eres nuestra madre?— bufa—. Creía que todo esto de mudarnos juntas era para independizarnos y llevar una vida de adolescentes libertinas.

—Tienes veinte años— mascullo—. Y, que yo recuerde, tu fuiste la que quiso venir a vivir conmigo.

—¡Y parezco quinceañera!— chilla y me hace un gesto con la mano—. Deja de quejarte y ven a ayudarme a desempacar.

Señala todas las cajas que ha dejado encima de las mías y casi me da un infarto. Tiene más cosas que yo, y eso ya es mucho decir.

—¿Cómo es que tienes tantas cosas si compartías habitación en la residencia?

—Dejaba varías de las cajas en casa de Josh— dice tristemente—. Terminé con él y ya no podía seguir acaparandole el espacio.

—Me sorprende que duraran tanto— ironizo.

—Era un buen chico— me mira y se encoge de hombros—, aunque no era muy bueno en la cama, hacía esta cosa con la lengua que bueno...

—No necesito detalles— la interrumpo caminando hacia el pasillo de las habitaciones.

—Tu móvil no ha parado de sonar desde que llegué.

No digo nada y sigo caminando hasta encerrarme en la comodidad de mi cuarto. Sigo sin poder acostumbrarme del todo a tener un departamento, pero supongo que con el tiempo finalmente podré deshacer las cajas y sentir que este lugar realmente es mío, que nadie vendrá a quitarmelo.

Además, la información que he descubierto hoy sigue haciendo un hueco en mi cabeza como si fuera un taladro... Nunca le he preguntado a Aren de que conoce a Kris, no sé si me diría la verdad, pero es raro saber que estos dos tienen un pasado oscuro que hace que se odien.

Cojo en celular de la mesita de noche en la que lo dejé cargando y me encuentro con un mensaje de Aren.

Angel de la muerte:
Buenos días, preciosa
¿Hacemos algo hoy?

Yo:
Hola, no puedo,
tengo trabajo.

Y en parte es cierto, hoy empiezo a trabajar en la pizzería, pero la otra parte es que no tengo ganas de verle. Sería incómodo después de lo de anoche, además, necesito organizar mis ideas para encontrar la manera de preguntarle acerca de la muerte de la tal Margot.

Todo lo que ha pasado son alteraciones inevitables al plan original y debo buscar la forma de proseguir para volver al camino que desde un principio estaba marcado.

Prohibido Enamorarse Where stories live. Discover now