23. Desayuno con el enemigo

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Aura Miller

Es increíble la facilidad que tenemos para torcerlo todo.

La facilidad con la que las cosas que debemos mantener controladas hasta encontrar la manera de extinguirlas, crecen y crecen hasta que se nos salen de las manos.

Hasta que son esas cosas las que nos controlan a nosotros.

Y lo que pasó anoche..., lo que hice anoche, es la prueba más factible de ello.

Se suponía que sólo sería un beso, un puro e inocente beso no le hace daño a nadie; y, sin embargo, creo que no es necesario recordar como terminó la noche.

Cómo terminé la noche.

De solo recordarlo vuelven a subirme los colores a la cara, y eso que no soy de las chicas que se sonrojan por cualquier cosita. Pero es que anoche no fue cualquier cosita, anoche... anoche marqué un antes y un después en mi vida.

Me levanté hace dos horas directamente a limpiar el sofá en el que sucedió todo, como si también pudiera limpiar mi conciencia. Soy la peor mejor amiga del mundo, no solo me toqué pensando en el ex de mi mejor amiga, sino que también le traigo unas ganas tremendas al susodicho.

Ya no vale la pena negarlo. Aren me atrae, y mucho, con demasiado.

Es solo que... Ash, ni siquiera sé que decir para sacar a mi cabeza de esa absurda conclusión.

Ya llevo una hora intentando, sin éxito, encontrar la excusa perfecta para justificar mi comportamiento, pero no encuentro nada cuerdo ni mucho menos decoroso.

Y eso no es lo peor, lo peor es que cada vez que recuerdo los penosos hechos de anoche, el calor y la humedad de anoche regresan con renovadas fuerzas.

Como si anoche no hubiera tenido suficiente.

Siempre he pensado que lo único que una mujer no debe perder jamás es su dignidad. Es nuestra mejor arma, mostrarse orgullosa y digna delante de un hombre grosero y altanero solo hace que él se interese más.

Y Aren, no fue altanero, pero si muy grosero.

Básicamente le rogué que se acostara conmigo —cabe destacar que nunca, nisiquiera en mi experiencia virgen e inexperta, llegué a rogarle a un chico. Como dije anteriormente, mi orgullo no me lo permite—, y él, con su discursito de las etiquetas, los modales y las demás mierdas, que sinceramente no escuché, porqué me aburrió en cantidades industriales, fue muy caballeroso al decirme que no.

Que vaya y se meta toda esa magnífica caballerosidad por el culo si tantas ganas tiene de utilizarla.

Estoy dolida, muchísimo.

Si Aren se quedaba a pasar la noche conmigo, al despertarme me habría sentido la peor persona del mundo (algo similar a lo que pasa justo ahora). Me habría arrepentido, le habría gritado, pegado y echado del departamento a patadas, almohadazos y pellizcos, diría que con una escoba también, pero es que todavía no he comprado artículos de limpieza.

Justo lo que el dijo que pasaría.

De todas formas habría acabado molesta con él, pero al menos, con algo más que el recuerdo del orgasmo que yo misma me dí.

Algo digno de recordar. Por mucho que me avergonzara cada vez que lo hiciera.

Genial, ahora vuelvo a estar excitada. Malditasea.

Si hay algo peor que estar excitada por culpa de Aren, es estar excitada y enojada por culpa de Aren.

Estoy bastante segura de que no hay nadie en todo el planeta tierra al que odie más que a Aren.

Prohibido Enamorarse Där berättelser lever. Upptäck nu