Sabía que los campistas mayores y los consejeros me observaban, intentaban decidir quién era mi
padre, pero no les estaba resultando fácil. Yo no era fuerte como los hijos de Ares, ni tan buena en el arco como los de Apolo. No tenía la habilidad con el metal de Hefesto ni —no lo permitieran los dioses— la habilidad de Dioniso con las vides.

Dionisio frunció el ceño, ni que el quisiera que esa mocosa fuera su hija

Luke me dijo que tal vez fuera hija de Hermes, una especie de
comodín para todos los oficios, maestro de ninguno. Pero tuve la impresión de que sólo intentaba hacer que me sintiera mejor. Él tampoco sabía a quién adscribirme

A pesar de todo, me gustaba el campamento. Pronto me acostumbré a la neblina matutina sobre la playa, al aroma de los campos de fresas por la tarde, incluso a los sonidos raros de los monstruos de los bosques por la noche. Cenaba con los de la cabaña 11, echaba parte de mi comida al fuego e intentaba
sentir algún tipo de conexión con mi padre real. No percibí nada, sólo el sentimiento cálido que
siempre había tenido, como el recuerdo de su sonrisa. Intentaba no pensar demasiado en mamá, pero seguía repitiéndome: «Si los dioses y los monstruos son reales, si todas estas historias mágicas son posibles, seguro que hay manera de salvarla, de devolverla a la vida…»

Poseidon suspiro ya veía que sacarle una idea de la cabeza a su hija era misión imposible

Empecé a entender la amargura de Luke y cuánto parecía molestarle su padre, Hermes.

Los semidioses se vieron entre ellos conscientes de que si nerea hubiera escogido estar del lado de luke y Cronos las posibilidades de ganar la guerra hubiera sido mínimas

Sí, de acuerdo,
a lo mejor los dioses tenían cosas importantes que hacer. Pero ¿no podían llamar de vez en cuando, o
tronar, o algo por el estilo? Dioniso podía hacer aparecer de la nada una Coca-Cola light. ¿Por qué no podía mi padre, o quien fuera, hacer aparecer un teléfono?

Poseidon se removio incomodo en su trono, no entendía porque no había reclamado a nerea desde hace tiempo

El martes por la tarde, tres días después de mi llegada al Campamento Mestizo, tuve mi primera lección de combate con espada. Todos los de la cabaña 11 se reunieron en el enorme ruedo donde Luke nos instruiría.

Empezamos con los tajos y las estocadas básicas, practicando con muñecos de paja con armadura
griega. Supongo que no lo hice mal. Por lo menos, entendí lo que se suponía que debía hacer y mis
reflejos eran buenos.

El problema era que no encontraba una espada que me fuera bien. O eran muy pesadas o demasiado ligeras o demasiado largas. Luke intentó todo lo que estuvo en su mano para pertrecharme, pero
coincidió en que ninguna de las armas de prácticas parecía servirme.

Nerea sonrió recordando su hermosa espada

Después empezamos a enfrentarnos en parejas.
Luke anunció que sería mi compañero, dado que era la
primera vez.

—Buena suerte —me deseó uno de los campistas—. Luke es el mejor espadachín de los últimos
trescientos años.

—A lo mejor afloja un poco conmigo —dije.

El campista bufó.

Luke me enseñó los ataques, las paradas y los bloqueos de escudo a la manera dura. Con cada golpe,
acababa un poco más machacado y magullado.
—Mantén la guardia alta, nerea —decía, y me asestaba un cintarazo en las costillas—. ¡No, no tan alta!

NAZ-[PJO]-wtmWhere stories live. Discover now