CAPÍTULO 32

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NARRA NATALIA:

Desde que Alba en el trayecto del AVE de ida a Barcelona había dicho que sus amigos habían pinchado la rueda del coche y por eso no habían llegado a tiempo a la estación no había dicho nada más sobre ello. Por una parte me sabía mal preguntarle porque igual estaba un poco triste ya que sus amigos no habían venido y no quería sacarle el tema, pero por otro lado también me sentía mal por no preguntarle si sabía algo más de ellos. Yo no había notado nada raro en ella, la veía normal, como siempre, pero no sabía si lo llevaba por dentro o si realmente no le afectaba como yo me imaginaba porque realmente, no la conocía tanto. Yo sabía perfectamente lo que era que tus amigos te dejaran plantada y también como se sentía ese agotamiento mental causado por tener que supervisarlo siempre todo y de tomar decisiones constantemente en un grupo de amigos. Obviamente no es una situación para nada agradable, más bien todo lo contrario, la verdad que no se lo desearía a nadie, y menos a mi novia. Lo único que quería era que Alba estuviera cómoda y feliz con nosotras porque al fin y al cabo habíamos ido a pasárnoslo bien.

Llevábamos 2 paradas yendo de pie en el metro porque el vagón iba lleno y no había prácticamente asientos hasta que de repente uno quedó libre y no me lo pensé 2 veces, corrí como si no hubiera un mañana. María, Vicky y Alba me miraron con envidia por la rapidez en la que había ido hacia el asiento.

-Eres flash ahora o que? Si es que ni me ha dado tiempo de ver que se había quedado el sitio libre- Dijo María riéndose por mi super carrera pero muerta de envidia.

-Soy Natalia Lacunza, la más veloz de mi pueblo- Respondí riéndome porque había sido la ganadora en esa ocasión.

-Si es que he escogido a la mejor- Dijo Alba mirándome con ternura.

-Ven aquí rubia- Le dije a mi novia haciendo un gesto sobre mis piernas para que Alba se sentara encima mío.

-Seguro?- Preguntó Alba poniéndose roja pero al mismo tiempo acercándose a mí.

-Claro- Añadí extendiéndole el brazo y dándole la mano para que viniera.

Se acercó lentamente poco a yopo como con vergüenza, pero al mismo tiempo con ganas, ya que dejaba ver una sonrisa pícara en su rostro. Alba nunca se había sentado encima mío, es por eso que me puse nerviosa al sentir la presencia de su cuerpo encima del mío. Se sentó de lado, por lo que nos podíamos mirar estando a escasos centímetros la una de la otra, cosa que aumentaba mi nerviosismo, pero eran unos nervios buenos, como de enamoramiento aunque me asustaba pensarlo. Alba para ponerse más cómoda, me rodeó con un brazo por encima de los hombros, haciendo que me quedase más cerca de ella. Sentía como los latidos de mi corazón se aceleraban y como nuestras respiraciones eran cada vez más entrecortadas. No nos dijimos nada, pero no hizo falta, simplemente nos miramos por unos segundos y las miradas hablaron por nosotras. Me acerqué solamente un poquito más, de manera que nuestras narices se rozaban, pero no hice nada, solo seguí mirándola fijamente a los ojos por unos segundos más. Alba era tímida, le gustaba que yo tomara la iniciativa y a veces, si se había levantado puñetera ese día, le encantaba dejarme con las ganas. Después de esa batalla de miradas que parecía que no iba a acabar nunca, evitar besarla fue misión imposible, estaba tan guapa, era tan tierna y me hacía sentir tantas cosas... Ese día parecía ser que no se había levantado puñetera porque no evitó que nuestros labios se juntasen, primero muy despacio y de una manera muy suave mostrando su timidez en aquel beso, dándonos todo el cariño que necesitábamos. Después la vergüenza se fue marchando poco a poco, haciendo así que saciáramos las ganas que teníamos la una de la otra. La agarre de la cintura atrayéndola a mi cuerpo y sintiéndola todavía más cerca, ella tenía una mano sobre mi mandíbula y la otra acariciándome el cuello. Me separé un segundo para coger aire como un submarinista que sube a la superficie en busca de oxígeno, dejé ir un suspiro y bajé la mirada. Alba, dejando por completo la timidez, acercó sus labios a mi oreja y susurró: "Me estás provocando demasiado y no se donde está el freno", haciendo que me quedara perpleja por un segundo. Mi novia, rápidamente volvió a acercar nuestros labios con un ligero movimiento de su mano situada sobre mi cuello, haciendo que volviera a ocurrir y sentía como mis mofletes se ponían cada vez más rojos por el calor que estaba sintiendo y por lo que me había susurrado a la oreja. Moví mi mano también a su cuello y haciendo un poco de fuerza para profundizar el beso, sintiendo su lengua prácticamente en mi campanilla.

No me sueltes nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora