Capitulo 24: ¿El final?

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Alastor estaba embriagado de éxtasis. Cada fibra de su ser zumbaba con una alegría que amenazaba con desbordarse en lágrimas de puro deleite. Saboreaba el terror que se reflejaba en los ojos de Sera, como un néctar oscuro que alimentaba su furia creciente. Sus cuernos se alzaban majestuosos, retorciéndose con una malévola elegancia, emulando la forma de lo que alguna vez fue su halo celestial.

-Al, por favor, detente. No quiero lastimarte-suplicó Sera, su voz temblorosa resonando en la penumbra.

-Qué lamentable, yo sí.

Las sombras se cernieron sobre ellos, envolviendo a Sera en un abrazo asfixiante de oscuridad. Una energía verde y siniestra irradiaba de Alastor, transformándolo en una encarnación viviente del mismísimo abismo. Los gritos desgarradores de Sera perforaron el aire, tan agudos y penetrantes que hicieron retroceder a los ángeles que se encontraban cerca, dejando a los pecadores en paz mientras regresaban presurosos al cielo.

Sera se retorcía en agonía, sus huesos crujían como ramas secas bajo un peso implacable. Cada movimiento era una danza macabra de dolor, cada grito una súplica desesperada perdida en el vacío. La oscuridad la aprisionaba, aplastándola con una fuerza sobrenatural, mientras su piel se desgarraba y su sangre se mezclaba con la sombra que la devoraba lentamente.

Del suelo emergieron cientos de almas, todas con cadenas verdes que brillaban tenuemente. Eran los pecadores desafortunados que habían hecho tratos con el temible demonio de la radio. Alzó la mano, apuntando con su dedo la puerta del cielo, ordenando a su ejército de pecadores miserables irrumpir el cielo. Sera gritó rogándole a Alastor que se detuviera. No podía dejar que el cielo pareciera por un error de ella.

En medio del caos un estruendo retumbo en la oscuridad, Alastor salió disparado por los aires y choco contra un edificio cercano. El cual quedó en ruinas ante el impacto.

La oscuridad que rodeaba a Sera se disipó, ella intento levantarse, pero no podía. El cuerpo entero le dolía, sus brazos y piernas estaban rotos y continuaba sangrando. Alzó la mirada para ver a su salvador, Lucifer, que no parecía prestarle much atención a ella. La mirada del Rey del Infierno estaba sobre Alastor.

-¡¿Qué mierda, Alastor?!-gritó Lucifer con rabia-¡¿Por qué carajos mandaste a tus lacayos al cielo?! ¡Traerlos de vuelta, ahora mismo! ¡No pienso dejar que empeores esta puta masacre! ¡Y...-se calló de golpe, observado con sorpresa al demonio frente a él-No me jodas...

Con los ojos bien abiertos Lucifer observo como Alastor se erguía majestuoso, con alas resplandecientes de blanco puro, salpicadas con plumas que parecían beber del fuego carmesí del amanecer. Lo contempló, sorprendido por la magnificencia que desbordaba de cada pluma, de cada contorno de su ser. Tres pares de alas desplegadas, como velos ondulantes de la aurora, bailaban con gracia celestial en el oscuro telón que los envolvía. Y sus astas, retorcidas y nobles, evocaban la imagen de una aureola invertida, una corona de luz que destellaba con su propio resplandor en medio de la noche.

Razzle volaba cerca, sobre él Rosie que observaba con asombro lo que ocurria, se escondió en unos escombros cercanos. Todo para observar los sucesos que se desataban a pocos metros de ella.

-¿No es obvio, su majestad?-preguntó Alastor, retórico-Y no te preocupes, enano, cuando acabe con el cielo el infierno estará a salvo. O lo que quede de él.

En un frenesí de violencia desatada, los golpes resonaban como truenos, haciendo temblar las mismas entrañas del inframundo. Lucifer y Alastor se enfrentaban con una ferocidad despiadada, cada puñetazo era como el choque de dos meteoritos, creando ondas de choque que arrasaban con todo a su paso. Los edificios se desmoronaban bajo el peso de su furia, las llamas devoraban lo que quedaba de la arquitectura infernal, y el suelo se agrietaba como la piel de un anciano bajo el sol implacable.

Por ratos, Alastor intentaba rehuir y atacar a Sera, pero Lucifer lo detenía con rayos de energía y se posicionaba delante de él para evitar que se acercara más.

-¡¿Por qué mierda la defiendes?! ¡Intento matarte!-rugio el demonio de la radio con furia.

-¡Si la matas, la ira del cielo será implacable! ¿Crees que ella me agrada? ¡Mierda, es la ángel más detestable que he conocido! ¡Incluso más detestable que tú!

Alastor gruñó, alzó su bastón y con ese movimiento una esfera de energía oscura choco contra Lucifer y lo envío al suelo, el cual se agrieto por la fuerza del impacto.

Gracias al caos desatado, los edificios cercanos estaban hechos trizas, parecían apunto de caer.

La sangre dorada de Lucifer y la oscura esencia de Alastor se mezclaban en un macabro baile, tiñendo el suelo con un mosaico de colores que reflejaba la brutalidad del enfrentamiento. Cada herida era un grito de agonía, cada golpe un eco de la guerra que se libraba en los confines del abismo. Los pecadores observaban con horror desde las sombras, incapaces de intervenir mientras sus líderes se consumían en una espiral de destrucción.

Sera, herida y exhausta, luchaba por mantenerse en pie, su cuerpo magullado y roto temblaba con cada respiración entrecortada. En sus ojos se reflejaba la batalla que ocurria frente a ella. Torpemente extendió sus alas e intento huir el cielo.

Al observar la situación, Alastor se lanzó velozmente hacia Sera, sujetándola firmemente por ambos brazos para inmovilizarla. Con rapidez ascendió hacia las alturas llevándola consigo, y luego descendió con aún mayor velocidad, estrellándola contra el suelo y generando un cráter por el impacto. Sera soltó un grito de dolor mientras la sangre dorada brotaba y las lágrimas empezaban a caer.

-¡Alastor, cariño, basta!-Rosie salió de su escondite-¡Esto es demasiado, incluso para mí!

La volteó a ver de reojo, intento ignorar sus palabras y creó una esfera de oscuridad que salía de sus manos, la cual crecía y crecía. Con ella planeaba matar a la serafín, cuando notó que Lucifer estaba apunto de abalanzarse contra él, creo un escudo de energía oscura que lo rodeó.

-Aún recuerdo mi caída, tengo pesadillas con aquel momento-su ceño fruncido hacia un enorme contraste con la enorme sonrisa que decoraba su rostro-. ¡Y tú te haz olvidado que yo estaba aquí, cumpliendo un castigo que tu me pusiste por cosas que todavía no hacía!-gruñó.

-¡Y no me arrepiento de nada-le escupio-, porque soy la portavoz de Dios!

-Perdiste tu única oportunidad.

Obviamente todavía faltan varios capítulos para que esto se acabe jijiji.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora