Capítulo 11: El inicio del caos

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En un susurro rogado, Charlie instó a Angel Dust a resistir, mientras sus ojos desesperados escudriñaban cada rincón a su alrededor. El pánico la envolvía, su corazón latía con fuerza, una mezcla de ira y preocupación consumía su ser. En aquel instante, anhelaba haber heredado las preciosas alas de su padre.

La sangre continuaba brotando del cuerpo débil de su amigo, y verlo tan vulnerable en sus brazos alimentaba su resentimiento hacia el cielo con cada latido. Lo sujetaba con fuerza, aferrándose a él como al tesoro más preciado.

Los ángeles atacaban con ferocidad, lanzando rápidas ráfagas de luz. Sin vacilar, Charlie respondió con determinación, desatando su propio poder para enfrentar el asalto divino. Explosiones resonaban en los confines del cielo; los ataques de Charlie eran rápidos pero no muy precisos. La joven demonio se abría paso entre los ángeles, protegiendo a Angel Dust con todas sus fuerzas.

Con cada movimiento, la batalla adquiría una intensidad épica. Charlie luchaba con valentía, llevando consigo a Angel Dust en una danza desesperada por la supervivencia.

Finalmente, con un último esfuerzo, Charlie cargó a Angel Dust en sus brazos mientras huían del caos. Utilizándolo como escudo para esconderse y escabullirse de los ángeles que los perseguían.

De repente, un par de brazos envolvieron a Charlie, arrastrándola hacia un rincón oscuro. Un suspiro de alivio escapó de sus labios cuando sus ojos se encontraron con la celestial presencia de Gabriel, quien con un gesto le indicó que guardara silencio.

—Estás tomando el camino equivocado —la reprendió en un susurro—. Si nos apuramos, puedo abrirte las puertas sin que nadie se dé cuenta.

Tomó el brazo de la hija de Lucifer, listo para guiarla, pero antes de avanzar, un ángel se precipitó frente a ellos. Una ángel. Empuñaba una lanza celestial que apuntaba directamente a la Princesa del Infierno. Aquella muchacha miró con desdén a Gabriel.

—No puedo creer que estés traicionando al cielo —le reprochó—. ¿Quieres acabar como Lucifer?

—Ella no es Lucifer, es su hija —respondió él—. No es culpable de nada. Déjala ir, Vaggie, por favor.

La ángel entrecerró los ojos. Gabriel se posicionó frente al par de demonios para defenderlos de su compañera.

Se sentía arrinconada. Charlie apretó con más fuerza a su amigo, cuyas ropas parecían teñidas de rojo por la cantidad de sangre que había perdido.

—Lo siento por arrastrarte a esto, Angel. ¿Podrás perdonarme? —suplicó, mientras un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

El pecador esbozó una débil sonrisa, posando una mano en la mejilla de la rubia para secar sus lágrimas con suavidad.

—Nos vemos como unos putos perdedores, con los ojos hinchados por el llanto.

Charlie soltó una risa ante esas palabras. Cubrió con su cuerpo a Angel y cerró los ojos, esperando su final, tratando de no ver a los ojos a la amenazante ángel que la apuntaba con un arma.

Esa escena removió algo dentro de Vaggie, bajó el arma con desconfianza sin apartar la vista de aquellos seres infernales. Se molestó consigo misma por sentir pena por la Princesa del infierno y su amigo pecador. Torció la boca en una mueca de disgusto y resignación, alejando finalmente el arma.

—Sólo porque parece que ya han tenido suficiente—murmuró Vaggie, abriéndose paso apartando a Gabriel.

Ayudó a la demonio y a su amigo a ponerse de pie. Intentando ser cuidadosa con el pecador herido.

—Distraere al resto—le dijó Vaggie a Gabriel—, y jurame que no volverás a hacer algo como esto.

—Gracias, Vagg.

Ángeles Caídos|| Hazbin Hotel [En Pausa]Where stories live. Discover now