Capítulo 18: La perdicion en una llamada

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Los párpados de Gabriel se alzaron con pesadez, encontrándose en una estancia ajena para él. A unos metros, en un lecho distinto, yacía Vaggie, aún con los ojos cerrados. Intentó llamarla, pero las palabras se resistían a salir de su boca. Repitió el intento, mas sin lograr emitir sonido alguno.

Se incorporó con agitación, envuelto en confusión, mientras todo a su alrededor giraba y sus piernas temblaban. Contempló sus manos, antes delicadas, ahora parecían garras en lugar de dedos. Al avanzar hacia su compañera, derribó una bandeja de plata que contenía algo de alimento, generando un estruendo que reverberó en las paredes como un eco ominoso. Se contempló en el reflejo de aquel utensilio finamente pulido.

Horrorizado, observó su apariencia: cabello despeinado y ojos transformados en una negrura absoluta. Ansió gritar, mas solo exhaló aire. ¿Qué sucedía? ¿Por qué su voz se negaba a surgir? Su corazón comenzó a latir con fuerza. Fijó la vista en sus alas, ahora teñidas de un negro con vestigios del blanco que alguna vez las caracterizó. Sus dientes, antaño perfectamente blancos, se tornaron amarillos y puntiagudos.

Volteó en todas direcciones con creciente terror en el pecho. Las altas paredes oscuras, adornadas con diseños extravagantes y tenebrosos, revelaban una arquitectura predominantemente gótica.

No podía ser cierto.

Vaghata, Vagg, Vaggie!" Gesticuló, aproximándose a ella casi a la carrera, pero una vez más, su boca se negaba a articular palabras. Al llegar junto a ella, la sacudió en un intento desesperado por despertarla.

Su compañera exhibía marcas blancas en todo el cuerpo, señales de quemaduras causadas por la explosión. Su cabello se oscurecía, al igual que sus alas. Un detalle minúsculo atrapó la atención de Gabriel: una pequeña marca en forma de equis en su cuello. Luego, tocó su propio cuello, sintiendo la misma marca.

Vaggie abrió los ojos, y el chirrido de la puerta los hizo girar hacia ella con terror.

Lucifer, el Rey de las tinieblas, entró con una jarra plateada y vasos de cristal. Sonrió al verlos despiertos a ambos.

El silencio dominó la habitación, solo interrumpido por los pasos lentos de Lucifer acercándose.

Frente a ellos, les sirvió un vaso de agua a cada uno y observó una de las bandejas de plata tirada en el suelo, con su contenido esparcido. Miró a ambos ángeles, notando los sutiles cambios que los habían afectado, y la tristeza invadió su ser. La pena se reflejó en sus ojos.

—En verdad lo lamento. No merecen esto—se lamentó—. Gracias por apoyarnos—dijo, con una mueca de reconocimiento—. Yo sé cuanto duele.

Agachó la mirada con tristeza. El dolor en su pecho era una cruel puñalada a su espíritu.

Vaggie quiso decirle algo a su compañero, pero la voz no le salio. Lo intento otra vez. Y otra. Al darse cuenta que su voz había sido despojada, una mueca de horror se apoderó de su rostro. Tapando su boca. Gabriel notó esto. Esta era la condena de la que Sera habló, al caer su voz se les fue arrebatada. Los ojos de ambos se cristalizaron y las lágrimas no tardaron en salir. Ambos ángeles recién caídos se abrazaron.

Al separarse, ambos voltearon a ver al Rey. Se les notaba confundidos y alarmados.

—Ayer cayeron, estuvieron inconscientes toda la noche—les explico—. Les prometo que haré todo porque ambos estén bien. Intenten descansar, traeré algo para que puedas comer, Gabriel.

Gabriel regreso la mirada a la bandeja que había tirado al suelo, se sintió avergonzado. Regreso su mirada al Rey del Infierno, asintió y como agradecimiento dio una rápida reverencia.

Ambos ángeles caídos.

Se sentó en la orilla de la cama. Mirando al suelo. Las lágrimas seguían saliendo de sus ojos, tapó su rostro con una de sus manos. Su corazón se había roto en miles de pedazos. Le parecía cruel el destino de los pecadores, la idea de una guerra iniciada por el cielo le parecía bastante despiadada... jamás creyó que por buscar un bien terminaría en el infierno.

Lucifer se alejó, abandono la habitación para dejarlos solos. Paso de largo a su hija, Charlie, quien estaba de pie junto a la puerta. Notó la tristeza de su padre y la pena que sentían el par de ángeles por el castigo que ahora tenían. No se animo a entrar. En su lugar llamó a Angel.

🕷

En el fondo, un coro de voces conversaban con camaderia, pero él las ignoraba por completo, concentrado en el bartender que ejecutaba hábilmente trucos de cartas con una baraja gastada. Lo observaba con fascinación, sus ojos brillaban con asombro mientras el mago improvisado desplegaba su repertorio habitual de ilusiones. Una sonrisa cómplice bailaba en sus labios, mientras Husk parecía sumido en su propio espectáculo.

Valentino había escapado con Vox, y él aprovechaba para saborear un par de tragos clandestinos.

En medio del pequeño acto de Husk, el celular de Angel irrumpió con estridencia.

Al ver que era Charlie, una chispa encendió su mirada. Sonrió de lado.

—Hola, Princesita, ¿cómo estás?—saludó el joven, mientras de reojo veía cómo Husk dejaba las cartas y se retiraba para pulir un par de copas.

—Preocupada, han pasado muchas cosas—suspiró—. Dos ángeles cayeron ayer, papá los acogió. También he estado preocupada por ti, no he hablado contigo desde que visitamos el cielo, ¿todo está bien?

Inadvertido para Angel, las orejas del gato demonio parecían más afiladas de lo habitual. Husk estaba completamente inmerso en la conversación, aguzando sus sentidos felinos para poder oír la conversación mientras fingía hacer otras cosas.

—No estaba de muy buen humor—confesó—. Encontrarme con Molly fue duro, más de lo que creí—su voz se apagó, al igual que su mirada—. Y, bueno, he trabajado mucho y siempre estoy cansado—suspiró—. Pero, explícame, ¿cómo que cayeron? No entiendo, ¿por qué pasó?

—¿Recuerdas a los dos ángeles que nos ayudaron a escapar?—preguntó.

Oh, mierda—expresó.

—Sí... intentaron explicarnos lo que el cielo quería hacer, pero Sera los atrapó—se lamentó—. Ahora están aquí.

Angel se quedó en silencio durante unos breves instantes. Inhalo profundo.

—Iré ahora mismo—dijó, mientras sacaba de su cartera un par de billetes—. Les ayudare a tí y a tu padre a cuidar de ellos mientras ustedes piensan en que hacer.

—¿Qué? No, Angel, no es necesario—respondió ella—. Sólo quería hablarlo con alguien y saber como estabas.

—Esos dos salvaron mi culo, claro que es necesario. Estoy en camino.

Y colgó.

Dejó el par de billetes sobre la barra.

—¿Te vas ya?—preguntó Husk, acercándose a la barra nuevamente—No pude enseñarte mi mejor truco.

Angel sonrió.

—Será para la próxima, gatito.

Husk observo la delgada y afeminados figura de Angel salir del establecimiento. Suspiró. Tomó su teléfono y presionó algunas teclas.

Espero un poco. Con el ambiente tensandose con cada segundo que esperaba.

—¡Husker, amigo mío!—la odiosa voz radiofónica de Alastor se escuchó al otro lado de la línea.

—Escuche un par de cosas que podrían ser de tu interés—le dijó—, pero si Angel se entera todo esto salio de mi boca te voy a matar.

Alastor rió.

—Me gustaría verte intentándolo.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelWhere stories live. Discover now