Capítulo 20: El armagedon

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¿Por qué?

No podía comprender cómo la hija de Lucifer, la misma que había sido su instrumento para amenazar al Rey del Infierno, ahora se sentaba a su lado, envuelta en una aura de tranquilidad. Ella acariciaba a sus peculiares mascotas, mientras relataba anécdotas al azar, tejiendo una red de nostalgia a su alrededor. Alastor, contra su propia voluntad, se veía atrapado en el drama de su relato, como si fuera un espectador en un escenario.

Aparentemente distante, su atención estaba cautiva, su rostro manteniendo una expresión neutral, aunque su mente estaba lejos, dejando escapar la tensión que lo había atormentado. Sin embargo, la ira seguía presente, acechando en las sombras de su ser, esperando su momento para surgir y sembrar el caos. Pero por ahora, él se aferraba a la serenidad, saboreando la breve libertad que le otorgaba la compañía de la Princesa, aunque fuera solo por unos momentos.

Pero aún así, la tentación de la venganza se alzaba en su interior, una voz sibilante instándolo a desatar su furia contra Charlie y así cobrar retribución contra Lucifer. Pero Alastor se mantenía firme, resistiendo el impulso destructivo. Dañar a la Princesa sería arriesgar la única muestra de clemencia que había encontrado en el infierno, y su venganza contra Lucifer ya estaba en marcha; solo necesitaba paciencia para verla florecer.

—Y, bueno, en este momento podemos fingir que no soy la hija de Lucifer —sus palabras cortaron el aire, llevando consigo una nota de resignación—. Puedes contarme por qué estabas llorando, si te hace sentir mejor.

Alastor entrecerró los ojos, desconfiado.

—Ya ni siquiera recuerdo qué pasó —respondió con un gesto de indiferencia, levantándose del suelo y sacudiendo sus ropas—. Gracias, Princesa, por ayudarme con la maldición. Aunque sea momentáneo, lo aprecio mucho.

—¡De nada! —la sonrisa de Charlie brilló brevemente—. ¿Crees que te pueda pedir un pequeñísimo favor?

El hombre consideró la solicitud por un instante, arrugando ligeramente la nariz ante la idea.

—Supongo que es lo justo —concedió, aunque sin comprometerse del todo.

—¿Podrías dejar en paz a mi padre?

La pregunta provocó una mueca de disgusto en el rostro de Alastor.

—Lo pensaré —respondió en tono enigmático.

Con eso, la figura delgada de Alastor se alejó, dejando a Charlie acariciando a sus mascotas antes de ponerse en pie y partir también.

El camino de regreso a casa de la señorita Rosie fue incómodo, con ambos seres infernales dirigiéndose hacia el mismo destino. Los unicos que parecían no sarse cuenta de esto eran Razzle y Dazzle, que volaban junto a Charlie y jugaban entre ellos.
Un silencio tenso envolvía el ambiente, mientras la maldición de Alastor comenzaba a resurgir. Reapareciendo esa tetrica sonrisa.
La presencia de Charlie atraía miradas curiosas de los habitantes del averno que se cruzaban en su camino.

Al llegar a casa de la poderosa demonio, Alastor abrió la puerta. En cuanto la oyó, Rosie se dirigió a esta rápidamente y sonrió anchamente al ver a su visita real y a su mejor amigo. Se apresuró, acercándose a ellos y animando a la Princesa a entrar.

La tienda de la mujer estaba cerrada, así que solo eran ellos tres en ese momento. Lo cual era reconfortante.

—Cariño, me alegra volver a verte—le dijó Rosie a la Princesa—. Es un verdadero placer. ¡Y gracias por traer a Al de vuelta! Espero no te haya causado problemas.

—También estoy feliz de verla—sonrió la más joven—. Pero no tengo mucho tiempo, es sobre el ataque del cielo.

El semblante de la mujer se oscureció aún más ante la noticia, su mirada reflejando el temor que crecía en su pecho.

Casi como si hubiera invocado la tragedia, el sonido de cientos de trompetas resonó en el inframundo, envolviendo el lugar con un eco ominoso que helaba la sangre en las venas. Los ojos de Charlie se abrieron con horror al asomarse por la ventana y presenciar el lento abrir de las gigantescas puertas doradas del cielo, que se alzaban como portales hacia un destino incierto y aterrador.

Oh, mierda—expresó Charlie—. Te-tenemos que advertir a todos.

Rosie asintió con determinación, se precipitó hacia lo más profundo de su morada, desapareciendo entre las sombras de sus paredes. En un instante, emergió con dos megáfonos en mano. Las dos mujeres salieron al exterior, seguidas de cerca por las mascotas de la Princesa, pero lo que salió tras Razzle y Dazzle fue Alastor, con una calma que resultaba casi inquietante.

—¡Razzle, Dazzle. Ahora! —ordenó la Princesa con urgencia.

Las adorables mascotas adoptaron formas grotescas al instante. Sus cuerpos se agrandaron, sus tiernos dientes se transformaron en colmillos afilados, y enormes garras surgieron de sus patas. Charlie se lanzó sobre Dazzle con decisión, mientras que la señorita Rosie se aferró a Razzle, extendiendo su mano hacia Alastor, quien subió con una tranquilidad perturbadora.

Razzle y Dazzle desplegaron sus magníficas y enormes alas.

—¡Al refugio, esto no es un simulacro! —gritaba Charlie con voz autoritaria—. ¡Todo el mundo al refugio, no es un simulacro! —continuaba, instando a la acción.

Los habitantes del barrio se miraban entre sí con terror en los ojos, corriendo en estampida hacia el refugio más cercano, erigido por VoxTek y Carmine. Charlie cabalgaba sobre Dazzle, surcando el cielo del barrio a toda velocidad, advirtiendo a los pobladores mientras Rosie dirigía a todos hacia el refugio, abriendo las enormes puertas para permitirles el ingreso.

El caos había estallado, pero en realidad, había comenzado mucho antes; solo que ahora lo percibían con total claridad.

Los ángeles emergían en masa, como arpías al acecho, preparadas para el ataque.

Los gritos de terror y confusión de la multitud alimentaban el deleite de Alastor, cuya sonrisa siniestra reflejaba la satisfacción de ver que sus planes se estaban cumpliendo a la perfección. El caos era un deleite a sus ojos, los gritos de terror la más melodiosa melodía y las trompetas del apocalipsis el anuncio de su venganza que estaba por cumplirse.

Se sentiría lleno finalmente, encontraría la plenitud en la venganza que había estado añorando durante años. Nada ni nadie lo detendría ahora.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora