35 • luz y oscuridad.

488 88 80
                                    

Sentía que su cabeza podría estallar en cualquier momento, estaba ansioso, había un repiqueteo extraño en su estómago. Se había lastimado el dedo pulgar porque comenzó a morder y pellizcar la pielcita casi sin darse cuenta. Su celular era extraído de su bolsillo casa tres minutos como si en esos pequeños lapsos de tiempo hubieran estado contenidas las horas que faltaban para que aquel lugar abriera sus puertas. 

Llegó muy temprano, lo sabía, pero las palabras de Cristian no salían de su mente. Estaba sensible, quería verlo y él no podía perder tiempo. Se había colocado una chomba negra con detalles blancos en el cuello, un cargo color musgo y unos borcegos que fueron idea de Alexis. Le habían prestado todo lo puesto menos los nervios. Se quedaría en casa de sus primos así al día siguiente podría usar el auto para llevar todo lo que había comprado y preparado a casa de su patovica favorito. 

Eso lo tenía aún más nervioso. Aquella mujer de sonrisa cálida y ojos amenazantes lo tenía emocionado y asustado en partes iguales. Quería conocerla, presentarse y dar una buena impresión. Lo mismo con los amigos que estarían allí, si bien Julian ya era más que un rostro conocido los otros no. 

El chicle que tenía en la boca se desintegró y fue solo entonces que se percató del paso del tiempo. Había estado una hora y poco más con la mente perdida en cosas que escapan a su conocimiento actual. No había casi nadie a excepción de una mujer que se acercaba a él con una sonrisa hermosa. Lo miró a los ojos y se acercó para besarlo en la mejilla con una calidez y confianza que lo sorprendió. Quizás en otro momento no se hubiera sentido tan nervioso pero en puerta de todo lo que su mente le mostró no podía estar de otra manera.

──¡Hola Licha! ──la voz era dulce, suave y confortable. ──¿Te acordas de mí?

Él solo asintió, creía estar sin voz pero pudo responder. ──Sí Mandi, sos la amiga de mi Cuti.

──¿Tu Cuti? ──preguntó con una sonrisa pícara mientras enarcó una ceja. ──¿Ya estás siendo posesivo con mi amigo?

──Yo pensé que ibas a esperar hasta ser novios para sacar ese lado.  ──La voz de Emiliano era la que hubiera imaginado para algún dibujo animado y ahí recordó el apodo que Cristian había mencionado al pasar; Dibu. ──¿Cómo estás? ──preguntó con interés mientras apretaba su hombro con suavidad──¿Te pasó algo?

──Bien, no nada. ──respondió con rapidez ──¿Por?

──Porque estás más pálido que albino, pa. ──rió. 

──Además es temprano, son ocho y media pero abrimos en una hora. ──explicó Mandinha con calma al notar que efectivamente Lisandro estaba muy pálido. ──¿Seguro que estás bien? ¿Te podemos ayudar en algo?

──¿Creen que le puedo caer bien al resto de gente que rodea a Cuti? ──la pregunta salió disparada, con la angustia, ansiedad y miedo que estaba transitando Lisandro. La pareja se miró y con una sonrisa cómplice volvieron la vista a él. 

──Veni locura, entra con nosotros. ──indicó Emiliano mientras señalaba con la cabeza la entrada a Creed. 

──Mientras preparo algunas cosas de la barra charlamos los tres, ¿te parece? ──sin esperar respuesta tomó la mano de su pareja y comenzaron a caminar hacia la puerta──De paso tomas un jugo así te levanta, en serio estás muy blanco. 

──Son los nervios. ──respondió mientras caminaba detrás de ellos.

• • •

Toda su casa se sentía viva, su corazón estaba pleno al ver la alegría que todos sus chicos tenían. Iban y venían los mates y algunas jarras de vino con pomelo, de estas últimas varías habían llegado a sus manos entre risas y retos por parte de su nieto. Su Cristian, su Cuti, su sol. Tenía muchos nietos y amaba a todos aunque no por igual. Nahuel era su luna, pero Cuti, Cuti iluminaba todo aunque él mismo estuviera apagado. Todavía hay veces en las que al cerrar los ojos la imagen de su primera noche con ella en casa se reproduce delante de ella como una especie de tortura. 

carnicero | ( cutilicha ) pausado.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz