Capítulo 19: Sonrisa forzada

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Charlie posó una mano reconfortante sobre el hombro de su padre.

—Está bien, papá—le aseguró—. Confía en mí.

Lucifer observó a su hija, dejando escapar un profundo suspiro. Con delicadeza, tomó la mano de Charlie y la llevó a su rostro.

—Confío en ti, Princesa—susurró una vez más—. Lleva a Razzle y Dazzle contigo, ¿de acuerdo? Les hace falta un paseo a esos dos.

Ella asintió con una sonrisa, beso a su padre en la mejilla y salió de la habitación. Lucifer la observo alejarse. Pasó una mano por su cabello, este problema se hacía cada vez más grande y no podía ver una salida sencilla.

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Ahora Charlie deambulaba por el siniestro barrio caníbal, mientras Dazzle y Razzle volaban a su alrededor, jugando entre ellos con diversion. Ella tarareaba una melodía, un eco de esperanza en medio de la oscuridad, mientras se encaminaba hacia el hogar de la poderosa Overlord caníbal.

A medida que avanzaba, admiraba la grotesca belleza del lugar, donde las estructuras barrocas se alzaban como monumentos a la decadencia, otorgándole al entorno un aire de elegante desolación. Las calles, inmaculadas y desprovistas de graffiti, contrastaban con el caos del mundo exterior.

Inmersa en sus pensamientos, un sonido perturbador la detuvo en seco. Un sonido que parecía ser el lamento de un ciervo, cargado de tristeza y resignación. Con curiosidad, siguió el eco de aquel lamento, con sus fieles compañeros Razzle y Dazzle caminando con sus pezuñas resonando al unísono con los pasos de la Princesa, sus sombras cómplices en este oscuro escenario.

Finalmente, encontró el origen de aquellos desgarradores sonidos, ocultos en un callejón sombrío que parecía extraído de las páginas de una tragedia. Con cautela, asomó la cabeza, solo para encontrarse con la imagen de alguien encogido, temblando en la penumbra, sus orejas caídas como un símbolo de su desesperación.

No esperaba aquella imagen, parpadeo un par de veces completamente incrédula. No podía ser él... ¿O sí?

Tímidamente se adentro al callejon.

—¿Estás bien?—preguntó, deseando que no se tratara de quien ella pensaba.

Aunque, claro, evidentemente se trataba de él.

Alastor levantó su rostro y Charlie ahogo un grito al notar la tétrica y forzada sonrisa del demonio radio, el hombre tenía el ceño fruncido y un rostro completamente lleno de desesperación, enormes lágrimas brotaban por montones de sus ojos y se le notaba tenso. Esa desesperación y tristeza fue suplantado por ira al percatarse de la presencia de la Princesa.

La furia se contenía dentro de él, como un volcán a punto de estallar. Las palabras amenazantes del Rey del Infierno resonaban en su mente como un eco siniestro, recordándole las terribles consecuencias que caerían sobre Rosie si osaba siquiera tocar un cabello de la joven frente a él.

Simplemente volteó la cara a otro lado con rapidez y violentamente secó sus lágrimas con su brazo. Fingiendo que la Princesa no estaba, esperando que se fuera.

Pero, en contra de todo pronóstico, escucho como la Princesa se adentro al callejon y se sentó a su lado.

Observo al par de peludos acompañantes de la Princesa, dos curiosas criaturas bípedas con pezuñas y largos cuernos que se enrroscaban hacia atrás. Los cuales se acostaron a los pies de la Princesa.

Inhaló profundamente y luego suspiró. Como si eso frenará el terrible sentimiento que lo agobiaba.

—¿Por qué tú...?—la Princesa Charlie no termino la pregunta, simplemente con ayuda de sus manos exagero su sonrisa.

—¿Acaso la Princesa del Infierno no es capaz de reconocer una maldición teniéndola enfrente? Es algo un poco patético, ¿no lo crees?

Ella ladeo la cabeza.

Alzó su mano, extendiendola justo frente al rostro del más alto. Un brillo rojizo ilumino tenuemente el rostro de Alastor, quien retrocedió con desconfianza mientras dejaba crecer sus cuernos.

Gruñó.

Y sintió algo distinto en su rostro.

Su sonrisa se frunció. En una mueca de desprecio. Se alejó de la Princesa de golpe. Ella alejó su mano y sonrió de lado.

Con sus manos temblando, tocó su rostro. Sus ojos brillaron nuevamente. Por primera vez en años había dejado de sonreír.

Aunque esa sensación de libertad duró poco. Nuevamente su rostro se empezó a fruncir, torcerse y forzarlo a sonreír nuevamente.

Uh, que extraño—Charlie ladeo la cabeza con confusión—. Eso debió haber sido suficiente.

—Ha-hazlo otra vez—suplicó.

—No creo que dure mucho, pero...—alzó su mano nuevamente.

Esta vez Alastor no se alejó, solamente se admiro al sentir como su rostro se destensaba.

—Esto es maravilloso—alabo el hombre, sorprendido.

Ella sonrió.

Duraron solo algunos minutos sentados juntos en el suelo.

N/A: Bueno, tenía que hacer que Alastor se llevara bien con su hija.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelWhere stories live. Discover now