Capítulo 5

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Capítulo cortito, pero quería comenzar a ver un poquito más del resto de los personajes


Capítulo 5

El viaje a Londres fue corto, menos de dos horas en avión. Julen llegó al aeropuerto junto a su madre y dos representes más de C.O. España. El ambiente era aburrido y pesado, si tenía que ser sincero. Él era el único menor de treinta años en ese grupo y todos parecían nerviosos a causa de la nueva campaña.

Quizás Julen había cambiado. Quizás el trabajo ya no le importaba tanto y lo que más le pasaba por la mente, a cada segundo, era que iba a ver a Mel de nuevo.

No sabía cómo enfrentarse a ello. Se sentía tan mal, tan vacío, que ni siquiera se imaginaba hablando con ella. Probablemente no lo haría.

Mel iba a regresar a España, ya era oficial, pero no lo haría a Medinabella. En cierto modo, eso sería mejor para ambos. Verse todos los días en la oficina después de lo que había sucedido, después del daño que él le había causado, no podría salir bien.

De camino al hotel, dentro del coche negro y elegante que los transportaba, Julen tomó su teléfono móvil y buscó con rapidez su chat de WhatsApp con Iker. Era totalmente desolador: los últimos meses habían estado llenos de mensajes que él le había mandado a su hermano, pero Iker lo ignoraba por completo o contestaba con monosílabos una vez al mes.

Julen presionó el botón de llamada en su pantalla. Necesitaba hablar con Iker, desahogarse con su hermano y pedirle consejo. El teléfono sonó, pero nadie contestó.

—¿A quién llamas? —preguntó su madre, Alexia, sentada frente a él en el coche.

—A Iker —contestó él sin mirarla.

Alexia apretó los labios y miró por la ventanilla. Iker apenas le contestaba el teléfono a nadie y Alexia sentía que su hijo se había distanciado de todos sin ningún tipo de explicación.

—Tu hermano es una desgracia —murmuró Alexia.

Julen sabía que ella no lo sentía de verdad. Tan solo estaba enfadada. Porque Iker había dejado su trabajo de un día para otro, hacía un año, y desde entonces... ¿quién sabía qué demonios estaba haciendo? ¿A qué se dedicaba? ¿De qué demonios vivía?

Como suponía, Iker no contestó el teléfono y la llamada se finalizó sola. Julen puso guardó su teléfono móvil en la chaqueta.

—¿Has hablado con Melissa?

La pregunta le pilló totalmente desprevenido. Julen frunció el ceño y evitó mirar a su madre. A través de la ventana distinguió el tráfico londinense nocturno, las intensas luces que tanto contrastaban con la tranquila Medinabella.

—Claro que no. ¿Por qué lo preguntas?

Supo que su tono de voz era demasiado brusco. Alexia entrecerró los ojos. Sabía que su madre se sentía culpable de todo lo que había sucedido el año anterior. Alexia había querido, había intentado, de hecho, que él siguiera con su compromiso con Cristina, que volviera con ella y que hiciera como si nada hubiera pasado.

Misión imposible, desde luego. Tan pronto como Julen le había dejado claro a su madre que eso nunca sucedería, Alexia había comenzado a comprender que, quizás, llevar a Cristina a Medinabella había sido un error. Desde luego, Julen era quien había llevado dos relaciones al mismo tiempo, la culpa era, infinitamente, suya. Pero Alexia había hecho que Mel pasara por una humillación tan fuerte que la joven no había sido capaz de soportar la situación y se había marchado.

—Imagino que mañana estará en la fiesta —observó Alexia.

Por supuesto que lo estaría. ¿Acaso su madre no creía que él ya lo había pensado una y otra vez, incansablemente, durante los últimos días?

Julen guardó silencio de nuevo. No quería hablar, prefería encerrarse en sí mismo de nuevo.

Cuando el coche se detuvo, dejándolos en la puerta de un hermoso y elegante hotel que Alexia misma había elegido, su hijo no tardó en tomar las llaves de su habitación y subir las escaleras sin volver a hablar con nadie.

Alexia lo observó, preocupada. Por mucho que hubiera intentado hablar con él, disculparse e intentar recuperar su relación con su hijo, en ese último año, no lo había conseguido. Jamás pensó que vería algo así, pero Julen había vuelto, en algunos aspectos, a su modo de ser adolescente: distraído, distante y solitario.

Ella también se sentía sola ahora, sin ninguno de los dos apoyos que siempre había tenido. Alexia había perdido a sus dos hijos al mismo tiempo y ahora ya no sabía qué hacer para recuperarlos.


¿Hasta qué punto debemos ser compasivas y buenas siervas del Señor para perdonar a alguien como Alexia?

Contadme en los comentarios, si vosotros fuerais Julen... ¿la perdonaríais?

 ¿la perdonaríais?

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Lo llaman Karma y Lo llaman Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora