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Estuviste muerta por un lapso de tiempo imperceptible.
No podías estar segura de cuánto tiempo. Pero sospechaste al menos durante algunos años. Por una de las ventanas del último piso de tu purgatorio eterno; Miraste los árboles. La naturaleza alternaba entre exhibiciones esqueléticas de ramas y vibrantes variedades de colores. Marchito. Floreciente. Marchito. Floreciente. Marchito. Floreciendo de nuevo. Enjuague y repita.
Una vez que aceptaste tu destino, las cosas empezaron a encajar. Atrapada en una antigua caja de asesinatos, reúnes las piezas de un rompecabezas perdido hace mucho tiempo. Y aunque algunas partes todavía estaban ausentes, te esforzaste para seguir adelante. Es posible que nunca descubras cómo moriste o quién eras antes. Pero preocuparse tanto no tendría sentido en este momento.
A través de la aceptación, empezaste a sentir de nuevo. Aunque sólo sea en pequeñas ráfagas. Abrupto, pero digno de apreciar.
Un recuerdo permaneció siempre presente. Tenías la sensación de que eras una consejera escolar en la vida. Y en la muerte, tomaste nuevamente el manto. Ofreciendo tus servicios a las demás almas perdidas en la casa. Uno de los residentes fantasmales compartía una ocupación similar. Hace mucho tiempo, en sus años de respiración. Ya no lo hacía tanto. En cambio, pasó tiempo con su familia, trabajando para redimir sus acciones pasadas.
