Solo imagina lo sencillo que sería conseguir una pareja si el destino te dijera quien es.
¡Sí, así de fácil! No tienes que buscar el amor en personas incorrectas, te ahorras los desamores y tienes a la persona que quieres a un paso de distancia, o q...
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La mano de Zenith sujetó a la mía mientras nos dirigíamos hacia mi habitación, los anillos de su mano derecha se sentían fríos mientras sujetaba la piel cálida de mi mano.
No sabía si lo que sentía en mi estómago era la emoción por al fin poder estar con quien creía que era mi alma gemela, a solas o si en realidad sentía algo de culpa por la expresión de decepción que me había dedicado Kader segundos antes de que me diera la vuelta.
Traté de no pensar demasiado en ello, porque aunque me gustaba molestar a Kader, la realidad era que todo lo que estaba haciendo era para descubrir si Zenith en realidad era mi alma gemela, no estaba en mis planes hacerlo sentir mal, no esperaba esa expresión repleta de confusión de su parte.
Abrí la puerta de mi habitación y encendí la luz blanquecina la cual iluminó todo el lugar. Él caminó lentamente por la misma, observando los libros y todo a su alrededor. Uno de sus dedos, curioso, se deslizó por la pila de libros que estaban en el estante, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro al leer algunos nombres en ellos.
Aquel simple acto generó un déjà vu en mí, logrando que recuerde cómo noches atrás había visto a Rune hacer exactamente lo mismo.
—¿Los has traducido tú? —preguntó, su mirada se centró en mí y la curiosidad se notó en el brillo de ellos.
Asentí.
—Algunos de ellos sí, por ejemplo, ese que se llama Los príncipes del pecado, lo he traducido a inicios del año pasado —dije y pude notar como su mirada se concentraba en lo que señalaba y explicaba mi voz—. Se ha vendido muy bien. Él de a un lado de ese, el de la portada roja que se llama Los miedos de Cedrik, no, lo tengo porque me gustó la portada y porque, por lo que pude ver tiene vampiros y muchas muertes, pero todavía no lo he leído.
Él sonrió, negando con su cabeza.
—¿Eres de los que compra libros y los deja sin leer? —preguntó, volviendo a mirarme.
Me senté en mi cama y acomodé mis manos detrás de mi espalda, inclinándome hacia atrás para tener una mejor visión de Zenith, quien observaba con detalle el lugar y yo lo admiraba en silencio a él.
—No, de hecho. Es solo que suelo encariñarme mucho con las tramas cuando leo un libro, luego de ello, me cuesta dejarlo ir.
Él alzó sus cejas, demostrando una clara sorpresa.
—¿A qué te refieres? —Caminó hacia donde me encontraba y se posicionó delante de mis piernas.
