Capítulo 1: El destino es cupido.

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"Las almas gemelas son aquellas personas cuya presencia, tanto física como mental, nos fortalecerá, nos enseñará y nos acompañará a través de nuestros errores y éxitos; están hechas para acoplarse a nuestro ser sin necesidad de intentarlo. No necesitas verla al instante, llegará en el momento correcto, para acompañarte a atravesar el camino de tu vida."

***

"El destino es cupido"

He oído leyendas de que años atrás, muchos años atrás, esto no existía.
Aunque, claro, son solo rumores o como mi madre los llama: mitos.

Siempre me ha costado trabajo creer que una cosa que no vemos, no podemos oír, mucho menos tocar, pueda ser quien nos demuestre a quien amaremos por el resto de nuestras vidas.

Muchos pensarán que es una total estupidez que el destino pueda darte a conocer a tu alma gemela, incluso hasta suene gracioso.

Pues, no lo es. O eso dicen.

Pese a que ya tengo veintiún años, todavía no he logrado conocer a mi alma gemela y por ende, no he descubierto por experiencia propia si lo que todos dicen es real; sé que, tarde o temprano, esa persona destinada a mí llegará, hasta los veinticinco años hay posibilidad de que el destino me muestre a mi alma gemela, aunque el hecho de que todavía no aparezca, pone nerviosa de muerte a mi madre. 

Me estiré en mi cama, mientras apagaba la televisión. 

Ya estaba hastiado por la cantidad de programas sobre romances de adolescentes famosos que mentían diciendo que el destino los había unido con otros famosos. Como si eso fuera posible para todos ellos. Es que, seamos honestos, cuántas son las posibilidades de que justo tu alma gemela sea un famoso, con mucho dinero y deseado por medio mundo, pues sí, escasas, ahora imagina que dos famosos, exitosos, con mucho dinero y deseados por medio mundo justo, y alarguemos la u veinte mil veces, juuuuuuuuuusto, vayan a ser las almas gemelas del otro. Posibilidades: una en cien vidas.

Todo era por las visualizaciones, por el dinero y claro, la fama.

Salí de mi habitación y bajando las escaleras me encontré a mi madre haciendo panqueques. Dancing queen resonaba en el parlante a su lado, mientras ella movía su cadera al ritmo de la canción, y por consiguiente, su cabello largo y castaño, con bucles en las puntas, el cual llegaba hasta su cintura, también lo hacía.

Tomé el café que había dejado preparado para mí sobre la mesada isla de piedras negras. No importaba que ya sea un adulto, me había ido por dos años y medio, eso era suficiente para mimarme como a un niño ahora que volví a la ciudad en la que crecí.

Tomé un sorbo sin poder dejar de observarla, con una sonrisa en mi rostro. Extrañaba las mañanas tan hiperactivas con ella.

—¿Buenos días? —Bostecé luego de decir aquellas palabras, para después estirarme y sentarme.

—Miloh, te he dicho mil veces que te pongas una camiseta y pantalones antes de salir de tu habitación, nunca sabes si hay invitados. —Sus ojos verdosos, los cuales heredé, me observaron con molestia por mi escasa ropa; con escasa me refería a mi ropa interior azul marino.

—¿Hay invitados? —pregunté, observando para todos lados, abriendo mis ojos con una exagerada y fingida sorpresa. Molestándola.

Un sueño indeseadoWhere stories live. Discover now