— Lo sé, pero aún así, no puedo evitarlo. Eres mio — Sentenció muy serio Frank, ocasionando que su lindo castaño se alce un poco, para así besar la punta de su nariz.

— Vamos a la cocina, logre hacer el almuerzo antes de que llegaras. Y así podré poner el ramo de flores en una jarra de agua para que no se marchiten — Dicho eso, el más bajito tomo una de las manos de su novio y lo llevo a la cocina, sin que este muestre objeción.

Y en el corto camino, Frank pudo deleitar su olfato con el rico aroma de leche materna que su Matthew despedía, pues al ser un doncel embarazado, el aroma se hacia un poco dulce. Y él agradecía por ser el único que pudiera oler ese maravilloso aroma, siendo igual una ventaja de ser el destinado de aquel hermoso chico.

                  ✨❤️✨❤️✨

Al llegar a la cocina, Matt soltó la mano de Frank, y fue por un florero de jade, que había en las gavetas, debajo de la barra.

No obstante Frank tomo de la cintura a su novio, logrando alzarlo y dejarlo sobre la barra, para después, él saque de las gavetas el florero y proceda a llenarla de agua.

Al instante que él dejo las flores dentro del florero, el sonido del llanto de un infante procedente de la planta superior se escucho, lo que provocó que el más joven se baje de la barra y proceda a subir las escaleras que conducían al piso de arriba.

— Ya voy mi pequeño — Dijo entusiasmado el chico, mientras aún subía las escaleras.

— Matt, no subas rápido, podrías caerte — Decía Frank, quien en segundos había alcanzado a su amado, y que estaba detrás suyo.

— Druig nos llama, y sabes que debo ir — Respondió el chico, logrando llegar a la cima de las escaleras e ir a la habitación del bebé.

Algo curioso y peculiar de los donceles, es que estos tienen un gran instinto maternal, por lo que serán muy sobreprotectores con sus bebés, en especial cuando son recién nacidos. Y eso, era algo que al gran pelinegro le gustaba ver.

                   ✨❤️✨❤️✨

Al llegar a la habitación, la pareja se acercó a la cuna, donde yacía recostado un tierno y lindo bebé de apenas un mes de nacido.

— Hola mi pequeño, tus papis ya están aquí — Dijo el castaño, cargando y sacando de la cuna a su hijo.

— Tiene hambre, mi amor — Dijo Frank, notando la mirada de su bebé que iba directo a los pechos de su Matt.

De inmediato, el castaño descubrió uno de sus pechos y se lo dio a su bebé, quien comenzó a succionar el líquido blanquecino que brotaba del mismo.

— Yo igual quiero, cariño — Comentó al instante el hombre, teniendo que abrazar a su destinado por detrás, mientras recostaba su cara sobre su hombro derecho.

— Mi grandulon tiene hambre — Dijo con una suave risa Matt — Enseguida te hago algo de almorzar — Sentenció el chico.

— No, yo haré nuestro almuerzo. Tú dale de comer a Druig — Y sin más, Castle dejo de abrazar a su destinado y le dio un beso en su nuca, para después salir de la habitación e ir a la cocina.

Matt, por su parte, decidió sentarse en la mesedora que había a un lado de la cuna, comenzando a meserse con cuidado, mientras cantaba una linda canción de cuna. Pero pronto, esa canción fue sustituida por otra.

“Siempre parece más tranquilo en la oscuridad... Siempre se siente tan crudo... Como crece el silencio bajo la luna... Las constelaciones se fueron tan pronto... Solía pensar en que era atrevido... Solía pensar que el amor seria divertido... Ahora se han contado mis historias... Excepto una... Las estrellas se alinearan, espero que lo tomes como una señal de que todo estará bien, todo estará bien... Y si los siete anillos colapsan aunque el día sea el último, todo estará bien... Cuando me vaya estarás bien... Y cuando todo termine ya, en el cielo me hallarás y todo estará bien... Todo estará bien...”

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