IV

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...🌠...

A veces, Caelus soñaba con una enorme bestia.

Su pelaje —compuesto de montones de pequeñas plumas— era de colores claros, esponjoso y sedoso, una larga cola con la que Caelus solía jugar o sostener entre sus pequeñas manos. En sus sueños, recordaba que aquella criatura le miraba con calidez y le dejaba dormir sobre su mullido pelaje, Caelus se acurrucaba a un costado de la bestia, poco a poco entregándose al cansancio y dormitando en la seguridad de su guardia. Era arrullado por el suave trino melodioso de las aves que volaban tan cerca del nido de la criatura, el sol llegaba en suaves rayos cálidos que se filtraban entre las nubes por la abertura de la cueva, y el pasto debajo suyo era tan cómodo, con un olor tan característico que solo podía llamar...

... hogar.

Entonces, Caelus despertaba. La sensación de soledad aislando su corazón de aquellos que le preguntaban cómo se encontraba, pues habían notado que cada vez era más frecuente que Caelus despertaba taciturno y melancólico, muy inusual en su carácter. El skytzal no necesitaba una confirmación, sabía que esos sueños eran, en realidad, memorias, y que aquella bestia era su mamá. Si se concentraba un poco, aún podía sentir en su nariz el frágil aroma de ella, se le hacía algo tan lejano pero a la vez tan familiar.

— ¿Caelus? —la voz de Carmín y el suave toque de su mano en su mejilla lo trajeron devuelta a la realidad.

Se supone estaban en una pequeña reunión, planificando cuándo sería la siguiente excursión para reabastecer el campamento. Caelus no había escuchado nada. Carmín no solía tener ese lado sensible y compasivo para iniciar tratos delicados, pero con Caelus siempre hacía una excepción. Su pulgar acarició con ternura la mejilla del skytzal, y su mirada estaba llena de preocupación y sospecha.

— Estás muy fuera de ti últimamente. —Fénix, a su lado, asintió de acuerdo, mientras que Rossél y Prisma miraban con atención.— ¿Qué te carcome? ¿qué hay en tu cabeza?

Caelus fue consciente de su propia respiración, inhalando y exhalando profundamente. Asintió aceptando lo que decían de él, bajando la cabeza con algo de vergüenza por haber llegado a este punto como para ser cuestionado por Carmín.

— Últimamente he tenido un sueño que se repite y se repite... a veces cambia ligeramente pero, en base, es lo mismo.

Caelus explicó lo que veía en sus sueños y sintió por primera vez que esa oscura pesadez que había estado cargando sobre sus hombros ya no pesaba tanto, y que, de alguna forma, sus amigos, sus hermanos ahí presentes, ahora compartían dicha carga con él, para que no le pesara tanto. Rossél se acercó y palmeó suavemente su hombro.

— ¿Crees que sea tu mamá? ¿En tus sueños sólo la has visto en forma bestia?

— Si. Es... como un zorro enorme, pelaje claro, ojos dorados. Tiene un par de cuernos, aunque uno está roto, y plumas en lugar de pelo. El lugar donde siempre estamos en los sueños, es un lugar con muchas aves, pasto verde y flores en todas partes, y un río de agua limpia.

Caelus dió más descripciones del lugar, contó sobre las montañas y los prados de flores, sobre las cuevas con estalagmitas y la cascada que alimentaba al río. Sobre las aves que se juntaban a volar y gorjear alegremente en aquel lugar, y cómo el sol se filtraba entre los resquicios de las nubes, pintando el paisaje con calidez y preciosidad.

Rossél asintió en silencio, en parte orgulloso de lo bien que Caelus había aprendido a hablar con sus lecciones, y en parte imaginando dicho lugar con cierto deseo, pues mires por dónde lo mires, sonaba muchísimo mejor que la arena, polvo y agua contaminada de Páramo Dorado. Los cinco pensaban lo mismo, Fénix sonreía por lo bonito que se miraba esa descripción en su cabeza, Prisma sentía curiosidad por saber dónde era y si sería muy difícil llegar allí, y Carmín tenía un semblante serio como de costumbre, más su mirada se había suavizado profusamente.

Brujo de Alas NegrasWhere stories live. Discover now