Sentido de ayuda

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—¡Demonios, Dinelli! —clamó el jefe al ver las enormes ojeras del investigador—. ¿Te caíste de la cama o qué?

«Otra vez fastidiando», pensó y se limitó a excusarse diciendo que hizo horas extras. Buscó a su compañero que ya estaba en el escritorio con un café en la mano. Manuel también estaba allí y ambos conversaban muy divertidos.

—¡Arturo! Te estábamos esperando, tenemos novedades —dijo el federal al verlo llegar. Dinelli se sentó junto a ellos y Manuel no pudo evitar la curiosidad—. ¿Estás bien?

—Sí, solo dormí poco. ¿Qué tienen para mí?

—Bueno, hicimos un mapa de hechos nuevo. —Sardo acercó una hoja repleta de líneas y cuadros—. Creemos que es una guerra de narcos con tres protagonistas.

»Tenemos el distrito sur, con nueve golpes y un total de dieciséis muertos. Luego nos trasladamos al distrito norte: siete muertos. Si todos trabajaban para Antonio Limo, podría tratarse de una guerra de bandas. Sur contra norte.

—El problema está en la sicario —intervino Manuel—. Aparece en el distrito norte después del allanamiento a la casa de Hurtado. No parece trabajar para Limo; y aunque haya cambiado de municiones y armas, ella y su compañera son las que atacaron en el sur. El único nexo con ella es con Fabricio Hurtado.

—Nuestra hipótesis es que son ataques de falsa bandera. Primero mueren los del sur, luego los del norte y además roban dinero, drogas y municiones. —Samuel se detuvo un momento para saborear lo que él consideró una «asombrosa deducción»—. Si hay un tercer capo narco, es Hurtado. Tiene un punto de venta en territorio enemigo. Él es el único que gana con todo esto.

—¡Carajo, ya suenan como mejores amigos! —clamó Dinelli con un sarcasmo venenoso.

Se levantó y se dirigió a la cafetería ubicada enfrente de la jefatura. Pidió un expreso y se sentó a divagar en la hipótesis de sus compañeros; era una idea muy buena.

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Bitácora de investigación.
Oficial principal Arturo Dinelli.

Hipótesis buena. Pero falta explicar el nexo entre Hurtado y Ávila. ¿Quién es ese tipo? ¿Es el verdadero jefe de Hurtado?
Necesito más respuestas. Tal vez sea hora de aplicar presión sobre los informantes. Samuel tiene varios en el distrito norte, pero no puedo sacarlo de la jefatura. Vendrá de todas formas.
¿La respuesta está en mis sueños?

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Un hombre caminaba por el túnel, debajo de un puente, con los auriculares en su oído funcionando a todo volumen. Caminaba zigzagueando, aprovechando la soledad del lugar para no sentir vergüenza. Cantaba, alegre, mientras leía los innumerables grafitis en las paredes.
De pronto algo lo empuja de forma violenta contra la pared. Su cabeza golpea el concreto con fuerza, la suficiente para que el dolor siguiente lo desorientara. No puede evitar quejarse. Sus auriculares son arrancados y oye una voz conocida.

—¡Espera, espera!, ¡no soy un soplón, no mandé al frente a nadie! —gritó desesperado. Nadie lo oiría.

—¡Ya cállate! Soy yo, guarda silencio y camina con nosotros.

—¿G-gato, eres tú? ¡Carajo, me diste un susto! —El hombre comenzó a caminar impulsado por los constantes empujones—. Oye, ¿sabes que puedes dejar de ser rudo, no?

Caminaron hasta la camioneta estacionada al final del puente. Dentro lo esperaban Dinelli y Manuel.
El secuestrado cayó en el asiento trasero junto al federal y sus miradas se encontraron unos momentos. El oficial principal notó ese encontronazo por el retrovisor y cuestionó al informante, pero este se excusó diciendo que confundió a Manuel con otra persona.
Sardo cerró su puerta y la camioneta aceleró; condujeron hasta una construcción cercana intentando tolerar los chistes del informante. Se esforzaba en parecer buena persona.

Cadáveres    #ONC2024Where stories live. Discover now