Capítulo 3

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«Que diablos dice este maldito estúpido».

–Disculpe, no estoy segura de entender a qué se refiere, pero le agradecería que se retirara –respondí con educación.

–La tienda está vacía, podríamos tener una conversación a solas –insistió el joven.

–Prefiero no hacerlo. No me siento cómoda conversando con desconocidos –expliqué.

–Pero sentarte en penes desconocidos si te encanta,¿verdad?—Me dijo el chico.

«¿Como carajos sabe eso?».

–No sé de qué hablas —contesté tratando de ignorar su comentario.

–Al parecer estoy en lo correcto —afirmó él.

–Vete ya si no quieres que llame a la policía  —le advertí con seriedad.

–Llámala.Pero sería de muy mal gusto que tú madre y tu hermano se enterara de que estás vendiendo tu cuerpo —dijo mientras me enseñaba fotos mías saliendo del burdel.

–¿Quién carajos eres? –pregunté, confusa y alarmada.

–Te lo diría, pero parece que siempre estás ocupada.

–Espera un momento –lo interrumpí.

El joven se volteó y me miró directamente.

–¿Sí? –inquirió.

–Termino mi turno a las 9:30 p.m. –informé.

Más tarde, cuando dieron las nueve, el joven estaba esperando fuera de la tienda. Pensé que no se quedaría.

–Por favor, sube al coche –me indicó, abriéndome la puerta del vehículo.

Accedí al coche y, tras él, nos dirigimos a un café local.

–¿Te apetece un café? –ofreció.

–Vamos directo al asunto –respondí, sin rodeos.

–Ja, ja. No solo eres atractiva, sino también divertida –comentó entre risas.

–No tengo ánimo para chistes. Habla claro –exigí.

–De acuerdo. Deseo algo que tienes –reveló.

–¿Y qué sería eso? –inquise.

–A ti –declaró–. Por cierto, me llamo Ryan.

–Creo que estamos hablando demás—Comenté.

–Si quieres el bienestar de tu madre,creo que esto no sería hablar demás —Ryan tomó el café.

–No metas a mi madre en este asunto.

–Sandra, ambos somos conscientes de que tus dificultades se están acumulando. Tienes pendiente el pago de la factura del hospital y estás enfrentando problemas con tu hermano, entre otras cosas. Si aceptas mi ayuda, me haré cargo de las facturas médicas y aseguraré la atención de excelentes doctores. En pocas palabras, puedo aliviar tus preocupaciones, siempre que sigas mis recomendaciones –explicó Ryan

«¿Cómo mierda sabe mi nombre?»Pensé.

–Voy a pensarlo,dame tiempo —respondí.

–Está bien.Pero no te tomes mucho tiempo.Aquí tienes mi número —extendió Ryan la mano con una tarjeta que tenía su número.

–Ok.Me tengo que ir ahora.Adiós —respondí agarrando la tarjeta con su número de celular y me fui.

–Vamos,te llevo —dijo Ryan.

Estábamos en camino al hospital,tenía que saber si el resultado era  positivo o negativo.Habíamos llegado al hospital,me bajé del auto de Ryan.

–¡Sandra! —me Gritó Ryan.

–¿Qué quieres? —pregunté molesta.

–¡Tienes un culo enorme! —gritó.

–Ryan.¿Es en serio? —exclamé molesta.

Ingresé al hospital y me apresuré a tomar el ascensor, impaciente por conocer los resultados del análisis de sangre.

–¿Hola? –llamé, tocando la puerta.

–Adelante, señorita Sandra –invitó la doctora.

–Gracias –respondí.

–La estaba esperando –dijo la doctora.

–¿De verdad? ¿Por qué? –pregunté, nerviosa.

–Lamento tener que informarle algo desafortunado.

–¿Tiene que ver con mi madre? –interrogué.

–Sí, y también con usted –afirmó la doctora.

–Por favor, dígame –pedí, con un nudo en la garganta.

Mi corazón latía tan fuerte que parecía resonar en el silencio que nos rodeaba, y mis manos temblaban.

–Señorita, lamento informarle que los resultados de la prueba de sangre son... negativos. No es compatible con su madre y, por lo tanto, no puede ser donante –explicó la doctora.

Por un instante, sentí que el aire me faltaba y caí desmayada.

–¡Señorita Sandra, señorita Sandra! –escuché una voz a lo lejos antes de perder la conciencia.

Un sueño: Me encontraba en un coche cantando "Yo soy tu amigo fiel" con mis padres. No podía ver sus rostros desde el asiento trasero, donde jugaba con una muñeca de vestido rojo y cabello dorado. De repente, un grito de mis padres rompió el canto. Luego los vi tendidos en el suelo, sin vida. Solo pude gritar.

–Mamá... Papá –lloré desconsolada.

Desperté de golpe, bañada en sudor y respirando con dificultad.

–¿Sandra, estás bien? –preguntó la doctora, preocupada.

–Sí, ¿qué ocurrió? ¿Por qué estoy aquí? –inquirí, confundida en una de las camillas del hospital.

–Se desmayó después de que le informé que su sangre no era compatible con la de su madre –explicó la doctora, aún preocupada.

–Entiendo. ¿Pero por qué no soy compatible con mi madre? –pregunté.

–Bueno...

A su altura o a sus piesWhere stories live. Discover now