Capítulo catorce

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Apagué la secadora de pelo y cepillé suavemente mis hebras rubias antes de hacerme una cola de caballo. De pronto, escuché que mi celular sonaba en la habitación. Salí del cuarto de baño y fui a atender. En la pantalla apareció el nombre de papá, junto a una fotografía nuestra de hace unos meses, cuando lo acompañé a una comida de uno de sus colegas inversionistas.

—Hola, papá— contesté la llamada y la puse en altavoz, mientras me sentaba frente al tocador para maquillarme las pestañas.

—¡Mi princesa! ¿Cómo han estado?—respondió él con un tono animado.

—Bien... ¿Y ustedes? —repliqué de forma cortante y con cierto enfado en mi voz.

He intentado comunicarme con mis padres en numerosas ocasiones, pero generalmente se encuentran demasiado ocupados en sus juntas de trabajo o, sencillamente, no responden a mis llamadas. Esta situación genera mucha frustración en mi hermano Lucas y en mí, pues si bien estamos acostumbrados a sus constantes viajes por negocios, también necesitamos la presencia de nuestros progenitores en nuestras vidas.

Aunque nunca les he reclamado por sus constantes ausencias, intentando ser la hija comprensiva que mis padres merecen, la realidad es que hay ocasiones en las que los extraño demasiado. Al ser la menor, siempre he sido más cercana a ellos, mucho más que mi hermano.

Especialmente ahora, después de que rompieron mi corazón de forma tan dolorosa, he necesitado como nunca los sabios consejos de mamá. Moriría por tener una tarde de chicas con ella, donde entre tazas de té y chocolate me aconseje  sobre cómo sanar este sufrimiento, asegurándome que todo mejorará. Que pronto llegará un amor que me valore genuinamente todo el amor que tengo para entregar.

También fantaseo con la idea de que papá estuviera aquí para envolverme entre sus brazos protectores, diciéndome lo orgulloso que está de su pequeña, lo fuerte e increíble que es su princesa. Cómo desearía escuchar de sus labios que este dolor solo es pasajero, que ellos siempre estarán a mi lado pase lo que pase.

—Excelente, cielo— responde aliviado —. Traté de hablar con tu hermano pero ya sabes cómo es, no contestó como siempre.

Lo escucho soltar un suspiro de resignación, después de tantas veces es evidente que ya está acostumbrado a la indiferencia de Lucas.

—Quería informarles que nos atrasaremos un poco más con su madre, surgieron imprevistos aquí.

—¿Otra vez, papá? ¿En serio?— niego frustrada y agrego con tristeza —Dentro de poco es mi cumpleaños, pero como imagino, lo has olvidado por completo.

—Maddie, cielo, claro que no lo he olvidado. ¿Cómo podría? Eres mi amada hija —respondió en un tono suave, aunque pude notar un dejo de molestia en su voz—. Ya saben que su madre y yo trabajamos por ustedes, para poder darles siempre lo mejor....

—Eso no es verdad...a ustedes no les importamos en lo absoluto —repliqué con la voz quebrada por la rabia y la pena—. Lucas tiene razón sobre ustedes. Son adictos al trabajo y unos padres terribles...no les interesamos mi hermano y yo.

—Princesa, no me digas eso...te lo suplico —respondió con la voz ahogada en dolor —Saben que son lo más preciado en nuestras vidas. Haríamos cualquier cosa por verlos felices, aunque a veces nuestros errores los hagan dudar.

Su intento de explicación me suena a excusas.

—No tengo deseos de seguir hablando, Stefano. Que tengan buen viaje —le espeté con frialdad, y sin darle chance a réplicas, colgué la llamada con frustración.

Me observo en el espejo, notando las lágrimas que han escapado sin mi permiso. Duele cómo la ausencia perpetua de mis padres aún me afecta así. ¿Por qué no pueden ser progenitores normales, presentes con sus hijos? Es claro que eso nunca ocurrirá. La sensación de abandono me invade, junto a la interrogante de porqué nos han dejado de lado. Un hondo desamparo y decepción me embargo.

Cautivado por una pequeña mujerWhere stories live. Discover now