Capítulo once

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Siempre me ha encantado admirar las estrellas. Desde que tengo uso de razón, he sentido una gran fascinación por ellas. Cuando era más pequeña, mi imaginación infantil las veía como seres mágicos y misteriosos, guardianes silenciosos que velaban por nosotros desde lo alto del cielo. Imaginaba que cada una tenía su propia historia, su propia personalidad, y que observaban con atención cada paso que dábamos en la Tierra. Pensaba que cuando nos sentíamos solos, tristes o perdidos, las estrellas nos enviaban destellos de luz para recordarnos que nunca estábamos solos en este vasto universo. Esta conexión con el firmamento despertaba en mí un sentido de asombro y reverencia por el cosmos, y hasta el día de hoy, contemplar las estrellas sigue siendo una fuente de inspiración y consuelo para mí.

Cada vez que miraba las estrellas, encontraba consuelo y paz en su infinita belleza. Eran como viejos amigos que siempre estaban ahí para acompañarme en los momentos de soledad y reflexión. En su resplandor, encontraba inspiración y esperanza para enfrentar los desafíos de la vida cotidiana.

Junto a mí tengo un álbum lleno de recuerdos, una colección de momentos que han dejado una marca imborrable en mi vida. En cada página, encuentro instantáneas de momentos especiales, de risas compartidas, de aventuras vividas y de emociones profundas. Y en cada uno de esos recuerdos, hay un denominador común: la presencia constante de Ashton.

Desde aquel primer encuentro en su fiesta, cuando nuestras miradas se cruzaron y sentí una conexión instantánea, hasta los momentos más recientes en los que hemos enfrentado desafíos juntos, Ashton ha estado presente en cada paso de mi vida. Ha sido mi compañero de aventuras, mi confidente y mi apoyo incondicional en los buenos y malos momentos.

Al hojear el álbum de fotografías, me detuve en una imagen particularmente nostálgica: una fotografía amarillenta de nosotros dos en un parque. En la imagen, Ashton me besaba tiernamente en la frente mientras yo lo abrazaba con cariño. Observar esa foto me hizo reflexionar sobre las decisiones que había tomado y si había elegido correctamente al cautivar el corazón de Ashton.

En aquellos momentos éramos tan inocentes, sin preocuparnos por el incierto futuro que nos deparaba. Ashton tenía quince años y yo apenas once, pero su presencia siempre había sido mi refugio seguro, mi ancla en medio de las tormentas de la vida. Siempre encontraba en él palabras de ánimo y consuelo.

Recuerdo especialmente una tarde después de la escuela primaria, cuando regresé a casa llorando tras ser objeto de burlas por mis brackets. Las palabras crueles de los niños me habían herido profundamente, y mi corazón estaba lleno de dolor y tristeza. Fue entonces cuando Ashton me encontró llorando en el patio, bajo el resplandor reconfortante de las estrellas del firmamento.

Con una ternura que solo él poseía, Ashton se acercó y me consoló. Sus palabras reconfortantes y su abrazo cálido me hicieron sentir protegida y amada en medio de mi vulnerabilidad. En ese momento, nuestras miradas se encontraron y el tiempo pareció detenerse. Sin poder evitarlo, impulsada por la intensidad del momento y la conexión que sentía con él, me atreví a robarle un beso.

Fue un beso tierno, dulce e inocente, que reflejaba el cariño profundo que sentíamos el uno por el otro. Recuerdo cómo mis manos se apoyaron en su mejilla, moviendo mis labios con suavidad sobre los suyos. En ese momento, temí que Ashton se apartara bruscamente, rechazando mi atrevimiento, pero para mi sorpresa, su respuesta fue todo lo contrario. Él correspondió al beso con ternura y pasión, creando una llama intensa en mi corazón y profundizando los sentimientos que ya habitaban en lo más profundo de mi ser.

A partir de ese momento, decidimos dar un paso adelante, dejando atrás las opiniones y prejuicios de los demás. A pesar de la brecha de edad y de las críticas que pudieran surgir, iniciamos un noviazgo adolescente, decididos a enfrentar juntos cualquier desafío que la vida pudiera presentarnos. En los brazos del otro encontramos un refugio seguro, donde el amor y la complicidad florecían día a día, fortaleciendo nuestro vínculo y consolidando nuestra relación.

Cautivado por una pequeña mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora