todo lo que fuimos, 𝑑𝑟𝑎𝑐𝑜 𝑚𝑎𝑙𝑓𝑜𝑦 +18

Capítulo quince

Lya Petit

—Esta loco por ti —susurró Astoria durante el receso de la tarde.

—Cierra la boca —comente entre dientes observando de reojo la reacción de Malfoy ante las palabras de Astoria.

Elliot Parkinson parecía haberse adaptado a la perfección. En cuestión de horas, caminaba por los pasillos junto a Daphne Greengrass, Tracey David, Crabbe y Goyle. Sus ojos se posaron en mí desde que cruzó la puerta del gran comedor. Daphne no parecía agradarle nada de lo que sucedía, sin mencionar su pequeño romance con Malfoy corrompido por mí.

—No le agradas —susurró Astoria—. La conozco, Elliot es su tipo. Pero creo que el muchacho tiene la atención en otra mujer...

De pronto, aparecieron los jugadores de Slytherin equipados con sus respectivos trajes. Zabini parecía preocupado, al igual que el capitán del equipo.

—Te necesitamos Malfoy —suplicó Flint.

—Harper me sustituye este año.

—Fue hechizado —las palabras de Zabini alteraron a Draco, quien mantenía una extraña serenidad.

—No jugaré, Flint. Fin de la discusión.

—Malfoy —Flint detuvo a Malfoy con su mano, su rostro expresaba desesperación—. Realmente no te lo pediría si no fuera de máxima urgencia. No tenemos otro buscador mejor.

—No es mí problema —los ojos de Malfoy estaban bien abiertos.

—Si que lo es —exclamó Flint—. Fuiste el buscador todos estos años, no seas cobarde.

—No soy cobarde —dio un paso hacia adelante.

—Demuestralo.

Draco resistió.

—Amigo —se interpuso Zabini—. Porfavor.

Al cabo de unos minutos, Malfoy salió de la sala común vestido con el equipaje. En el gran comedor se sentía la emoción crecer cada vez más.

—Dime que sucedió con Harper. Lo golpee hasta que aceptara el puto puesto de buscador —bufó Malfoy.

—Ya te dije amigo, fue hechizado —respondio Zabini mientras bebía jugo de calabaza.

—¿Alguna idea de quién pudo hechizarle? —preguntó Astoria.

—Tengo a alguien en mente —agregó Zabini mientras no despegaba la mirada de Theodore, quien hablaba con Elliot.

Draco masticó con fuerza la manzana que descansaba en sus manos. Acaricié su pierna por debajo de la gran mesa.

—¿Nervioso? —susurre.

—Jamas.

Sonreí mientras comenzamos a prepararnos para dirigirnos al campo. Draco tomo mí mano mientras acomodaba con su mano libre el símbolo de Slytherin que descansaba en su pecho.

Se veía jodidamente bien con ese traje. Agradecí a mis adentros que Theodore haya hechizado a Harper para que Draco pudiera jugar.

—¿Porque crees que Theodore hizo eso? —pregunté curiosamente.

—Es un apasionado del Quidditch, sabe que sin mí el equipo no triunfará—exclamó Malfoy mientras miraba a lo lejos a Potter.

Las muchachas de años anteriores observaban con recelo como Malfoy me tomaba de la mano.

Según las malas lenguas y algunos reportes de Your owl, o mejor dicho, el diario escolar; se hablaba de la fama de Malfoy entre las mujeres. Se comentaba que era un mago deseado y a la vez odiado.

Sin embargo, supe que se hablaría en el próximo periódico de las miradas intensas que Elliot Parkinson mantenía conmigo. Tanto que Malfoy, quien no se reservó en marcar territorio, se acercó hacia el nuevo estudiante con la mandíbula apretada.

—Oye Elliot —Malfoy tomó mí mano con más fuerza—. Me gustaría dejar en claro un par de cosas para ayudarte en tu integración al colegio —sonrió mostrando los dientes—. ¿Sabes quién es ella?

Malfoy me señaló, dejándome al descubierto en frente de todos los alumnos que pasaban por allí. Elliot solo respondió con una sonrisa mientras pasaba su mirada entre los dos.

—No tengo idea, Malfoy —contestó Elliot.

—Y espero que eso siga así —Draco dio un paso más, quedando a centímetros cerca del rostro de Elliot—. He visto como la observas.

—No se de que me hablas.

—Si que lo sabes —Malfoy ya había soltado mí mano—. Te veo cerca de ella y te arrepentirás de haber pisado está escuela. ¿Me oíste?

—No vine aquí a causarte problemas con tu chica —Elliot parecía tranquilo.

—Espero que así sea.

Malfoy tomo otra vez mí mano para seguir caminando hasta las gradas, dejando a Elliot con toda la atención del pasillo.

El juego comenzó limpio, Ron Weasley, quien había entrado al equipo de Quidditch ese mismo año, esquivaba todas las bludgers que se le atravesaban. Zabini golpeó más de una vez a Ginny Weasley.

Malfoy siguió la snich dorada, hasta que Potter pudo atraparla antes que el Slytherin, llevándose un aplauso de las gradas color rojo.

—¿Que te dije de Elliot, Lya? ¡Está demente por ti! —Astoria bajaba con firmeza las escaleras para adentrarnos en el pastizal del colegio—. ¿Ya viste a Pansy? Parece salida de Azkaban.

Mire de reojo a Theodore junto a Parkinson, quien llevaba el cabello despeinado y rostro pálido.

—¿Deberíamos preguntarle cómo está? —ante mis palabras, Astoria me miró extrañada.

—Demonios no —contesto rápidamente—. No me acercaría a ella ni por un millón de galeones, Lya. Además, ella en tu lugar no se preocuparía por ti.

—Es verdad.

—Todo lo que digo es verdad —sonrio mientras Theo se acercaba con mala cara.

Esperamos en la puerta de la sala común a Zabini y Malfoy, quienes luego de unos minutos, aparecieron por las escaleras de las mazmorras.

—Esto es una miseria —Zabini lanzó su guante al sillón.

Malfoy no emitió una sola palabra mientras observaba el chisporroteo de las llamas.

—Solo es un juego...

—¡No lo es! —Zabini parecía afectado por el vencimiento.

Hubo un silencio sepulcral hasta que los Parkinson entraron por la puerta de la sala común.

—Tal vez Harper habría jugado mejor —se escucho la voz de Pansy en tono de broma.

Malfoy se levantó de su lugar, observando a Pansy con completa cólera. Dio pasos hasta llegar a la altura de la joven, dejándola intimidada por completo.

Elliot se adelantó, dejando a su prima a sus espaldas.

—Demonios estaba bromeando —escupio Elliot.

—A ti te conviene mantenerte callado —respondió Draco ferozmente.

Todos los estudiantes que se encontraban por allí comenzaron a susurrar entre ellos mientras observaban con atención a los dos Slytherin.

—Era una broma, Malfoy —dijo Pansy por detrás de su primo.

Tomé a Draco por su brazo junto a Zabini y nos dirigimos lejos de aquella situación.