Que soledad se respira en este lugar.
— ¿Ya están libres? — Rodó los ojos en cuanto los mencioné.
— Esos pendejos ya están con el otro idiota, pero no hablemos de ellos, mi reina. ¿Qué le parece si vamos a comer como en los viejos tiempos?.
— No tengo ganas de nada, Archivaldo — Suspire subiendo las escaleras a nuestra habitación.
— ¿Tan aburrida me la dejo aquel pendejo?.
— No quiero hablar de nadie. Estoy cansada y si puedes irte, mejor.
— Haber mija, usted no me va a correr de mi casa ni me va a tratar mal — Dijo apretando mis brazos con fuerza — ¿Me escuchaste? Tú estás conmigo porque eres mi trofeo. Quiero presumirle al pendejo de Vicente que no logró quedarse contigo. Ni en sus mejores sueños podrá tener lo que es mío.
— Tu sabes muy bien porque estoy contigo.
— ¿Lo amas? ¿Amas a ese pinché vato pendejo? — Gritó — Contéstame.
— No, no lo amo, así como tampoco te amo a ti.
— ¿Qué mamadas estás diciendo?.
— ¡Lo que estás escuchando! ¡Que te odio, te detesto y me das asco! — Sentí mi mejilla arder. Iván me había soltado una cachetada tan fuerte que mi labio se rompió.
Caí al piso y me jalo de mi cabello haciendo que lo mirara. Solté un fuerte grito al sentir un dolor en mi vientre bajo.
— Mírame, mírame bien y grábate mi cara, porque no soy ese pendejo y nunca lo volverás a ver. Voy a hacer que me odies más.
Sentí como pateo mi cuerpo. Ese dolor en mi vientre bajo se sintió aún más fuerte.
— ¡Te voy a dejar claro a quien es el que debes amar, perra! — Me levantó fuertemente y me aventó a la cama.
— ¡No, no, no quiero! — Dije removiéndome.
— ¡Quédate quieta, verga! — Apretó mis muñecas.
Solté una patada en su entrepierna logrando que me soltara y se removiera de dolor. Tome mi bolso y saqué mi teléfono. Salí de la habitación para poder marcarle a Vicente.
— ¿A quién vas a llamar perra? ¿Al pendejo de tu amante? — Dijo sin levantarse mientas se removía del dolor.
— Contesta, Vicente, contesta — Dije en voz baja.
— Mi reina, ¿qué pasa?.
Suspire con alivio al escuchar su voz.
— Vicente, necesito tu ayuda — Dije desesperada.
— ¿Qué te hizo ese pendejo?.
— Ven, en el camino te explico. Por favor, ven lo más rápido que puedas — Dije sin dejar de mirar el cuarto. No quería que Iván me quitara el teléfono.
— Ahorita mando a gente por ti, mi reina. Quédate donde estás, no te muevas de ahí.
— No, ven tú, por favor — Solté un quejido — Por favor, Vicente.
ESTÁS LEYENDO
Deseo | IAGS
Science FictionDeseo que nunca duermas con la incertidumbre si aun sigues siendo suficiente para tu pareja. Deseo que nunca tengas esa necesidad de comprobar su fidelidad. Deseo que tus ojos jamás se llenen de lagrimas al descubrir otra infidelidad
Dieciséis; Volver a mi infierno
Comenzar desde el principio