Dieciséis; Volver a mi infierno

Comenzar desde el principio
                                    

Que soledad se respira en este lugar.

— ¿Ya están libres? — Rodó los ojos en cuanto los mencioné.

— Esos pendejos ya están con el otro idiota, pero no hablemos de ellos, mi reina. ¿Qué le parece si vamos a comer como en los viejos tiempos?.

— No tengo ganas de nada, Archivaldo — Suspire subiendo las escaleras a nuestra habitación.

— ¿Tan aburrida me la dejo aquel pendejo?.

— No quiero hablar de nadie. Estoy cansada y si puedes irte, mejor.

— Haber mija, usted no me va a correr de mi casa ni me va a tratar mal — Dijo apretando mis brazos con fuerza — ¿Me escuchaste? Tú estás conmigo porque eres mi trofeo. Quiero presumirle al pendejo de Vicente que no logró quedarse contigo. Ni en sus mejores sueños podrá tener lo que es mío.

— Tu sabes muy bien porque estoy contigo.

— ¿Lo amas? ¿Amas a ese pinché vato pendejo? — Gritó — Contéstame.

— No, no lo amo, así como tampoco te amo a ti.

— ¿Qué mamadas estás diciendo?.

— ¡Lo que estás escuchando! ¡Que te odio, te detesto y me das asco! — Sentí mi mejilla arder. Iván me había soltado una cachetada tan fuerte que mi labio se rompió.

Caí al piso y me jalo de mi cabello haciendo que lo mirara. Solté un fuerte grito al sentir un dolor en mi vientre bajo.

— Mírame, mírame bien y grábate mi cara, porque no soy ese pendejo y nunca lo volverás a ver. Voy a hacer que me odies más.

Sentí como pateo mi cuerpo. Ese dolor en mi vientre bajo se sintió aún más fuerte.

— ¡Te voy a dejar claro a quien es el que debes amar, perra! — Me levantó fuertemente y me aventó a la cama.

— ¡No, no, no quiero! — Dije removiéndome.

— ¡Quédate quieta, verga! — Apretó mis muñecas.

Solté una patada en su entrepierna logrando que me soltara y se removiera de dolor. Tome mi bolso y saqué mi teléfono. Salí de la habitación para poder marcarle a Vicente.

— ¿A quién vas a llamar perra? ¿Al pendejo de tu amante? — Dijo sin levantarse mientas se removía del dolor.

— Contesta, Vicente, contesta — Dije en voz baja.

— Mi reina, ¿qué pasa?.

Suspire con alivio al escuchar su voz.

— Vicente, necesito tu ayuda — Dije desesperada.

— ¿Qué te hizo ese pendejo?.

— Ven, en el camino te explico. Por favor, ven lo más rápido que puedas — Dije sin dejar de mirar el cuarto. No quería que Iván me quitara el teléfono.

— Ahorita mando a gente por ti, mi reina. Quédate donde estás, no te muevas de ahí.

— No, ven tú, por favor — Solté un quejido — Por favor, Vicente.

Deseo | IAGS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora