Deseo que nunca duermas con la incertidumbre si aun sigues siendo suficiente para tu pareja. Deseo que nunca tengas esa necesidad de comprobar su fidelidad.
Deseo que tus ojos jamás se llenen de lagrimas al descubrir otra infidelidad
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Culiacán, Sinaloa
Años atrás
Narrador omnisciente
— Mi reina, ¿Ya está lista? — Hablo el joven de veinticinco años detrás de la puerta del baño.
— Ya voy Iván, no seas desesperado — Ella hizo un puchero aunque él no pudiera verla.
— ¿Segura que ya vienes? — Iván miró su reloj — Llevas dos horas allá adentro, amor. Ya se nos hizo bien tarde.
— Ya voy — Alargo la última letra.
Iván asintió y se sentó en el comedor. Con frecuencia miraba su reloj, jamás le había gustado esperar tanto tiempo ni mucho menos llegar tarde.
Después de unos minutos sintió unas manos abrazando con fuerza su cuerpo, inmediatamente giró su cabeza encontrándose con ella.
— Tardaste mucho, eh — Ella sonrió inocente.
— Solo fueron unos cuantos minutitos amor — Dijo con inocencia.
— ¿Unos cuantos minutos? — Soltó una carcajada — Amor, fueron.. — Miró su reloj — Más de dos horas.
— Querías una novia hermosa y ahora te friegas, mi amorcito — Ella sonrió y el negó levemente.
— Me encanta pasar tiempo contigo, sabes — Se acercó a ella recorriendo su cuerpo con sus brazos — Nunca pensé que terminaríamos de esta manera. Tres años juntos mi amor y los que nos faltan.
— Y quien diría que Ovidio sería nuestro cupido — Sonrió al recordar ese momento.
Flashback
— ¡Ya wey! No te va a regañar tu mamá, tranquilízate — Ovidio intento calmarla.
— Son las tres de la mañana, Guzmán. ¡Tres de la mañana! — Gritó alterada — Me van a matar — Frotó sus manos y Ovidio rio al ver a su mejor amiga de esta manera — ¡No te burles y mejor llévame a mi casa!
— No puedo dejar a Adriana sola.
— ¿Que? — Frunció el ceño — ¿Prefieres una vieja que a tu mejor amiga? — Dijo con algo de sentimiento en su voz.
— No seas dramática — Rodó los ojos — Ahorita le digo a uno de nuestros escoltas que te lleve y ya —Ovidio comenzó a teclear un mensaje en su celular.
—¡¿Qué?! — Dijo exaltada — ¡¿Cómo me vas a mandar con un escolta, maldito?! ¡Estás pendejo!.
Ovidio la miró y comenzó a reírse. Su amiga sabía que se trataba de una broma, como las que seguido acostumbraba a hacerle.
— Es broma, loquita — Dijo aún riendo — Ahorita le digo a Iván que te lleve a tu casa.
Rodó los ojos y él la miró extrañado. Nunca se había llevado mal con ninguno de sus hermanos, al contrario, todos la querían y consideraban como parte de la familia.