MIDGARD: SANGRE

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Días antes...

Amelia no podía creer lo que estaba viendo y  no lo pensó dos veces para sonar la alarma de la escuela, cuando vio enfrente de ella, a Ares, el dios de la guerra, que estaba montando un carruaje tirado por dos caballos que volaban alrededor de la escuela. Era un hombre alto y musculoso portando su indumentaria de batalla, un yelmo sobre su cabeza, un escudo enorme y una vestimenta de un guerrero espartano. Amelia sabía que el dios de la guerra, la fuerza bruta y de la violencia, era conocido por sembrar el caos y la destrucción.

— ¡No puedes enfrentarlo sola! — dijo Gretchen su mejor amiga desde la universidad, parándola en seco.

Amelia la miro a los ojos y vio determinación en ellos. Pero no quería arrastrarla a una batalla donde seguramente morirían, a ella ni a nadie. Pero sabía desde que escucharon los rumores de la muerte de Zeus, solo era cuestión de tiempo para que uno de ellos llegara a tocar su puerta, pues no sabía cómo se había filtrado  como el arma estaba en su castillo.

— Ganare tiempo, el suficiente para que terminen de evacuar la escuela.

— El viene a matar, no a negociar Amelia— tomándola de su brazo, para que entrara en razón— en cuanto tenga lo que quiere, arrasara con todo

— Sabemos que nuestra magia no funciona con el— dijo Marcus — pero contigo es otra cosa

Amelia sonrió, si, sus amigos tenían razón, en cuanto más fueran, más probabilidades tenían de lograr su objetivo. Así Amelia bajo hasta el gran patio central, donde el dios ya había descendido de su carruaje, mientras que los demás se iban a puntos estratégicos para atacarlo.

— ¿Qué buscas dios de la guerra? — dijo Amelia mirándolo a los ojos

— Entrégame el arma y dejare este castillo intacto

Cuando Ares poso su mirada sobre aquella mujer de tez blanca y cabello negro, le pareció familiar, solo cuando vio su escudo, el de dos peces nadando en sentidos opuestos, fue cuando finalmente la reconoció.

— bruja de un aquelarre que creí extinto— viéndola despectivamente

— Si, así es, mi nombre es Amelia Davies, del linaje Davies— haciendo una reverencia— y no tenemos el arma que mato a Zeus en este lugar

— No me tomes como un tonto, bruja— Ares caminaba lentamente hacia ella, sonriendo, tomándola delicadamente del mentón — matare a cada persona aquí con mis propias manos, y te are mirar cada una de sus muertes

Ella pudo sentir el aura poderosa que emanaba Ares, y por primera vez en su vida, sintió como un escalofrió recorrió todo su cuerpo. Quería moverse, librarse de aquella sensación, pero su cuerpo no le respondía y eso al dios le encanto, tenerla bajo su poder, manejarla a su antojo.

— ¡Suéltala! — grito Artur, su vampiro guardián— quitale tus sucias manos de encima

Ares sin ninguna expresión en su rostro, desenvaino su espada y de tajo corto el cuello de aquel vampiro. Amelia no lo podía creer, vio con mirada atónita como la cabeza de Artur rodaba por el suelo, aquel viejo vampiro que había estado desde los aquelarres antiguos, ahora yacía muerto en el suelo. Su poder y su velocidad no habían sido nada para aquel dios.

— ¡¡¡Maldito!!! ¡Eres un asesino! — llevando sus manos rápidamente al pecho del dios— ¡SEINEN!

Ares fue lanzado violentamente hacia el bosque, derribando varios árboles a su paso.

Las brujas malditasWhere stories live. Discover now