Capítulo 11

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El territorio que abarcaba la Sabana Guardián se extendía desde el lado oeste de la isla hasta alcanzar los terrenos gobernados por el Imperio del Metal al este. Kilómetros de distancia separaban el Árbol Sagrado de su destino, las Ruinas Codec. Un viaje que sobrepasaría las dos semanas, si es que tenían la oportunidad de regresar.

El tiempo no dejaba de empeorar día a día. El cielo se había teñido de un azul marino perenne que confundía a los digimon; costaba distinguir el día de la noche. Además, la basura digital corrupta afloraba por doquier infectando la vegetación, el agua e incluso los propios corazones de quienes se veían atrapados en ella... Quienes caían presa de su mal morían lenta y dolorosamente.

Las apariciones de portales en el Mundo Digital habían aumentado a pesar del sacrificio de Ulforce V-dramon. En otros continentes Craniunmon y Magnamon siguieron su estela para reforzar las defensas de Yggdrasil, pero el Apocalipsis digital se abría camino de forma devastadora.

—A este paso no quedará nada que salvar. —Cho·Hakkaimon se cruzó de brazos, frunció el ceño y dramatizó su expresión—. Adiós a mi sueño de degustar los sabrosos manjares del restaurante de Digitamamon... ¡Esta cerda morirá sin una digimanzana en la boca, oink oink!

—Ni que antes tuvieras opciones —corrigió el hechicero con el tono de voz quisquilloso típico de los cerebritos—. Sólo recibía a la alta alcurnia, como MedievalDukemon.

—MedievalDukemon esto, MedievalDukemon lo otro. —La cerda le fulminó con la mirada conteniendo las ganas de pegarle en su rostro cegado—. Si nos topásemos con MedievalDukemon ahora seguro que su temperamento haría que le bajases del pedestal donde le tienes.

—Entiendo. ¿Es tu experiencia con Lady Ophanimon la que habla?

La relación entre Heidrunmon y Cho·Hakkaimon era tensa. Mientras que el primero estaba acostumbrado a ceñirse a las reglas y mantener la calma en situaciones límites, la segunda prefería ir por libre y se estresaba con facilidad ante pensamientos banales. Eran la antítesis el uno del otro y por lo tanto no podían evitar chocar.

—Te odio —espetó la cerda realmente cabreada. Sus puños se apretaron con tanta fuerza que pudo escucharse el crujir de sus nudillos—. Voy a explorar la zona. —Aceleró el ritmo para alejarse de ellos lo suficiente para no ver al sabiondo, como así se refería al hechicero.

Eikthyrnirmon encontraba en sus disputas la chispa que necesitaba para mantener la cordura bajo control. El hechicero no dejaba de darle sermones sobre cultura, información básica que ya conocía y conocimientos del mundo antiguo que habían quedado obsoletos. Si bien entendía que conocer aquellos datos le dotaba de una mejor comprensión del mundo que le rodeaba, provocaba que desconectase de todo lo demás. A veces incluso le causaba jaquecas, razón por la que sus discusiones le servían de entretenimiento.

—Me atrevería a decir que has tocado un tema sensible para ella.

—Que aprenda. —Un suspiro salió de su boca al recordar las entretenidas clases a las que asistía en compañía de Clockmon. Añoraba la escuela y le preocupaba el futuro incierto del reloj—. La tecnología que usé para invocar Ciudad Larc... Creo que podría replicarla.

—¿Para qué? —El alce le miró inquieto. No conocía nada sobre el hechicero más que lo esencial que la misión requería.

Heidrunmon masculló algo en voz baja antes de balar una canción que él mismo había compuesto en sus ratos libres. La música era uno de los grandes tesoros que pocos sabían apreciar.

—La idea original era regresar cuando todo esto acabase, pero imagino que no podrá ser. —La gema de su casco se iluminó tenuemente—. Qué iluso.

Digimon: Dawn KnightsWhere stories live. Discover now