Capítulo 09

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El viento arrastraba grandes cantidades de basura digital aquella mañana

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El viento arrastraba grandes cantidades de basura digital aquella mañana. Los cubitos sobrevolaban la cabeza de Ukomon, que iba montado sobre el lomo de su amigo, acariciando sus enormes orejas. No era normal ver tanta fuera de los vertederos o zonas baldías desprovistas de cualquier ápice de vida; pero la normalidad había dejado de existir.

—Da escalofríos. —El diablillo se agarró al pelaje azulado del alce y se inclinó hacia delante para protegerse con su cornamenta.

Cho·Hakkaimon había permitido que Ukomon les acompañase tras su acto de valía. Como única condición, le había instado a comportarse durante el trayecto. Les quedaba poco para alcanzar su objetivo, el punto de encuentro marcado por Baromon, y esperaba poder evitar nuevos problemas como el enfrentamiento con IceDevimon.

Por su parte Eikthyrnirmon no dejaba de pensar en lo ocurrido. Se preguntaba a sí mismo qué era aquella extraña criatura brillante, cómo se había creado y adónde habría ido. ¿Sería un deseo realmente? Cherrymon le había enseñado a tener una mente abierta, a barajar todas las posibilidades por remotas que fueran. «También podría ser un efecto colateral de la situación actual», pensó. Había muchos factores a tener en cuenta y muy poco tiempo para estudiarlos.

—Estamos llegando —advirtió la cerda.

Su intervención sirvió para que el alce se percatase de que habían abandonado las tierras de Spritua-Land. Un tímido cosquilleo recorrió todo su cuerpo, incluso le erizó el pelaje de sus trenzas, sobrecogiéndole. Había alcanzado un punto de no retorno.

—¿Y si sólo soy programación? Quiero decir... —Eikthyrnirmon aflojó el ritmo y empezó a hablar en susurros—. ¿Y si no tengo una personalidad real o un objetivo? ¿Y si estoy... prefabricado?

—¿A qué vienen estas inseguridades? —El diablillo le rascó la cabeza amistosamente—. No eres un programa y mucho menos careces de personalidad, es más, rebosas una personalidad con mucho potencial, Mus.

—¿Sí?

Las emociones surgidas de la muerte de aquel ser, frágil y extraño, le habían hecho poner en tela de juicio todas sus decisiones. ¿Acaso su reacción era natural o impuesta por algún código secreto? Su moralidad quedaba en entredicho hasta resolver su futuro.

—Por supuesto. —Ukomon reflexionó sobre su propio pasado en silencio para buscar las palabras exactas con las que explicarse, mientras su rabo se zarandeaba de un lado para otro a su espalda—. Las experiencias que hemos vivido han determinado quienes somos, o mejor dicho... La manera en la que hemos respondido ante ellas. —Agachó la cabeza un poco avergonzado—. Tú decidiste guiarte por unos valores íntegros en lugar de dejarte llevar por sentimientos como la ira o la envidia, pero eso es mérito tuyo y de nadie más. Ningún código rige tu destino.

Escuchar a su amigo le conmovió. Éste se aferraba a su carácter gamberro para camuflar sus anhelos, pero encontró en su mensaje la sabiduría inculcada por Cherrymon; circunstancia que le satisfizo. El maestro estaría orgulloso de él.

Digimon: Dawn KnightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora