Mi nuevo templo (y más sagrado)

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Vacaciones, al fin.

Ese olor de chocolate caliente y pan recién hecho y los regalos. El tiempo y las risas, porque casi ha pasado un año más. Siempre he adorado la magia de las fiestas, y también las vacaciones. Cuando suena el último timbre durante el próximo mes y medio.

Jessica, Jonathan y yo estábamos sintiendo esa emoción, llevábamos haciendo una clase de tradición desde que nos conocemos; sean las vacaciones que sean —invierno, verano, incluso primavera— tiraríamos todos nuestros cuadernos a la basura y gritaríamos el chisme de uno de los profesores más fuerte que nos sepamos, y saldríamos corriendo. Las vacaciones pasadas la pobre víctima había sido la conserje Mari.

Todos los chicos parecían cucarachas intentando escapar de los pasillos escolares.

Nosotros no éramos la excepción.

— ¡A la mierda la prepa! —gritó Jonathan al aire, Jessica y yo reímos mientras salíamos.

Amo todo esto, y seguir con los mismos locos que conocí el primer día de secundaría. Ahora en poco tiempo íbamos a terminar nuestro segundo año de preparatoria, y seguimos  juntos.

Mañana es noche buena, seguro papá esta llegando de hacer las compras para preparar sus deliciosos tamales.

Cuando salimos, tiramos nuestros cuadernos a la basura más cercana, con urgencia.

—Uno... —comencé a contar, sé lo que se viene.

—Dos... —me siguió Jonathan, cruzando miradas de complicidad con Jess y conmigo.

Jessica respiro profundamente, tomando mi mano y la de Jonathan, como diciéndonos que estuviéramos listos para correr.

—Y... —empezó — ¡tres!

— ¡El profesor de historia engaña a su esposa con el profesor de inglés! —gritamos al mismo tiempo, y salimos corriendo, aún tomados de la mano, riéndonos de la vida, porque la vida cuando eres adolecente es una completa comedia. La vida es bonita. El aire se sintió frío en mi rostro mientras corríamos. 

Nos detuvimos cuando estábamos a una distancia considerable de la escuela, estábamos agitados, yo más que ellos, las corridas no me van... o sea, las otras corridas si pero... ya, ustedes entienden.

Estaba cerca de mi casa, así que me despedí de mis amigos, probablemente no los viera hasta el 25 de diciembre.

— ¡Me debes un favor Will, que no se te olvide! —me gritó Jonathan desde el otro extremo de la calle, sé que me lo recordara hasta el día de mi muerte, reí un poco.

— ¡Te lo pago con un beso cuando quieras! —le respondí, y después caminé un rato hasta llegar a mi casita bella. Todas las casas de nuestro alrededor estaban decoradas, la navidad estaba a la vuelta de la esquina, mi papá siempre ha sido el más fan de las fiestas, por lo que no era de sorprenderse que nuestra casa fuera la más decorada. 

En fin, sí le debía un favor a Jonathan. 

Me había salvado de Laura, ella quería que nos viéramos hoy a las cinco, pero yo tenía cita con plátano a las cuatro, suerte que llegó Jonathan a mi rescate, lo amo. Esas son amistades. Sólo que me hizo prometerle que ahora si iba a terminar con Laura, y lo iba a hacer, solo que aún no encontraba el momento indicado.

Deje mi mochila en la sala cuando entre a la casa, busqué con la mirada a papá, no lo vi a simple vista, me encogí ligueramente de hombros. Quizá simplemente lo había atorado el tráfico.

Subí las escaleras para llegar a mi habitación.

Mierda.

El corazón me empieza a latir muy fuerte, y mis ojos quieren sangrar por lo que estaba viendo, tanto así que me quedé sin aliento.

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