22. El deseo enloquece

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—¿Que propones?— mueva las cejas arriba y abajo.

—Ten por seguro que no es nada de lo que se te ha pasado por la cabeza— tomo un sorbo del vino que trajo y no me ha querido decir de dónde coño lo sacó.

—Ash, eres una aburrida— se queja. Me mira serio durante un par de minutos y luego se pone de pie para cruzar la sala hasta quedar detrás de mí.

Intento darme la vuelta pero me pone una mano en la cabeza para impedirlo.

—Quieta, pequeña— pongo los ojos en blanco. Soy mas pequeña que él, sí ¡Pero sigo siendo más grande que las otras chicas!—. Mientras compraba lo que me pediste para esta noche, ví algo que me recordó a tí y no pude evitar comprarlo. Cierra los ojos.

—¿Me vas a matar?— bromeo, pero le obedezco por primera vez en mi vida.

—A besos, tal vez— lo escucho reír y lo siguiente que siento es como se sienta en el piso detrás de mí y pasan un par de segundos hasta que siento sus manos acariciar el lateral de mi cuello y me estremezco. Aren, claramente, lo nota—. Tranquila, preciosa, no voy a hacer nada que tu no quieras

—Me estás tocando— le recuerdo.

—Si, pero algo me dice que quieres esto tanto cómo yo— rebate y el silencio de mi parte es la única respuesta que necesita. Pego un respingo cuándo un metal frío se pone en contacto con mi pecho e, inconscientemente, me llevo la mano al área en la que esta el collar—. Deja el chisme— y me da un golpe en la mano antes de que pueda entender de que trata

—¿Ya?

—Listo— retira sus manos y me da una palmada en la espalda para darme a entender que ya puedo abrir los ojos. Lo primero que hago es tomar la pequeña de metal e intentar analizarla desde mi perspectiva.

Es... ¿Una rata?

No, espera, no es cualquier rata. Lleva un gorro de chef y creo que es Remi, de Ratatouille. No se distingue, pero estoy bastante segura de que es la rata de Ratatouille con un gorro de chef y un cucharón.

Me encanta.

—¿Que opinas?

—Es el mejor regalo que me han dado nunca— murmuro con un hilo de voz. Solo Aren es capaz de regalarme algo tan original y a la vez tan común, no sé cómo ha a averiguado que mi película favorita es Ratatouille pero el hecho de que lo sepa inunda mi pecho de una sensación extraña.

Suelta el aire que ha estado conteniendo y este impacta contra la parte trasera de mi cuello descubierto. Me quiero dar la vuelta, pero algo me dice que, si lo hago, la cercanía va a ser tan grande que no voy a resistir las ganas de comérmelo a besos. Lo que acaba de hacer es uno de los gestos más bonitos que ha tenido alguien conmigo.

Mi cuerpo reacciona por si sólo y antes de que me de tiempo de reaccionar y obligue a mi cerebro a evitar una catástrofe, ya me he dado la vuela y tengo las piernas envueltas en sus caderas.

Su cara es inexpresiva, pero puedo leer la sorpresa en sus ojos y el deseo contenido. Él también muere de ganas de besarme. Juro por lo más sagrado que mi corazón se detiene por completo cuando eleva su mano derecha hasta mi pecho y acaricia levemente la placa del collar.

—Te queda muy bien— dice con la voz estrangulada.

—A mi todo me queda bien— me burlo, aunque mi voz tampoco es que sea la más normal del mundo. Nuevamente, no entiendo que demonios le ocurre a mi cuerpo.

Su mano en mi pecho se eleva hasta tocar mi cuello y en eso momento declaro mi completa y absoluta muerte cerebral. Su mano, en mi cuello. Malditasea.

¿Este lugar siempre ha sido tan caluroso o es que se dañó el aire acondicionado?

Prohibido Enamorarse Where stories live. Discover now