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SU RESPIRACIÓN DOLÍA, SUFRIENDO con cada jadeo que soltaba por su cuerpo enfermo. La pequeña adolescente abrió la mochila para empezar a tirar cosas a su interior, casi con desespero mientras sus pulmones exigían más de aquel aire putrefacto. Se bajó el cubrebocas para detenerse y dar un respiro.
En el peor momento, la ansiedad le quitó el aliento. No podía tomarse tiempo para calmarse y esperar que el dolor de cabeza cesará, no cuando está robando en el primer comercio descuidado que encontró a la noche.
Charlie sintió como no podía pensar correctamente, a causa del dolor de cabeza. Hace tiempo que no ganaba estas fuertes migrañas o el dolor de garganta. El deterioro de su hogar la afectó, y su madre no hacía ni lo mínimo para mostrar un interés en la salud de la niña.
Aunque Charlie ya no culpaba a su madre. El entorno descuidado y poco saludable es su casa, su única forma de sobrevivir.
Su mente la llevó a la peor opción de delito para solucionar sus problemas, estando a esa edad.
El robo.
La niña no quería pasar su vida en un internado para jóvenes criminales al que hasta ahora había logrado evitar, "gracias" a que nunca se había metido en crímenes mayores-ese era el papel de su hermano, nunca fue el suyo.
Ahora sin él, ella seguía su sombra.
Aunque desde que comenzó en esto, hace tres meses, no cometió más que hurtos sin herir a nadie. Tomaba lo que alcanzaba y se iba tan pronto como llegó.
Ella no quería herir a nadie. Solo quería poder tener una vida normal.
Pero un crimen sigue siendo un crimen, y ella lo sabía. Era alguien más de todo ese montón de escoria de Gótica, un parásito asqueroso que buscaba más y más...
¿Dónde está la ayuda? Ruega porque alguien la salve de aquellas frías calles y le dé un abrigo. Sueña con una cena caliente bajo techo. Admira a ser alguien importante en el mundo.
