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Nirvana: ¿En serio no crees que pueda haber algún problema en el inframundo?

Serafall: ¡Relájate! No creo que cause ninguna conmoción.

Nirvana: Y tus deberes como reina demonio, ¿no te preocupan?

Serafall: Mi oficina en el piso de arriba lo manejará todo.

Nirvana: Así que ya es tu oficina...

- La atmósfera aún resonaba con las risas compartidas durante la reciente cena con los miembros del grupo Gremory. Sin embargo, la dinámica entre Serafall y Nirvana había tomado un giro inesperado. En los últimos días, Serafall encontró refugio constante en el hogar de Nirvana, y lo que comenzó como visitas ocasionales se transformó en la sutil ocupación de espacio. La presencia de la ropa de Serafall y otros objetos personales dejaban claro que una mudanza estaba en proceso.

Aunque podría haberse sorprendido al principio, Nirvana no podía evitar sentir una cálida satisfacción al tener a Serafall cerca. La soledad que había marcado miles de años estaba siendo remplazada por la compañía constante de alguien especial. El hogar, antes un refugio solitario, se estaba transformando en un espacio compartido, lleno de risas, secretos compartidos y la promesa de días por venir.

Entre los rincones acogedores de la casa, surgían pequeños gestos que revelaban la conexión que se estaba fortaleciendo. No solo se trataba de compartir un espacio físico, sino de construir un hogar juntos. Nirvana disfrutaba de la familiaridad de ver las pertenencias de Serafall mezclarse con las suyas, creando una amalgama única de sus vidas.

En este capítulo de la vida de Nirvana, la casa no solo era un refugio, sino un símbolo de crecimiento y cambio. La risueña complicidad entre ambos no solo llenaba las habitaciones, sino que también tocaba los corazones, convirtiendo la rutina diaria en una danza de amistad y afecto. Así, en la tranquilidad de su hogar compartido, Nirvana descubría que la compañía de Serafall no solo llenaba el espacio, sino también el tiempo con la promesa de momentos compartidos y la belleza de una conexión que iba más allá de las palabras.

Nirvana: Oye, Serafall, es solo una suposición, pero ¿podría ser que estén planeando hacer un tratado de paz entre ángeles y caídos?

Serafall: ¿Cómo te enteraste de eso? Se supone que es secreto aún.

Nirvana: Solo era una suposición.

Serafall: El tratado de paz será en la preparatoria de Kuoh; de hecho, tú ibas a ser uno de los invitados.

Nirvana: Vaya...

Serafall: Claro, ibas a ser mi invitado. Además, tu opinión también será necesaria. Estamos buscando una armonía que involucre a todos, después de todo.

- Nirvana se hallaba en una encrucijada, aún no completamente inmerso en los entresijos de los asuntos demoníacos. Su aversión a los enfrentamientos directos era evidente; no disfrutaba de las peleas, no por falta de habilidad, sino por la certeza de que la victoria estaba asegurada. Prefería la paz y la tranquilidad en lugar de la agitación de la batalla.

Su renuencia a sumergirse en las contiendas no era solo por su desinterés en el conflicto, sino también por la comprensión de que los demonios eran imanes de problemas. Con astucia, intentaba evitar los tumultos que parecían seguir a estas criaturas. Nirvana, en su deseo de serenidad, se esforzaba por mantenerse a la distancia adecuada de los conflictos demoníacos que podían desencadenar caos en su vida.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse al margen, los problemas parecían persistir en encontrarlo. Como si el destino jugara en su contra, los desafíos y complicaciones continuaban presentándose ante él, como sombras ineludibles. Aunque preferiría un camino más apacible, Nirvana se veía envuelto en situaciones que requerían su atención, incluso cuando su deseo era simplemente disfrutar de la tranquilidad que le ofrecía su existencia.

Mi razón de existir Where stories live. Discover now