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Argentina nunca se sintió orgulloso de su recompensa, nunca se sintió orgulloso de nada sobre él realmente. Recuerda que todo empezó cuando él era pequeño, era tan sólo un niño cuando todo sucedió.

Era una noche fría de invierno.

Italia preparaba la comida mientras que sus hijos jugaban afuera, su esposo dormía y sus mascotas jugaban a cazar liebres. Todo era normal, hasta que escuchó un sonido detonante en la puerta. La mujer la abrió y se encontró con una manada de hombres encapuchados. Antes de poder decir algo, le dispararon con un rifle. Los niños que jugaban afuera rápidamente volvieron a casa al escuchar el estruendoso sonido, pero cuando regresaron, vieron a su padre muerto también tirado. Argentina se acercó al cuerpo de su madre y, no supo porqué, pero se ocultó entre su vestido, como si ya supiera que ocurriría algo.

Pasaron los días, y Argentina no pudo hacerse cargo de Uruguay, su hermano pequeño, quien terminó enfermando y no pudo ni llevarlo a un hospital. El pueblo estaba demasiado lejos, y no podía cargarlo hasta allí. Los cuerpos podridos  comenzaban a apestar, la comida escaseaba y... él lo hizo.

Él se comió a sus padres y hermano.

Sus colmillos estaban incrustados en el cuerpo ya comido por la mitad de Italia, le había cortado parte de su torso con un hacha. Justo en ese instante, unos nuevos golpes en la puerta lo sorprendieron. Cuando abrió la puerta, los muchachos cristianos que habían golpeado para compartir su quedaron traumados al ver al niño pequeño con su boca repleta de sangre y sus grandes ojos dorados afilados como si hubiera visto lo más terrible del mundo.

 Cuando abrió la puerta, los muchachos cristianos que habían golpeado para compartir su Fé quedaron traumados al ver al niño pequeño con su boca repleta de sangre y sus grandes ojos dorados afilados como si hubiera visto lo más terrible del mundo

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Fue despertandose lentamente, abriendo sus párpados con tranquilidad, como si no estuviera encarcelado por un ruso. Sentía su cuerpo más aliviado, cada zona estaba relajada. Argentina observó con rareza el frente del carruaje, los asientos al frente suyo estaban vacíos. ¿Y el ruso de mierda?  Pensó, y justo en ese momento, se percató que estaba apoyado sobre alguien.

Se alejó y lo miró aterrado, cruzando miradas con la gran potencia.

—¿Qué mierda estabas tramando?— preguntó molesto, furioso cómo una fiera enjaulada, lo cual lo era. Sólo que su jaula eran unas cuerdas que ataban sus manos.

—¿Tú qué piensas, Omega?– dijo Rusia. Acercó un pequeño trozo de madera a su boca y escarbó la basura entre sus dientes.

—¿C-cómo?— trató de hablar, pero la sorpresa era tanta que no podía articular una sola palabra. Su actitud aterrorizada y sorprendida contrarrestaba por completo a la actitud tranquila y seria del ruso.

Rusia dejó de escarbar sus dientes y tiró el trozo pequeño de madera a una esquina del carruaje.

—Ya sólo cállate, pareces un perro moribundo asustado.— hizo una comparación, acordándose de un típico perro callejero a punto de ser matado por la perrera.—Ahora, dime ¿Quién es tu alfa? Estás mordido, y no soy ciego.

—¿Qué carajos te importa? Pedazo de pelot-— antes de poder terminar la frase, sus cabellos fueron tironeados. La mano firme del ruso los agarraba entre sus garras.

Dime.

-𝙴𝙻 𝙲𝙰𝚉𝙰𝚁𝚁𝙴𝙲𝙾𝙼𝙿𝙴𝙽𝚂𝙰𝚂- 𝐑𝐔𝐒𝐀𝐑𝐆Where stories live. Discover now