Epílogo

39 2 2
                                    

Sobre lo que sucedió el último día

Finalmente llegó el día que tenía que entregarte este escrito, que cuidé con tanto detalle después de horas y horas de transcripción. Pasé esas anotaciones de cuaderno, realizadas con tanta premura, para que no se me escapara ninguna frase o palabra que quisiera expresar, a unas hojas de mi tan apreciado cuaderno de la academia. También me esforcé en colocar el arte de tu rostro, inmortalizado por el dibujante, en el mejor cuadro que encontré en el centro comercial. Por todo ello, me sentía demasiado nervioso; quería que nada saliera mal después de tanto esfuerzo y dedicación a esta difícil despedida, el fin de toda esta breve pero intensa historia.

Llegó la hora de salida de la academia y procuré salir después de ti para no tener que forzar la situación, sino más bien hacer que fuera lo más natural posible para ti (aunque por dentro me estaba desmoronando de nervios). Traté de que tuvieras un memorable recuerdo de esta última vez.

Cuando logré salir después de ti y estaba tratando de seguir tu ritmo, de pronto te detuviste de golpe. Yo seguí caminando de frente por la Av. Larco en dirección a la icónica Oficina de Reclutamiento Militar; literalmente, fue por pura inercia y nervios de no saber qué hacer que seguí caminando. Lamentable y cómicamente, al intentar girar de regreso caí resbalando muy torpemente en la rampa de la esquina de la vereda. Me di cuenta de que te habías percatado de ello y estaba muy ruborizado. Lo recuerdo con mucha risa ahora, pero en el momento estaba sudando de vergüenza en todo el rostro (y no era para menos). Me reincorporé inmediatamente y traté de que no me afectara, ya que no había otro momento para entregarte todo.

Para ponerle todavía más desesperación a la situación, recibí un mensaje de mi familia que me estaba esperando y ya me estaba haciendo tarde. Afortunadamente, estabas todavía a una distancia en la que podía verte, así que logré caminar muy rápido (casi corriendo) para alcanzarte, y lo logré. Fue un alivio que amablemente me permitieras que te acompañara hasta la universidad en la que me contaste que estudiaba tu hermana y para hacerlo todo más coincidentemente perfecto me di cuenta de que esa era la universidad donde te conocí, donde inició todo. Recuerdo poco sobre lo que hablamos en el camino porque estaba nerviosamente apresurado, pero tratando de disfrutar de la conversación. Recuerdo llegar a la universidad después de una gran caminata por toda la Av. Larco. Fue curioso y hasta poético, casi como sacado de un libro de ficción, que hubiéramos caminado juntos todo el camino que día a día recorría pensando en ti cuando me dirigía a la academia. Entregarte todo y ver tu nerviosa sonrisa para luego despedirme y tomar el taxi fue como desprenderme de algo tan grande que no tenía idea de cómo asimilarlo. Solo me quedé pensando en ello todo el camino, pero con una sonrisa en mi rostro de que el objetivo se logró con todo lo que había implicado llegar hasta ese punto. Fue una experiencia emocionante y sin igual. Finalmente, no fue precisamente como lo planeé, pero no cabe duda de que fue memorable. Esto es así, todos sabemos que parte del viaje es el final, y, seamos sinceros, quién iba a imaginar que algo así iba a suceder. Esto es una luz de ese futuro que alguna vez muchos han solo imaginado pero que ambos, siendo protagonistas, logramos sin tal vez habérnoslo propuesto y que no hubiera sido posible antes de ti. Ahora me queda el recuerdo, la nostalgia y esta gran historia que llegó a tus manos y que ahora está también en la retina de cada lector cómplice de este rompecabezas de un amor adolescente.

Rompecabezas de un amor adolescenteWhere stories live. Discover now