Capítulo IV

40 2 0
                                    

Viernes, 04 de marzo de 2016

Anoche empecé a escribir, fue increíble; las ideas solo brotaban y mi mano solo se detenía para meditar un poco, volviendo luego a dibujar las letras con mayor avidez. No se me hacía difícil escribirte, pues desde hace mucho conservaba una rara costumbre de extrañarte todo el día. Me di cuenta de que me encontraba más lucido, todo lo que sentía estaba más claro. No, quizá más tranquilo, porque después de todo aún había confusiones en mi cabeza, conflictos entre la razón y los sentimientos que escapaban de mi lógica.

Amaneció muy rápido; me vestí presurosamente y acudí a tomar mi desayuno. Comí. Me atoré. Sonreí. Exacto, un completo estúpido en acción. Recordé meditabundo lo que mi madre expresó hace unos días:

- Ustedes son muy nobles. Tu hermano y tú, cuando se enamoran, son muy nobles.

Abrí la puerta para salir, dando paso al último bocado de pan que masticaba. Abriéndome paso para retornar a mi habitación, logré acomodarme el cabello frente al espejo y salí de inmediato. Era tardísimo.

En la noche, al llegar a mi habitación, leí un fragmento de una obra que estaba leyendo con mucha emotividad, al punto que llegué a comprender e incluso identificarme con el personaje. Me detuve de leer pensando: "¿Será bueno que calle tanto?". Continué. Terminé de leer y marcaban la 1:12 am; estaba nervioso e incierto del próximo paso que daría. Definitivamente, ese texto me hizo reflexionar y dio paso a interrogantes.

- ¿Debo detenerme? ¿Frustró mi intento de provocar esa bella sonrisa en tu rostro? ¿Te habías dado cuenta ya? ¿Así terminará todo?

Eran interrogantes a los que no podía siquiera deducir una respuesta. Quedé mirando al vacío por algunos minutos. De pronto, me dije a mi mismo:

- ¡Tienes que terminar con lo que has comenzado, lo prometiste! Sabías que llegaría un momento de incertidumbre. ¡Lo sabías desde un principio, Jonathan!

Sin darme cuenta, estaba hablando en voz alta, casi gritando. Como un entrenador anima a su boxeador luego de haber recibido un golpe durísimo. Entendí que debía continuar; esto no era un juego. Se trataba de mi más dulce y tierna inspiración.

Todo esto se trataba de ti.

Rompecabezas de un amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora