9. Mandado a la mierda.

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Septiembre 3, 2015.


— A Lucía no le gustan las sorpresas, Villa — la voz de Fernanda, la mejor amiga de Lucía tenía al menos veinte minutos repitiendo lo mismo una y otra vez.

— Yo mejor que nadie lo sabe, Fernanda. Déjeme hacer esto, por favor — la vi hacer un mal gesto después de mis palabras pero no me importó mucho.

Sí, a Lucía nunca le ha gustado que las cosas o las situaciones la tomen por sorpresa, pero yo siempre he dicho que en los cumpleaños debería de tener excepciones y conmigo esto nunca ha sido malo.

Sólo Simón, Martín, Daniela y Fernanda me acompañaban en esta idea.

Normalmente, siempre lo hago sólo, pero, Daniela ha estado conmigo todo el día, Simón y Martín vinieron porque el pastel lo hizo su mamá, y Fernanda... Bueno, a Fernanda la invitó Daniela.

Encendimos las velas justo después de salir de mi casa, y caminamos en silencio hasta la puerta de ella.
Tocamos el timbre de su casa, y un tipo alto nos apareció en lugar de Lucía.

— Creo que te buscan — gritó. Lucía vino de inmediato y aquella cara de sorpresa, apareció.

Fernanda algo intentó decirle con la mirada, lo noté.

— Gracias — dió un paso hacia afuera, y apagó las velas. Nos miraba a todos con una sonrisa enorme, y sé que este ha sido el día y el momento más incómodo de mi vida, pues yo tenía la sonrisa más fingida que nunca.

— Felices veintiuno, Lucy — Simón fue el primero en hablar.

— Gracias, Moncho... por favor dime qué esto lo preparó tu mamá.

— Sí, así fue — él se acercó para abrazarla, y ella respondió diciendo un par de cosas que no escuché por estarle prestando atención al tipo que seguía de pie a sus espaldas.

Martín continuó en la fila de abrazos. Después Daniela, Fernanda, y evidentemente, el único que faltaba, era yo.

— Pues, feliz cumpleaños, Luly — hablé — esto es para usted, espero le guste. — entregué el regalo que traía para ella. Lo compré Madrid, y aguanté mucho para no dárselo el mismo día que llegué. La abracé rápido y di un paso hacia atrás.

— Bueno, pero pasen, cortemos esto que no hay algo que quiera tanto en este momento como una rebanada de este pastel - nos invitó.

— No, no, ahora creo que está algo ocupada, ¿Cierto? — miré de reojo al tipo ese.

Por alguna razón que desconozco, ver a su lado a un tipo que no conozco me causaba un tipo de coraje que no sé cómo explicar.

— Villa, no, por favor pasen.

— No, Luly, no sé preocupe... Sólo, guárdame un poco — sonreí.

Aceptó la decisión no muy convencida. El tipo la ayudó a cargar lo que le dimos, y enseguida cerró la puerta.

El maldito silencio incómodo que surgió en cuanto ella cerró, fue muy raro.

— Weón, vengo desde mi casa saboreando ese pastel y no nos dejó quedarnos, ¿Que le pasa? — Simón me golpeó.

— Moncho, Lucía estaba ocupada, usted lo vio. Igual y si Fernanda nos hubiera dicho algo, no habríamos hecho todo esto hasta mañana — la miré directamente.

— Yo les dije que las sorpresas no eran buenas.

— Hago esto desde el primer cumpleaños que Lucía pasó en este edificio, no diga tonterías — interrumpí.

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