Capítulo 61: Enero

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Un año y medio después.

Aiden estaría mintiendo si dijera que los últimos dieciocho meses habían sido fáciles, porque no lo fueron.

Había tenido que aprender a seguir adelante a pesar de que estaba triste.

Había tenido que aceptar que su padre era un ser humano que tomaba decisiones erróneas, como todos.

Había aprendido que no pasaba nada si no lo perdonaba por haberse ido, que estaba en su derecho, pero que no podía permitir que le condicionara la vida.

Se había reafirmado, al darse cuenta de que ser duelista era el sueño de su vida.

Había aprendido a ser el compañero de Jin, de Gabie y de Maar, a pesar de que ninguno de ellos estuviera tan entregado a los duelos como él.

A pesar de que no eran Rian.

Había tenido que volver a una rutina que no sentía como suya, a un colegio que solo le traía recuerdos de una etapa sin cerrar.

Muchas veces, Aiden se sorprendía a sí mismo pensando en Rian. En el dolor que ya se empezaba a disipar cuando recordaba cómo había sucedido todo. Estaba seguro de que si Rian se hubiera presentado en el hospital y le hubiera dicho que no quería seguir compitiendo con él, lo habría entendido. Le habría dolido, pero habría terminado por aceptarlo. Pero nada había sucedido así. Aiden sentía que, con su marcha, había dejado una puerta entreabierta y muchas veces sentía que no podía avanzar. Que sin aquella despedida se le estaban acumulando todos los "y si".

Habían pasado cuatro competiciones en las cuales no había podido demostrar de lo que era capaz porque sus compañeros no llegaban a su altura y, en aquellos momentos de frustración entendía a Rian. Entendía que él siempre había sido una cuerda que ataba los pies de su compañero al suelo, cuando lo único que quería era volar. La diferencia entre los dos fue que Aiden nunca tuvo una palabra fuera de tono con sus compañeros, al contrario. Se había esforzado más que nadie para suplir la falta de experiencia de ellos. Se había hecho muy fuerte y aun así no le parecía suficiente. Necesitaba ganar el torneo y conseguir una beca para la universidad. Necesitaba demostrarse a sí mismo que todo había merecido la pena. Para ello necesitaba una cosa y no estaba seguro de ser capaz de conseguirla.

Estaba siendo uno de los meses más fríos desde que tenía memoria. La nieve se acumulaba en los jardines de la escuela y la mayoría de estudiantes aprovechaban para lanzarse bolas de nieve mágicas. Lo malo, o lo bueno según se mire, es que nunca se sabía quién había lanzado el hechizo, por lo que siempre acababa siendo una batalla campal.

Nadya y Aiden estaban en una de las cafeterías de la zona, fuera del recinto escolar. Últimamente aprovechaban sus ratos libres para ir a tomarse un chocolate caliente y hablar de sus cosas. Su último año en la escuela superior estaba pasando mucho más rápido de lo que esperaban. En breves volvería el verano y, con él, el ingreso en la universidad. Los nervios, el estrés y la impaciencia se habían convertido en constantes en sus vidas. Los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina y sentían que todo su futuro dependía de sus decisiones. Un suspenso podía hacer que no se pudieran graduar o, peor, que tuvieran que quedarse en el Bhainn Daiocht un año más.

Por otro lado, el tiempo se acababa para Aiden y por eso había decidido jugar su última carta. Para ganar el torneo de verano, necesitaba tener un compañero que estuviera a la altura y Thiago era la respuesta a todas sus preguntas, pero necesitaba un plan para conseguir convencerlo. Ya lo había tanteado en más de una ocasión y las respuestas siempre habían sido rotundamente negativas. En ese punto es donde entraba Nadya. O al menos esa era la idea de Aiden. Después de llevar dos horas hablando con ella ya no lo tenía tan claro.

—No te han gustado ninguna de las ideas que te he propuesto —dijo Nadya entre pucheros.

—Estamos hablando de Thiago. Llevo compartiendo habitación con él dos años...estoy seguro de que sé cómo va a reaccionar —respondió Aiden como si todo aquello fuera una obviedad.

—Exacto y Thiago te adora —dijo Nadya, pasando la mano por encima de la mesa y tocándole el brazo con cariño.

Aiden levantó las cejas sorprendido, mientras una sonrisa irónica le adornaba la cara.

—Ahora estoy cien por cien seguro de que no estamos hablando de la misma persona.

Se cubrió la cara con las manos, suspirando. No sabía qué tendría que hacer para lograr convencerlo, pero sabía que haría lo que fuera necesario. El problema era que Thiago nunca le había dado ni una pizca de esperanza.

—Es verdad. Es borde, sí, pero se preocupa por ti. Siempre te ha tendido una mano cuando lo has necesitado. Thiago es el típico amigo que no está en las buenas, pero siempre te apoya en las malas. Deberías darle un voto de confianza —dijo cogiéndole de la mano por encima de la mesa, apoyándolo como hacía siempre.

Aquello era verdad. Thiago le había demostrado de mil maneras que estaba ahí si lo necesitaba, aunque normalmente le dijera lo contrario. Aiden se pasó una mano por el pelo, despeinándose ligeramente. Estaba nervioso, muy nervioso, pero Nadya tenía razón. No tenía más opción que ser sincero con él y cruzar los dedos para que hubiera suerte.

—Pues nada, se lo diré directamente y veremos lo que pasa—contestó al final.

—Seguro que va bien —lo alentó Nadya.

—¿De verdad?

—Claro —respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja y Aiden no pudo hacer otra cosa que sonreírle de vuelta.

Volvieron a la escuela cogidos del brazo, intentando mantener el calor. Mientras esperaban en un semáforo para cruzar, Aiden apoyó la mejilla en la cabeza de Nadya, mientras recordaba una conversación que habían tenido un par de meses atrás.

Estaba frustrado, las competiciones no iban bien, las clases tampoco y a veces le costaba encontrar la motivación suficiente para seguir adelante.

—Tú no me entiendes. No sé qué decisión tomar. Hacer esto sin Rian parece que no tiene sentido. Estoy perdido, triste, enfadado. No encuentro a nadie con el que todo funcione. Es como si todos me pusieran alguna traba.

—Sé cómo te sientes. Aunque pienses que en este momento nadie puede comprender todo lo que te recorre, no es cierto —Nadya sacó de la mochila el ejemplar de Victoria Colateral que Aiden le había dejado la semana anterior—. Me lo he leído y para ser de tu autora favorita no le haces mucho caso.

La maga abrió el libro, buscó una página donde estaba subrayada una frase y la leyó en alto.

—<<Simplemente el dolor nos ciega de la manera más cruel que conocemos. Cuando creas que no puedes caer más bajo, caerás. Cuando creas que no puedes llorar más, llorarás... y cuando creas que no te queda amor para dar te darás cuenta de que te puedes enamorar tan intensamente como la primera vez. La cuestión no es encontrar a alguien que haga que tu mundo gire. Tu mundo va a girar con o sin alguien a tu lado>>.

En aquel momento, en mitad de la calle, con el frío calándose en sus huesos, las palabras de Kari Kaus tomaron un significado para él.

—¿Estás bien? —le preguntó Nadya preocupada. Debía de estar poniendo una cara rara.

Aiden sonrió.

—Sí, estoy bien —y aquella vez lo dijo totalmente en serio. 

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora