Capítulo 56: no puedo. Adiós

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Ha habido muchas ocasiones en mi vida en las que me he arrepentido de algo. Momentos en los que me he quedado pensando, perdido en algún lugar de mi mente, intentando buscar una solución a un problema imposible. Aquella podría ser una de esas ocasiones, solo que no lo era. Era muchísimo peor y ni siquiera podía pensar con lucidez.

Había sangre, muchísima sangre, pero tampoco estaba seguro de donde salía. Notaba mis manos húmedas y pegajosas, y no era capaz de enfocar con claridad. No podría decir con exactitud cuánto tiempo estuve sumido en aquella especie de trance. Podrían haber sido segundos u horas, pero no fue hasta que oí su grito cuando volví al mundo real.

Aiden estaba tirado en el suelo rodeado de gente, retorciéndose de dolor, mientras Loan intentaba mantenerlo quieto y controlar la hemorragia al mismo tiempo. Habíamos ganado, habíamos conseguido llegar a la final, pero ya no tenía sentido. El torneo se había cancelado en el momento exacto en el que fueron conscientes de la gravedad de la herida en el hombro izquierdo de mi compañero. A pesar de eso, todos seguían en la arena. Nadie se atrevía a moverse sin saber qué le pasaría a Aiden.

Sin saber muy bien cómo, conseguí acortar los tres metros que nos separaban y me dejé caer a su lado. Estaba pálido, sudado y jadeaba con fuerza, mientras apretaba los dientes, intentando no gritar.

—Aiden, aguanta, ya vienen a buscarnos —le dijo Loan mirando preocupado el reloj de su muñeca.

El paño que el entrenador estaba apretando con fuerza contra su hombro había dejado de ser blanco hacía mucho tiempo. Adrik no había sido capaz de cortar la hemorragia. Le busqué la mano con mis dedos y se la apreté con fuerza. Miré mis dedos temblorosos rodeando los suyos y el peso de la realidad me golpeó con fuerza.

—¿Cómo de malo es? —preguntó Aiden en un susurro, abriendo los ojos y buscándome con su mirada.

—Podría ser peor. Parece que solo te ha perforado el hombro...

Loan se calló en el instante en el que Aiden empezó a toser. Parecía que se estaba atragantando con algo y, no fue hasta que levantó ligeramente la cabeza de nuevo, cuando pude ver los restos de sangre que salían de su boca. El entrenador reaccionó rápido levantándole la camiseta, dejando a la vista de todos, una herida en medio del abdomen.

—Mierda... —susurró asustado—. Que alguien me traiga otra toalla y active el código cero.

El código cero era un protocolo de protección que se activaba cuando la vida de una persona estaba en riesgo. En cuanto mi cerebro terminó de procesar aquella información, me levanté de golpe y empecé a retroceder. Tenía ganas de vomitar. No. Iba a vomitar, lo tenía claro. Necesitaba salir de allí. Necesitaba alejarme lo más rápido posible.

—¡Rian! ¡Rian! ¿A dónde cojones te crees que vas...? —no escuché mucho más de lo que gritaba Loan mientras yo me alejaba.

En mi cabeza empezaron a repetirse los últimos minutos del duelo a cámara lenta. Podía haberlo evitado. Podía haber buscado otra forma de romper su defensa. Si no hubiera lanzado aquellos ataques. Si no hubiera empleado casi todo su poder en aumentar el ataque. Si no hubiera dudado aquellos instantes... Todos los "si no" se me acumulaban dentro y no sabía qué hacer con ellos.

Empecé a correr. Corrí sin mirar atrás hasta salir de la Arena. Necesita desaparecer. Estuve corriendo mucho tiempo, hasta que me caí de agotamiento. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero estaba agotado, física y mentalmente. No tenía fuerzas para enfrentarme a la realidad. No podía asumir que a Aiden le fuera a pasar algo. Que aquella herida del hombro le dejase alguna secuela parecía el menor de los problemas y aun así... Aun así, ni siquiera era capaz de asumir aquella realidad. No podía.

Había encontrado en Aiden algo que siempre había estado buscando. El simple hecho de pensar en llegar a perderlo se me hacía insoportable. En aquel momento, tirado en el suelo, las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. Me tapé la cara con las manos mientras dejaba que todo el dolor saliera de mí. Había sido mi culpa.

Estuve mucho tiempo pensando. Recordando los últimos ocho meses de mi vida. Desde la primera vez que me encontré con Aiden hasta aquella misma mañana. Había sido consciente de su potencial desde la primera vez que lo vi. Estaba seguro de que, con él, no solo llegaría a ganar el campeonato, sino que conseguiríamos que nos patrocinara un equipo profesional tan pronto como pisásemos la universidad. Estaba dispuesto a repetir curso para poder seguir a su lado pero, si lo pensaba fríamente, nada de aquello lo había hecho por él. Todo había sido por mi egoísmo y mi necesidad constante de reconocimiento. Había usado el poder de Aiden en el último ataque porque sabía que los ojeadores estaban mirando. No pensé en que él quedaría abandonado a su suerte sin nada con lo que protegerse. Porque nunca puse a mi compañero en primer lugar, como hacía él todos los días.

Cuando conseguí parar de llorar, me senté con las piernas cruzadas, intentando decidir qué debería hacer. Cuando un coche paró delante de mí un rato después y vi a la directora Huges sentada en el asiento del copiloto para llevarme a casa ya había tomado una decisión.

Por primera vez en toda mi vida, hice una elección en la que no me antepuse por delante de nadie. Por primera vez, tomé la decisión pensando únicamente en él, en el futuro de Aiden. Y estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa para garantizarlo. 

Victoria ColateralWhere stories live. Discover now